El 9 de julio del 2017 dijo durante el rezo del Ángelus en la
Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Francisco animó a aquellos que
tienen un peso en su conciencia, “una zona oscura en su vida”, que acudan a
Jesús, que acudan “a un misionero de la misericordia, o junto a un sacerdote”.
Las palabras del Evangelio del día en las que Jesús dice: “Venid a
mí todos los que estáis cansados y oprimidos, que yo os daré consuelo”.
“El Señor no se reserva esta frase para alguno de sus amigos, sino
que la dirige a ‘todos’ aquellos que están cansados y oprimidos por la vida. ¿Y
quién puede sentirse excluido de esta invitación?”.
“el Señor sabe cómo de dura puede llegar a ser la vida. Sabe que
hay muchas cosas que causan fatiga en el corazón: desilusiones y heridas del
pasado, pesos que hay que cargar y males que hay que soportar en el presente,
incertezas y preocupaciones por el futuro”.
“Ante esto, la primera palabra de Jesús es una invitación a
reaccionar, a moverse: ‘Venid’”. Sin embargo, lo natural en los hombres es caer
en el error de la inmovilidad: “El error, cuando las cosas van mal, es quedarse
donde se está. Parece evidente, pero ¡qué difícil es reaccionar y abrirse! No
es fácil”.
“En los momentos oscuros surge de forma natural el encerrarse en
uno mismo, dar vueltas sobre lo injusta que es la vida, sobre la ingratitud de
los demás o sobre lo malo que es el mundo”.
“Todos nosotros alguna vez hemos sufrido esta fea experiencia.
Así, cerrados dentro de nosotros, lo vemos todo negro. Y entonces uno termina
familiarizándose con la tristeza, que se vuelve como de casa. Esa tristeza te
prostra. ¡Qué cosa fea es esta tristeza!”.
Por el contrario, “Jesús quiere sacarnos de esas ‘arenas
movedizas’, y por eso nos dice: ‘¡Venid! ¡Tú! ¡Tú! ¡Tú!’. El camino para salir
de uno mismo radica en el relacionarse, en el tender la mano, en el alzar la
mirada hacia aquel que nos llama de verdad”.
“De hecho, no basta con salir de uno mismo, es necesario saber
hacia dónde queremos ir. Porque muchas metas son ilusorias: prometen un poco de
distracción y alivio, aseguran paz y diversión para luego dejarnos en la misma
soledad de antes. Son ‘fuegos artificiales’”.
Asimismo, el mismo Jesús marcó el camino que se debe seguir, Él
“nos indica hacia dónde debemos ir: ‘Venid a mí’”.
“En muchas ocasiones, ante un peso de la vida una situación que
nos duele, intentamos hablar con alguien que nos escuche, con un amigo, un
experto… Se trata de algo bueno, pero no nos olvidemos de Jesús. No nos
olvidemos de abrirnos a Él y de contarle nuestra vida, de confiarle a nuestras
personas y nuestras situaciones. Tal vez existan zonas de nuestra vida que le
podamos abrir a Él y que permanecían oscuras porque no habían visto nunca la
luz del Señor”.
Jesús “os espera, no para resolver mágicamente los problemas, sino
para darnos fuerzas ante nuestros problemas. Jesús no nos quita los pesos de la
vida, sino las angustias del corazón, no nos quita la cruz, sino que la lleva
junto con nosotros. Y con Él, cada peso resulta ligero, porque Él es el
Resucitado en el que creemos. Cuando Jesús entra en la vida, llega la paz, esa
paz que permanece incluso en las pruebas”.
“Vayamos junto a Jesús, ofrezcámosle nuestro tiempo, encontrémonos
con Él cada día en la oración, en un diálogo confiado y personal,
familiaricémonos con su Palabra, redescubramos sin miedo su perdón,
alimentémonos de su Pan de vida: nos sentiremos queridos y consolados por Él”.

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