ORDENACIÓN EPISCOPAL
Y cuando digo “vuestro” es porque os pertenezco en cuerpo y
alma, y este anillo será la memoria diaria de esta entrega. Mi esfuerzo está ya
puesto en amaros, porque sólo por este medio podemos trasmitir la presencia de
Cristo en medio de nuestras vidas. “Mirad cómo se aman” era el comentario de
los vecinos de los primeros cristianos. ¿De qué nos sirve hablar y hablar si a
nuestra vida le falta ese soplo del Espíritu que mantiene el empeño de nuestra
fe y de nuestra caridad, que hace mover los corazones y las montañas?
En este desconcierto del quien
no sabe ver en profundidad, porque no tiene ya ilusiones porque ha matado la
esperanza, y sobre todo porque habían puestos sus ojos y su corazón en sus propios
proyectos, [Lc 24, 21] surge el camino de huida: volvamos a la aldea del olvido
y de la relajación, se dijeron, pues todo lo que vimos, oímos y palpamos se ha
quedado en nada para nosotros. Todo fue una experiencia estéril. Cuantas veces,
los que me conocéis, me habéis oído hablar de “las carambolas de Dios”. Como los de Emaús,
cuando tú has decidido tomar un rumbo, el empuje del Espíritu, como un fuerte e
inesperado empuje de una bola de billar te lleva hacia un lado inesperado. Esto
nos pasa a muchos y también a la Iglesia.
Jesús, el Cristo, el que busca
la oveja perdida, el buen samaritano del camino, el que abre sus brazos y su
corazón a aquel que se siente cansado o agobiado, se hace presente entre ellos
con la simplicidad y la humildad de un peregrino más. Esta naturalidad y
sencillez me conmueven las entrañas. Y se interesa por ellos y les pregunta
sobre su sinsentido, sobre las razones de su huida, sobre su búsqueda
frustrada… Todos los deseos de su corazón se habían convertido en cenizas. Pues
bien, muchos de nosotros y de nuestras gentes estamos también rotos por la
ansiedad, el dolor o el sinsentido, y olvidamos muy a menudo, quizás porque no
hacemos hincapié en ello, que “Los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la
vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de
Cristo.” [GS
1]
Los caminos de huida son
complejos y demasiado centrados en nosotros mismos, son caminos que tienden a
la oscuridad. Personalmente, siempre hacemos demasiados proyectos para uno
mismo, yo soy el centro y lo demás me rodean. En mi “estado del wasap” tengo una frase que también tenía
sobre mi mesa de trabajo, cuando no existían estos artilugios, que dice: “Si quieres hacer reír a Dios cuéntale
tus planes de futuro”. El misterio del martirio de Jesús, el
profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo [Lc
24,19] desbordó a Cleofás y a su compañero, ese desconocido que somos cada uno
de nosotros. La palma del martirio, es lo primero que he superpuesto en mi
sello episcopal, es el culmen del seguimiento a la voluntad de Dios. Cuando
participé en el rodaje de la película “Un
Dios Prohibido”, de Pablo Moreno, sobre los mártires claretianos de
Barbastro, comencé a comprender un poco qué es y qué supone vitalmente el
martirio. Olvidarse de sí mismo para entregar la vida sólo por amor. Cuando a
nuestro beato Anselmo Polanco las personas razonables le insistían en que
esperase en su pueblo palentino y no volviera a Teruel hasta que pasara la
contienda, fue su madre quien le recordó las Escrituras, quizás sin saberlo: “Hijo, donde está el rebaño tiene que
estar el Pastor”. Últimamente los mártires me cobijan el corazón.
El beato Juan María de la Cruz, también mártir, llevó a mi padre a la escuela
apostólica del “Crucifijo” de los PP Reparadores-Dehonianos, en Puente la
Reina, donde estuvo desde el año 1932 a 1936. Esta presencia más real de los
mártires en mi vida y también pensado en los casi 80 mártires de estas tierras
turolenses, algunos de ellos ya beatificados, me hizo elegir la fecha del día
de hoy para mi ordenación. Día de la joven mártir santa Inés, hermana de leche
de Santa Emerenciana, nuestra patrona, que celebramos litúrgicamente el
lunes.
Jesús, el peregrino de la luz,
después de escuchar a los desorientados caminantes, después de hacerles caer en
sus propias contradicciones, después de descubrirles sus oscuridades o
cegueras, les desgrana la Palabra de Dios, que es historia de Salvación de
Aquel que nos ama y nos espera contra toda esperanza. Es el Buen Pastor que con
su cayado nos conduce y guía. Cuando tracé el esbozo del báculo tras la palma
martirial, pensé en la gran responsabilidad del episcopado y en la pequeñez del
que lo recibe. Durante los días de retiro en la Trapa al comenzar el año, leí
en san Gregorio Magno, en su Regla Pastoral, que quien accede al episcopado no
es sino buscando decididamente la Santidad. (Touché!)
En la línea de la pedagogía de Cristo en el camino de Emaús, insiste san
Gregorio en su Regla, en el trato personalizado del Pastor, así como Dios nos
trata a cada uno de nosotros, con magnanimidad. Soy consciente que es toda una
cura de humildad y una nueva configuración para los que accedemos a este
ministerio.
En el camino de la vida el Señor nos va desgranando su Palabra
para iluminar cada acontecimiento, para responder de una manera efectiva a las
preguntas que nos inquietan, para dar sentido al dolor y a la muerte que nos
circunda. Nuestras cegueras sólo se pueden iluminar con su Palabra, hasta que llegue
la noche, los momentos de más oscuridad. Entonces necesitamos el alimento y la
iluminación interior. ¡Quédate con nosotros! La acogida de Cristo en nuestra
casa, es el momento de la contemplación y por qué no, de la mística. ¡Tengo
deseos y quizás atrevimiento para reivindicar este momento! No me canso de
repetirlo, todos, aunque sea en unos breves segundos hemos sentido y palpado la
ternura de Dios en nuestras vidas agotadas y hemos sido fortalecidos para
emprender el camino de vuelta. El pan de mi sello episcopal está partido, no
podía ser de otro modo, es pan de Eucaristía, es cuerpo de Cristo entregado y
reconocido en el alimento de salvación y, no lo olvidemos, es el esfuerzo y el
trabajo de los hombres, de la humanidad. Sólo con un espíritu contemplativo
podemos comprender el misterio de la Eucaristía. Amigos del MIDADE, recordáis
cuando en la Asamblea Internacional de 1994 os hable y dialogamos sobre la
necesidad de ser “Contemplativos en la Acción”. Fue el jesuita Jerónimo Nadal
(1507-1580) quien tuvo el acierto de emplear esta expresión refiriéndose a S.
Ignacio de Loyola. El éxito de esta expresión indica que bajo tal formulación
subyace la intuición, compartida por todos, de un anhelo común pero muy difícil
de alcanzar: Dios y el amor al prójimo. No es sino la prolongación del amor de
Cristo que se entrega al Padre y a sus hermanos. Y se entrega en esta Pan, que
es sus cuerpo, alimento para que tú te entregues.
He querido sellar este pan con una estrella, (como sello de
autenticidad del panadero) para explicar de qué estoy hablando. María, la
contemplativa, la estrella de la mañana, la de Belén (que es casa del Pan) que
también sois vosotros tierra de Teruel. Aquellos discípulos hicieron de noche
el camino de vuelta, en la noche que tanto miedo les causaba. Pero ya había una
esperanza cierta, sabían que volvían a casa, la Iglesia congregada que también
había descubierto la esperanza del resucitado.
La Iglesia aquel espacio de acogida y de encuentro, aquel grupo
de personas que también les ardía el corazón por la presencia de Cristo en sus
vidas, en torno a María, madre de la Iglesia, aquellos que tan solo unos días
después saldrían por todos los rincones del mundo a propagar la buena noticia,
sin ningún bagaje, sin ningún medio, peregrinos pobres con una esperanza
cierta. Más de algún joven ha vuelto a la iglesia por el ejemplo y testimonio
de otros. Porque la certeza “de quién me he fiado” se refleja también en el rostro.
Hoy también nos toca salir y necesitamos sacerdotes, necesitamos religiosos y
religiosas en marcha, necesitamos familias y laicos creyentes que dejen su
testimonio, las brasas de su corazón. Hace muchos años leí a un obispo africano
preguntarse: Si Dios ha plantado la semilla ¿Dónde está el árbol de las
vocaciones, que hemos hecho de él? Pues esta es una pregunta que tenemos que
hacernos todos, todos, porque quizás nos hemos perdido en diatribas y no hemos
sabido manifestar la alegría del Evangelio.
Finalmente he intentado que el pan partido y el báculo del buen
pastor formaran el Crismón de Cristo, signo de la iglesia primitiva y también
de la Acción Católica, de donde tanto he bebido. Creo en esta hermosa marcha de
militantes recogida y alentada en el Vaticano II. Creo también en su
trasformación y en su conversión. Ojalá que todos seamos otros Cristo en tantos
y tantos caminos de oscuridad, caminos de heridas abiertas, caminos de ida a
Emaús.
Queridos hermanos. Me uno al saludo que ha realizado nuestro
Administrador Diocesano, D. Alfonso, y le doy encarecidamente las gracias por
estos meses que, junto al colegio de consultores, ha llevado el timón de esta
querida diócesis de Teruel y Albarracín. Gracias a D. Carlos, vuestro anterior
obispo. Gracias a nuestro Papa Francisco por haber confiado en mí, pequeño
Nicodemo tocado por el Señor de la Ternura. Gracias por la generosidad de
vuestra presencia en este día a todos vosotros hermanos en el episcopado, a los
Sres. Cardenales, al Sr. Nuncio, arzobispos y obispos. Gracias en
especial a D. Vicente que con tanta ilusión accedió a ordenarme. Gracias a todo
el pueblo Santo de Dios a los de aquí y a los de fuera, a los sacerdotes y a
los miembros de las congregaciones religiosas, a los diáconos y seminaristas.
Gracias a los jóvenes de Pastoral Juvenil que con tanto cariño me habéis
acogido (he disfrutado con vuestros mensajes aún antes de llegar). Gracias a la
Polifónica Turolesa y al P. Muneta, a la coral de Carrión y al coro de la
Pastoral Juvenil, así como a Ismael y su grupo que cantaran una jota. Gracias a
mis compañeros del Movimiento Internacional del Apostolado de los Niños, que
habéis venido desde tan lejos, desde Senegal. Gracias a los alfombristas de mi
pequeña Ciudad de Carrión y a todos los que os habéis trasladado desde allí.
Gracias a mi parroquia de san Lázaro y a mi antigua diócesis palentina. Gracias
a tantas y tantos que habéis rezado por mí. Gracias a todos los que no habéis
podido venir y estáis siguiendo esta celebración desde 13 TV y Radio María.
Sobre todo a los enfermos. A alguno de vosotros os imagino en estos momentos.
Gracias finalmente a los sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos de esta
querida diócesis, que habéis dedicado tanto tiempo para que este día salga a la
perfección y todos se sientan como en casa. Esto también es hacer Iglesia.
Hace ya muchos años, un turolense, natural de Albarracín, D.
José Asensio de Ocón y Toledo fue obispo de Palencia [1828-1832] Y hasta hoy 3
palentinos han sido obispos de Teruel y Administradores Apostólicos de
Albarracín: el 1º D. Roque Martín Merino [1781-1794] natural de Fuentes de Don
Bernardo (ahora llamada Fuentes de Nava). El 2º D. Felipe Montoya y Diez,
natural de Grijota [1815-1825] Y el 3º nuestro querido beato, el agustino, Fray
Anselmo Polanco [1935-1939] natural de Buenavista de Valdavia. Todos ellos
reposan en nuestra catedral, y ahora he venido yo, vuestro cuarto obispo
palentino.
Bajo el signo de Emaús, es mi lema. Es la plantilla del camino
de la fe en el Resucitado, que son caminos de encuentro, son procesos de
espiritualidad, son ejercicios de conversión, son tareas y misión pastoral, son
momentos de intimidad mística cuando descubrimos a Aquel que se ocupa y
preocupa de nosotros y sale a nuestro paso.
Querida comunidad, seamos humildes, pisemos tierra, salgamos de
nosotros mismos y recorramos los caminos de ida a Emaús, porque siempre hay un
camino de vuelta. Ánimo, Él va delante de nosotros.
+
Antonio Gómez Cantero
Obispo
de Teruel y Albarracín
ORDENACION OBISPO from Eco de Teruel on Vimeo.


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