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domingo, 29 de enero de 2017

CARTA APOSTÓLICA ‘MISERICORDIA ET MISERA’



LA NUEVA EVANGELIZACIÓN SOLO ES POSIBLE 

EJERCIENDO LA PASTORAL DE LA MISERICORDIA



En la carta apostólica “Misericordia et mísera” el papa emplea la expresión “nueva evangelización” unida a “conversión pastoral”, conversión que pasa por la fuerza renovadora y evangelizadora de la misericordia en nuestra pastoral eclesial, que se traduce en una pastoral del diálogo y de la Palabra de Dios, además de la pastoral de la consolación.

Para vivir la fe “No hay ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él, reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio” (Misericordia et mísera 11).

1º. La liturgia es celebrar la misericordia La misericordia es don de Dios. Es en la liturgia, especialmente en la eucaristía, donde se experimenta la misericordia como don inmerecido de Dios, don con una fuerza que renueva interiormente a quien lo acepta. También los sacramentos de sanación, tanto el sacramento de la reconciliación, como el de la unción de enfermos, tienen el poder de evocar y de conceder la misericordia de Dios. En ese ambiente litúrgico es donde la misericordia no sólo es pedida y reconocida, sino sobre todo concedida, transformando a quien la recibe. Es donde descubrimos que para Dios el amor es lo primero, antes que el pecado.

2º. La escucha de la Palabra de Dios en la liturgia y la oración El papa urge a ponerse a la “escucha de la Palabra de Dios” en la eucaristía, reanudando en ese ambiente litúrgico el diálogo de Dios con su Pueblo: “Dios sigue hablando hoy con nosotros como a sus amigos; se entretiene con nosotros; nos ofrece su compañía; nos muestra el sendero de la vida”. En la escucha de la Palabra de Dios, “el corazón de los creyentes vibra ante la grandeza de la misericordia de Dios”. Vuelve, una y otra vez, el papa a recordarnos que el primer anuncio, el esencial, consiste en irradiar la misericordia de Dios: ese “es el camino para que la evangelización llegue a ser el verdadero anuncio de consolación y de conversión de la vida pastoral”. El mismo Jesucristo marca la misión de la Iglesia: “Ser instrumento de misericordia en el mundo”. Por eso, el papa Francisco impulsa una difusión más amplia de la “Lectio Divina”, es decir, una lectura orante de la Biblia para percibir más nítidamente cómo la historia está modelada por el diálogo y la cercanía de Dios a su Pueblo, a pesar de su infidelidad.

3º. El puesto central del sacramento de la Reconciliación en la vida cristiana Toda la historia de salvación, historia de misericordia, se concentra especialmente en el abrazo de Dios en el sacramento de la Reconciliación. Allí se siente el abrazo del Padre que sale a restituir la dignidad de su hijo, tal como narra la parábola del evangelio de san Lucas. Allí se palpa que el perdón es más fuerte que nuestra condición de pecadores, con nuestras contradicciones entre nuestro querer y nuestro hacer. Allí podemos abrir “el corazón a la confianza de ser amados por Dios”. Allí no dejamos que venza la venganza ni el rencor, sino la misericordia de Dios. Testigos privilegiados de la misericordia son los mismos sacerdotes confesores, por ser “los primeros en ser perdonados”, por ser testigos de tantas conversiones… “Cada penitente remite a la propia condición personal del confesor: pecador, pero ministro de la misericordia” (n.10). Por eso, el papa Francisco dice a los sacerdotes: “Que nuestros gestos y palabras toquen lo más profundo del corazón del penitente, para que descubra la cercanía y ternura del Padre que perdona” (n.11). Para ello se precisa una preparación especial, para ser acogedores de todos, testigos de la ternura, solícitos para ayudar a todos a reconocer el mal, claros en los principios morales, disponibles, prudentes, generosos, magnánimos…


Juan Pablo Ferrer






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