
Tu corino de Padre nos envuelve, nos alienta, aún antes de que hubiéramos nacido.
Tú nos llamas, Señor, a vivir en la confianza, en el amor;
nos llamas a abrir nuestro corazón de par en par, nos llamas a seguirte con la ayuda de un grupo,
con la
ayuda de una comunidad
que me
acompañe y anime.
Sin embargo, tenemos miedo; no nos acabamos de decidir. Tenemos miedo a perder nuestro ideas, nuestro forma de ser Tenemos miedo que no nos tomen en serio y nos utilicen. Tenemos miedo a sentirnos inseguros, incomprendidos.
¿Cómo terminar con esta desconfianza en los hermanos?
¿Cómo dejar
atrás los miedos a la hora de compartir la vida?
Danos, Señor, la fuerza de tu Espíritu de amor, hazme sentir mi flojedad cuando me quede solo, hazme experimentar la alegría de ser comunidad.
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