Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.
La Iglesia celebra el nacimiento
de Juan como algo sagrado y él es el único de los santos cuyo nacimiento se
festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener
su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura
de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo, y
sacar provecho de él.
Juan nace de una anciana
estéril; Cristo, de una joven virgen. El futuro padre de Juan no cree el
anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de
Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos
penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que
disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande,
mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia
nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que
habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.
Juan viene a ser como la línea
divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el
mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron hasta
Juan. Por
tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo.
Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo
nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al
venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello
queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es
precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino
y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone
el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que
entenderlos con toda la fuerza de su significado.
Zacarías calla y pierde el habla
hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de
Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las
profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento
de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que
en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado
que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera
anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata
su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan
cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú
quién eres? Y él respondió: Yo soy
la voz que grita en el desierto. Juan
era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera,
Cristo la palabra eterna desde el principio.
Oración
Oh Dios, que suscitaste a san
Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto,
concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de
tus hijos por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor
Jesucristo.
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