El papa Francisco llegó este viernes al Santuario de Fátima, donde
cientos de miles de peregrinos le esperaban. Allí presidió una oración tras la
cual depositó una rosa de oro a los pies de la imagen.
El Papa presidió delante de la imagen de Nuestra Señora
de Fátima, la siguiente oración leída en portugués:
Salve
Reina, Bienaventurada Virgen de Fátima, Señora del Corazón Inmaculado, refugio
y camino que conduce a Dios. Peregrino de la Luz que procede de tus manos, doy
gracias a Dios Padre que, siempre y en todo lugar, interviene en la historia
del hombre; peregrino de la Paz que tú anuncias en este lugar, alabo a Cristo,
nuestra paz, y le imploro para el mundo la concordia entre todos los pueblos; peregrino
de la Esperanza que el Espíritu anima, vengo como profeta y mensajero para
lavar los pies a todos, en torno a la misma mesa que nos une.
Estribillo
cantado por la asamblea:
Ave
o clemens, ave o pia! Salve Regina Rosarii Fatimæ. Ave o clemens, ave o pia!
Ave o dulcis Virgo Maria.
El
Santo Padre:
¡Salve,
Madre de Misericordia, Señora de la blanca túnica! En este lugar, desde el que
hace cien años manifestaste a todo el mundo los designios de la misericordia de
nuestro Dios, miro tu túnica de luz y, como obispo vestido de blanco, tengo
presente a todos aquellos que, vestidos con la blancura bautismal, quieren
vivir en Dios y recitan los misterios de Cristo para obtener la paz.
Estribillo…
El
Santo Padre:
¡Salve,
vida y dulzura, salve, esperanza nuestra, Oh Virgen Peregrina, oh Reina
Universal! Desde lo más profundo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, mira
los gozos del ser humano cuando peregrina hacia la Patria Celeste. Desde lo más
profundo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, mira los dolores de la familia
humana que gime y llora en este valle de lágrimas.
Desde
lo más íntimo de tu ser, desde tu Inmaculado Corazón, adórnanos con el fulgor
de las joyas de tu corona y haznos peregrinos como tú fuiste peregrina.
Con
tu sonrisa virginal, acrecienta la alegría de la Iglesia de Cristo.
Con
tu mirada de dulzura, fortalece la esperanza de los hijos de Dios.
Con
tus manos orantes que elevas al Señor, une a todos en una única familia humana.
Estribillo
…
El
Santo Padre:
¡Oh
clemente, oh piadosa, Oh dulce Virgen María, Reina del Rosario de Fátima! Haz
que sigamos el ejemplo de los beatos Francisco y Jacinta, y de todos los que se
entregan al anuncio del Evangelio.
Recorreremos,
así, todas las rutas, seremos peregrinos de todos los caminos, derribaremos
todos los muros y superaremos todas las fronteras, yendo a todas las
periferias, para revelar allí la justicia y la paz de Dios.
Seremos,
con la alegría del Evangelio, la Iglesia vestida de blanco, de un candor
blanqueado en la sangre del Cordero derramada también hoy en todas las guerras
que destruyen el mundo en que vivimos.
Y
así seremos, como tú, imagen de la columna refulgente que ilumina los caminos
del mundo, manifestando a todos que Dios existe, que Dios está, que Dios habita
en medio de su pueblo, ayer, hoy y por toda la eternidad.
Estribillo…
El
Santo Padre junto con todos los fieles:
Bendita
entre todas las mujeres, eres la imagen de la Iglesia vestida de luz pascual, eres
el orgullo de nuestro pueblo, eres el triunfo frente a los ataques del mal.
Profecía
del Amor misericordioso del Padre, Maestra del Anuncio de la Buena Noticia del
Hijo, Signo del Fuego ardiente del Espíritu Santo, enséñanos, en este valle de
alegrías y de dolores, las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.
Muéstranos
la fuerza de tu manto protector.
En
tu Corazón Inmaculado, sé el refugio de los pecadores y el camino que conduce a
Dios.
Unido
a mis hermanos, en la Fe, la Esperanza y el Amor, me entrego a Ti.
Unido
a mis hermanos, por ti, me consagro a Dios, Oh Virgen del Rosario de Fátima.
Y
cuando al final me veré envuelto por la Luz que nos viene de tus manos, daré
gloria al Señor por los siglos de los siglos.
Amén.
Al
concluir, el Santo Padre depositó una rosa de oro ante la imagen de la Virgen.
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