EL PAPA FRANCISCO RECUERDA
QUE LA CRUZ ES LA
PUERTA DE LA RESURRECCIÓN
El Santo Padre ha invitado que «hagamos de modo que la Cruz marque las
etapas de nuestro itinerario cuaresmal para comprender cada vez más la gravedad
del pecado y el valor del sacrificio Redentor del Señor».
Al rezar el Ángelus del II Domingo de
Cuaresma con los numerosos fieles y peregrinos, el Papa Francisco ha
reflexionado la Transfiguración del Señor y ha indicado que «Jesús
transfigurado en el monte Tabor ha querido mostrar a sus discípulos su gloria, no para evitarles que pasen a través de la cruz, sino para indicar hacia
dónde lleva la cruz».
En dicha meditación el Papa también nos ha recordado que «el que muere con Cristo, con
Cristo resucitará», pero es precisamente «la cruz la puerta de
la resurrección». El Papa también ha invitado a reflexionar sobre el
significado de la cruz, la cual «no es un adorno de la casa o un ornamento que
ponerse» sino «una llamada
al amor con la que Jesús se ha sacrificado para salvar a la humanidad del mal y
del pecado».
Por esto, el Papa ha invitado que «hagamos de modo que la Cruz
marque las etapas de nuestro itinerario cuaresmal para comprender cada vez más la gravedad del pecado y el valor del sacrificio con el cual
el Redentor nos ha salvado, a todos nosotros».
A continuación el texto
completo con las palabras del Papa:
Queridos
hermanos y hermanas. ¡Buenos días!
El
Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta el relato de la
Transfiguración de Jesús (Cfr. Mt 17, 1-9). Llevados aparte a tres de los
Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan, Él subió con ellos a un monte elevado, y
allí se produjo este fenómeno peculiar: el rostro de Jesús «resplandeció como
el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (v. 2). De este modo
el Señor hizo resplandecer en su misma persona aquella gloria divina que se podía
entender con la fe en su predicación y en sus gestos milagrosos. Y a la
transfiguración se acompaña, en el monte, la aparición de Moisés y Elías, «que
hablaban con Él» (v. 3).
La
«luminosidad» que caracteriza este evento extraordinario simboliza su finalidad:
iluminar las mentes y los corazones de los discípulos, a fin de que puedan
comprender claramente quién es su Maestro. Es un destello de luz que se abre
improvisamente sobre el misterio de Jesús e ilumina toda su persona y toda su
vicisitud.
Ya
decididamente encaminado hacia Jerusalén, donde deberá padecer la condena a
muerte por crucifixión, Jesús quiere preparar a los suyos a este escándalo – el
escándalo de la cruz – a este escándalo demasiado fuerte para su fe y, al
mismo tiempo, preanunciar su resurrección, manifestándose como el Mesías, el
Hijo de Dios.
Y
Jesús los prepara para aquel momento triste y de tanto dolor. En efecto, Jesús
se estaba demostrando un Mesías diverso con respecto a las expectativas, a lo
que ellos se imaginaban sobre el Mesías, a cómo debería ser el Mesías, un
Mesías diferente con respecto a las expectativas: no un rey poderoso y
glorioso, sino un siervo humilde y desarmado; no un señor de gran riqueza,
signo de bendición, sino un hombre pobre que no tiene donde posar la cabeza; no
un patriarca con descendencia numerosa, sino un célibe sin casa y sin nido. Es
verdaderamente una revelación de Dios invertida y el signo más desconcertante
de este escandaloso cambio es la cruz. Pero precisamente a través de la cruz
Jesús llegará a la gloriosa resurrección, que será definitiva, no como esta
transfiguración que duró un momento, un instante.
Jesús
transfigurado en el monte Tabor ha querido mostrar a sus discípulos su gloria,
no para evitarles que pasen a través de la cruz, sino para indicar hacia dónde
lleva la cruz. El que muere con Cristo, con Cristo resucitará. Y la cruz es la
puerta de la resurrección. El que lucha junto a Él, con Él triunfará. Éste es
el mensaje de esperanza que contiene la cruz de Jesús, exhortando a la fortaleza
en nuestra existencia. La Cruz cristiana no es un adorno de la casa o un
ornamento que ponerse, sino que la cruz cristiana es una llamada al amor
con la que Jesús se ha sacrificado para salvar a la humanidad del mal y del
pecado.
En
este tiempo de Cuaresma, contemplamos con devoción la imagen del crucificado,
Jesús en la cruz: es el símbolo de la fe cristiana, es el emblema de Jesús,
muerto y resucitado por nosotros. Hagamos de modo que la Cruz marque las etapas
de nuestro itinerario cuaresmal para comprender cada vez más la gravedad del
pecado y el valor del sacrificio con el cual el Redentor nos ha salvado, a
todos nosotros.
La Virgen Santa ha sabido contemplar la gloria de Jesús
escondida en su humanidad. Que Ella nos ayude a estar con Él en la oración
silenciosa, y a dejarnos iluminar por su presencia, para llevar en el corazón,
a través de las noches más oscuras, un reflejo de su gloria.
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