CALENDARIO LITÚRGICO-PASTORAL:
MIÉRCOLES DE CENIZA Y DOMINGOS DE CUARESMA
Miércoles de Ceniza
Comienza el ciclo pascual, con la
Cuaresma que nos prepara a celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor
y que después se prolongará cincuenta días hasta Pentecostés. En la Cuaresma
nos preparamos para renovar nuestras promesas bautismales en la noche de la
Vigilia pascual. Se nos llama a volver a andar lo que hemos desandado con
nuestros pecados, practicando la penitencia, que se concreta en la oración, la
limosna y el ayuno. Son unos días para convertirnos al Señor, celebrando de
manera especial el sacramento de la reconciliación en donde, habiendo confesado
nuestros pecados, recibimos la absolución de los mismos, quedando por ello
reconciliados con la Iglesia y con Dios.
Domingo I Cuaresma
La Cuaresma se enraíza en los
cuarenta días y cuarenta noches en que, llevado por el Espíritu al desierto,
Jesús fue tentado por el diablo. No se dejó llevar por aquellas tres
tentaciones que afectaban directamente a su misión como Mesías. Contrasta su
obediencia a la voluntad de Dios como la desobediencia de Adán y Eva en el
paraíso cuando se quisieron constituir en criterio supremo del bien y del mal,
por encima de Dios. Así entró en el mundo el pecado y la muerte; pero por la
obediencia de un solo hombre, Jesucristo, donde abundó el pecado, sobreabundó
la gracia.
Domingo II Cuaresma
Por la cruz a la luz. Este fue el
mensaje que Jesús dio a sus discípulos en la Transfiguración, después de
haberles anunciado su Pasión y Muerte en la cruz. Y el Padre lo revela como su
Hijo predilecto a quien debemos escuchar. Así, alimentados con su Palabra,
contemplaremos gozosos la gloria de su rostro. La primera y segunda lectura,
por su parte, nos hablan de la llamada que Dios nos hace a una vida santa, lo
que supone dejar lo que haga falta con tal de seguir esa llamada. Abrahán,
nuestro padre en la fe, se nos propone como modelo, saliendo de su tierra
fiándose totalmente de Dios.
Domingo III Cuaresma
En la primera lectura, el pueblo de
Israel en el desierto pide agua para beber y Moisés la hace brotar de una roca.
Se anuncia así el agua que brotará del costado de Cristo abierto por la lanza
del soldado: quien la beba, por la fe en Cristo y por el bautismo «se
convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
Esa agua significa el amor de Dios derramado en nuestros corazones con el
Espíritu Santo que se nos ha dado; amor que llevó a Cristo a morir por
nosotros, pecadores.
Domingo IV Cuaresma
Cristo se hizo hombre para
conducirnos a los peregrinos en tinieblas al esplendor de la fe. Es lo que se
expone en el Ev.: todos nacemos privados de la luz de la fe y la gracia de Dios
por el pecado original. Lo mismo que el primer hombre fue creado del barro de
la tierra, Cristo hizo barro con su saliva, lo untó en los ojos del ciego y le
mandó lavárselos con agua, y el ciego vio. En el bautismo Cristo nos vuelve a
crear. Y, como el ciego, en la Cuaresma tenemos que seguir renunciando a cuanto
nos impide decirle a Cristo con toda verdad: «Creo en ti, Señor».
Domingo V Cuaresma
Cercanos ya los días de la Pasión
del Señor, la oración colecta de este domingo nos recuerda que fue el amor el
que movió al Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Pero
vencerá a la muerte resucitando para que nosotros participemos en su
Resurrección: «Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis». Se trata del mismo
Espíritu Santo que resucitó a Jesús de entre los muertos y que, si habita en
nosotros por la gracia, también vivificará nuestros cuerpos. En el Evangelio
Cristo se nos revela como la resurrección y la vida: «el que cree en mí no
morirá para siempre».
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