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domingo, 3 de noviembre de 2024

DOS GRANDES MANDAMINETOS


En el Evangelio se muestra la total unanimidad, sin ninguna desavenencia, entre el judaísmo y el cristianismo por lo que se refiere al primer mandamiento.


Coinciden en el "Shemá Israel"el texto de la oración, en la primera lectura, que cualquier judío, todavía hoy, recita tres veces al día.

La oración que tanto Jesús como el escriba sabían desde su infancia.

Incluso el escriba, citando a Oseas aprueba lo que acaba de decir Jesús.

El amor no puede ser objeto de la ley, sino de correspondencia.

Nadie puede obligar a amar a nadie.

Si existe el primer mandamiento es porque antes Dios nos ha amado a nosotros "con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser".

Este amor no se desdobla del mandamiento al prójimo y por ello, sin que nadie se lo pida, Jesús añade: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", también sin reserva, con el mismo amor con que uno se ama a sí mismo.

pesar de la concordancia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, la segunda lectura, de la carta a los Hebreos, nos hace descubrir una cesura: sólo Él, Jesucristo, ha vivido hasta su donación en la Cruz el primer mandamiento, ya que en la Cruz coinciden amor vivido y sacrificio cultual.

En la Cruz, la humanidad de Jesús, de manera vicaria para nosotros, ha amado perfectamente a Dios y a los hermanos: "hasta el extremo"  (Jn  13,1).

La ofrenda de Jesús, a diferencia de las antiguas, jamás caduca, "permanece para siempre".

El Salmo responsorial es precioso porque es el único Salmo que empieza con esta expresión: "Yo te amo, Señor, tú eres mi Fortaleza".

Los Salmos de Israel son cantos de amor.

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