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viernes, 9 de junio de 2017

CRISTO SACERDOTE, EL MISTERIO DE SU ENCARNACIÓN REDENTORA



Cristo Sacerdote: 

Los títulos bíblicos del Señor tienen un contenido sacerdotal; su realidad de mediación se concreta en donación sacrificial. Es Cristo Sacerdote y víctima (Heb 6 y 10 etc.), Pastor (Jn 10; 1Pe 5,4; Heb 13,20), Esposo o consorte (Mt 9,15), Mediador (Heb 8,6; 9,15; 1 Tim 2,5), Siervo (Fil 2,7; Mt 20,28; cfr. Is 53), Salvador (Jn 4,42; Fil 3,20; 1Tim 1,1; 2Tim 1,10; Tit 3,4). Así es “el Señor” y “el Maestro” (Jn 13,14; 20,28; 21,7), la “cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,18). Sin la presencia concreta de Cristo Sacerdote (Verbo Encarnado), la realidad humana sociológica e histórica sería incomprensible e incompleta. Es “el ungido y enviado” por el Padre (Jn 10,36), bajo la acción salvífica del Espíritu Santo (cfr. Lc 4,18), como Maestro, Sacerdote y Pastor, que anuncia y enseña una doctrina, que se inmola en sacrificio y que comparte y salva la historia de todo ser humano.

Humanidad vivificante: 

Su “consagración” sacerdotal se realizó en la Encarnación, por obra del Espíritu Santo, cuando tuvo lugar la “Unión Hipostática” del Verbo con la humanidad de Cristo en el seno de María. Ella es “Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles” (PO 18). La acción sacerdotal de Cristo abarca toda su existencia y continúa en el más allá, “ya que está siempre vivo para interceder por nosotros” (Heb 7,25). Su “paso” salvífico durante su vida mortal continúa en su Iglesia, como Pueblo sacerdotal, especialmente a través de quienes han sido elegidos por él para representarle. “A Jesús de Nazaret Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech 10,38; cfr. 4,17).

La misión sacerdotal de Jesús indica una “oblación” o “inmolación”, que abarca todo el arco de su vida, desde la Encarnación (cfr. Heb 10,5-7), hasta la cruz: “La misión para la que Jesús ha venido entre nosotros llega a su cumplimiento en el Misterio pascual. Desde lo alto de la cruz, donde atrae todo hacia sí (cfr. Jn 12,32), antes de « entregar el espíritu » dice: « Está cumplido » (Jn 19,30). En el misterio de su obediencia hasta la muerte, y una muerte de cruz (cfr. Fil 2,8), se ha cumplido la nueva y eterna alianza” (SCa 9).

Sacerdote, Profeta, Pastor (Rey):Por esta misión sacerdotal, que incluye su profetismo y su pastoreo o realeza, Jesús es “nuestra Pascua” (Cor 5,7), en la que se ha realizado la “nueva alianza” en su “sangre” derramada: (Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20; 1Cor 11,25). Toda su vida es un “sacrificio de suave olor” (Ef 5,2), como “víctima de propiciación” que revela el misterio de Dios Amor (1Jn 2,2; 4,10). Ha venido para “dar su vida en rescate por todos” (Mt 20,28; Mc 10,45). Es sacerdote, víctima y altar, como síntesis de toda la realidad del nuevo “templo” (cfr. Jn 2,19; Mt 26,61; Mc 14,58). Su ser, su obrar y su vivencia, son una inmolación soteriológica, como vida donada y pan partido, que se prolonga en todo cristiano. El sacerdocio ministerial está al servicio de esta oblación.


El “sacerdocio” de Cristo resume su identidad y misión, como “apóstol y sumo Sacerdote de nuestra fe” (Heb 3,1; cfr. 4,14-15; 8, 21; 10,21), o como “sumo Sacerdote de los bienes futuros” (Heb 9,11). Su “sangre” es sacrificio eficaz, por ser inmolada en el amor del Espíritu (cfr. Heb 9,14). De este modo, es el “Mediador de una nueva alianza” (Heb 9,15; 12,24), siempre misericordioso, perfecto, causa de salvación eterna… Es el Sacerdote definitivo y único como Hijo de Dios hecho hombre e inmolado “una vez para siempre” (Heb 10,10; cfr. 7,27; 9,12).

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