Cristo Sacerdote:
Los
títulos bíblicos del Señor tienen un contenido sacerdotal; su realidad de
mediación se concreta en donación sacrificial. Es Cristo Sacerdote y víctima
(Heb 6 y 10 etc.), Pastor (Jn 10; 1Pe 5,4; Heb 13,20), Esposo o consorte (Mt
9,15), Mediador (Heb 8,6; 9,15; 1 Tim 2,5), Siervo (Fil 2,7; Mt 20,28; cfr. Is
53), Salvador (Jn 4,42; Fil 3,20; 1Tim 1,1; 2Tim 1,10; Tit 3,4). Así es “el
Señor” y “el Maestro” (Jn 13,14; 20,28; 21,7), la “cabeza de su Cuerpo que es
la Iglesia” (Col 1,18). Sin la presencia concreta de Cristo Sacerdote (Verbo
Encarnado), la realidad humana sociológica e histórica sería incomprensible e
incompleta. Es “el ungido y enviado” por el Padre (Jn 10,36), bajo la acción
salvífica del Espíritu Santo (cfr. Lc 4,18), como Maestro, Sacerdote y Pastor,
que anuncia y enseña una doctrina, que se inmola en sacrificio y que comparte y
salva la historia de todo ser humano.
Humanidad vivificante:
Su
“consagración” sacerdotal se realizó en la Encarnación, por obra del Espíritu
Santo, cuando tuvo lugar la “Unión Hipostática” del Verbo con la humanidad de
Cristo en el seno de María. Ella es “Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Reina
de los Apóstoles” (PO 18). La acción sacerdotal de Cristo abarca toda su
existencia y continúa en el más allá, “ya que está siempre vivo para interceder
por nosotros” (Heb 7,25). Su “paso” salvífico durante su vida mortal continúa
en su Iglesia, como Pueblo sacerdotal, especialmente a través de quienes han
sido elegidos por él para representarle. “A Jesús de Nazaret Dios le ungió con
el Espíritu Santo y con poder, y pasó haciendo el bien y curando a todos los
oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech 10,38; cfr. 4,17).
La misión sacerdotal de
Jesús indica una “oblación” o “inmolación”, que abarca todo el arco de su vida,
desde la Encarnación (cfr. Heb 10,5-7), hasta la cruz: “La misión para la que
Jesús ha venido entre nosotros llega a su cumplimiento en el Misterio pascual.
Desde lo alto de la cruz, donde atrae todo hacia sí (cfr. Jn 12,32), antes de «
entregar el espíritu » dice: « Está cumplido » (Jn 19,30). En el misterio de su
obediencia hasta la muerte, y una muerte de cruz (cfr. Fil 2,8), se ha cumplido
la nueva y eterna alianza” (SCa 9).
Sacerdote, Profeta, Pastor
(Rey):Por esta misión sacerdotal, que incluye su profetismo y su pastoreo o
realeza, Jesús es “nuestra Pascua” (Cor 5,7), en la que se ha realizado la
“nueva alianza” en su “sangre” derramada: (Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20; 1Cor
11,25). Toda su vida es un “sacrificio de suave olor” (Ef 5,2), como “víctima
de propiciación” que revela el misterio de Dios Amor (1Jn 2,2; 4,10). Ha venido
para “dar su vida en rescate por todos” (Mt 20,28; Mc 10,45). Es sacerdote,
víctima y altar, como síntesis de toda la realidad del nuevo “templo” (cfr. Jn
2,19; Mt 26,61; Mc 14,58). Su ser, su obrar y su vivencia, son una inmolación
soteriológica, como vida donada y pan partido, que se prolonga en todo
cristiano. El sacerdocio ministerial está al servicio de esta oblación.
El “sacerdocio” de Cristo
resume su identidad y misión, como “apóstol y sumo Sacerdote de nuestra fe”
(Heb 3,1; cfr. 4,14-15; 8, 21; 10,21), o como “sumo Sacerdote de los bienes
futuros” (Heb 9,11). Su “sangre” es sacrificio eficaz, por ser inmolada en el
amor del Espíritu (cfr. Heb 9,14). De este modo, es el “Mediador de una nueva
alianza” (Heb 9,15; 12,24), siempre misericordioso, perfecto, causa de
salvación eterna… Es el Sacerdote definitivo y único como Hijo de Dios hecho
hombre e inmolado “una vez para siempre” (Heb 10,10; cfr. 7,27; 9,12).
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