El segundo domingo de
Pascua y domingo de la Divina Misericordia, el Papa recordó esta «bella
intuición», «inspirada por el Espíritu Santo»
de San Juan Pablo II, que, en el Jubileo del Año 2000, instituyó que la
Iglesia universal dedicara el Segundo Domingo de Pascua a esta festividad.
Así, durante el rezo del
Regina Coeli, el Santo Padre recordó que «Jesús Resucitado ha transmitido a su
Iglesia, como primera tarea, su misma misión de llevar a todos el anuncio
concreto del perdón. Este signo visible de su misericordia lleva consigo la paz
del corazón y la alegría del encuentro renovado con el Señor».
El Papa también ha
destacado la «importancia de experimentar la misericordia», que «abre la puerta
de la mente, para comprender mejor el
misterio de Dios y de nuestra existencia personal», y nos invitó a comprender
que «la violencia, el rencor, la venganza no tienen sentido alguno y que la
primera víctima es la que vive con estos sentimientos, porque se priva de su
propia dignidad».
A continuación el texto
completo con las palabras del Papa antes del rezo del Regina Coeli.
«Queridos hermanos y
hermanas ¡buenos días!
Sabemos que cada domingo
hacemos memoria de la resurrección del Señor Jesús, pero en este periodo
después de la Pascua, el domingo se reviste de un significado aún más
iluminante. En la tradición de la Iglesia, este domingo, el primero después de
la Pascua, se denominaba «in albis». ¿Qué significa esto? Esta expresión se
proponía evocar el rito que cumplían cuantos habían recibido el bautismo en la
Vigilia de Pascua. A cada uno de ellos se les entregaba una túnica blanca –
«alba» – «blanca», para indicar la nueva
dignidad de los hijos de Dios. Aún hoy se sigue haciendo, a los recién nacidos
se les ofrece una pequeña túnica simbólica, al tiempo que los adultos visten
una verdadera, como vimos en la Vigilia Pascual. Y aquella túnica blanca, en el
pasado, se llevaba puesta durante una semana, hasta este domingo y de ello
deriva el nombre «in albis deponendis»,
que significa el domingo en el que se quita la túnica blanca. Y
así, cuando se quitaban la túnica
blanca, los neófitos comenzaban una vida nueva en Cristo y en la Iglesia.
Hay otra cosa. En el
Jubileo del año 2000, San Juan Pablo II estableció que este domingo se dedicara
a la Divina Misericordia. ¡Es verdad, fue una bella intuición: fue el Espíritu
Santo el que lo inspiró en esto! Desde hace pocos meses hemos concluido el
Jubileo extraordinario de la Misericordia y este domingo nos invita a retomar
con fuerza la gracia que proviene de la misericordia de Dios. El Evangelio de
hoy es la narración de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos reunidos
en el cenáculo (cfr Jn 20, 19-31). Escribe San Juan que Jesús, después de haber
saludado a sus discípulos, les dijo: «Como el Padre me envió a mí, yo también
los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen»
(21- 23). He aquí el sentido de la misericordia que se presenta justo el día de
la resurrección de Jesús como perdón de los pecados. Jesús Resucitado ha
transmitido a su Iglesia, como primera tarea, su misma misión de llevar a todos
el anuncio concreto del perdón. Ésta es la primera tarea: anunciar el perdón.
Este signo visible de su misericordia lleva consigo la paz del corazón y la
alegría del encuentro renovado con el Señor.
La misericordia en la luz
de la Pascua se deja percibir como una verdadera forma de conocimiento. Y esto
es importante: la misericordia es una verdadera forma de conocimiento. Sabemos
que se conoce a través de tantas formas. Se conoce a través de los sentidos, se
conoce a través de la intuición, la razón y otras más. Pues bien, ¡se puede
conocer también a través de la experiencia de la misericordia. Porque la misericordia abre la puerta de la
mente para comprender mejor el misterio de Dios y de nuestra existencia personal.
La misericordia nos hace comprender que la violencia, el rencor, la venganza no
tienen sentido alguno y que la primera víctima es la que vive con estos
sentimientos, porque se priva de su propia dignidad. La misericordia abre
también la puerta del corazón y permite expresar cercanía, sobre todo a cuantos
están solos y marginados, porque los hace sentir hermanos e hijos de un solo
Padre. Ella favorece el reconocimiento de cuantos tienen necesidad de
consolación y hace encontrar palabras adecuadas para dar conforto.
Hermanos y hermanas, la
misericordia calienta el corazón y lo vuelve sensible a las necesidades de los
hermanos con el compartir y la participación. La misericordia, en resumen, nos
compromete a todos a ser instrumentos de justicia, de reconciliación y de paz.
Nunca olvidemos que la misericordia es la clave en la vida de fe y la forma
concreta con la que damos visibilidad a la resurrección de Jesús.
Que María, Madre de la
Misericordia, nos ayude a creer y a vivir con alegría todo esto»
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