PAPA FRANCISCO:
«LA FELICIDAD ES UN CAMINO DE
VIDA DE SEGUIMIENTO AL SEÑOR»
El papa Francisco reflexionó el último domingo de
enero, en sus palabras previas al rezo de la oración mariana del Ángelus, sobre
‘las bienaventuranzas’. El ‘sermón de la montaña’ de Jesús.
Desde la ventana de su
estudio del Palacio Apostólico, el pontífice expresó a los fieles congregados
en la plaza de San Pedro, que la
‘felicidad’ «no es un mecanismo
automático, sino un camino de vida de seguimiento del Señor. En
este sentido el Santo Padre señaló que «para ser bienaventurado, se necesita ante todo ser convertido,
para así estar en grado de apreciar y vivir los dones de Dios».
La predicación de Jesús, precisó Francisco,
sigue un camino particular, «comienza con el término ‘bienaventurados’, es
decir, felices; y prosigue con la indicación de la condición para alcanzar esta
felicidad; y concluye haciendo una promesa». El motivo de la bienaventuranza,
es decir, de la felicidad, subrayó el Papa, no está en la condición pedida,
sino en la sucesiva promesa, de recibirlo
con fe como don de Dios.
Reflexionando sobre la primera
bienaventuranza «dichosos los pobres de espíritu» Francisco dijo que «el pobre
de espíritu es aquel que ha asumido los sentimientos y las actitudes de esos pobres que en su condición no se rebelan, sino que
saben ser humildes, dóciles, disponibles a la gracia de Dios».
«La felicidad de los pobres de espíritu tiene
dos dimensiones: respecto a los bienes materiales es la sobriedad, no
necesariamente renuncia, sino la capacidad de vivir lo esencial, de compartir;
capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de las cosas sin
sobrecargarse en la opacidad del consumo voraz».
«Cuanto más tengo, más quiero y esto mata el alma. El
hombre o la mujer que haga esto no será feliz», manifestó.
Por otro lado, «respecto a Dios y a su
alabanza, es el reconocimiento de que el mundo es bendición y que en su origen
está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él, docilidad a su
señoría, que ha querido el mundo para todos los hombres en su condición de
pequeñez».
«¡Si en
nuestras comunidades hubiese pobres de espíritu habría menos divisiones,
contrastes y polémicas!», exclamó.
«La humildad como la caridad es una virtud esencial para la convivencia en las
comunidades cristianas», expresó.
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