No hay preámbulos en el «Padre nuestro». Jesús
no enseña fórmulas para «congraciarse» con el Señor, es más, invita a rezarlo
haciendo caer las barreras del sometimiento y del miedo. No dice de dirigirse a
Dios llamándolo «Omnipotente», «Altísimo», «Tú, que estás tan distante de
nosotros, yo soy un mísero»: No, no dice así, sino simplemente «Padre», con
toda la sencillez, como los niños se dirigen al padre. Y esta palabra «Padre»
expresa la familiaridad y la confianza filial….
La oración del «Padre nuestro» hunde sus
raíces en la realidad concreta del hombre. Por ejemplo, nos hace pedir el pan,
el pan cotidiano.
Nuestra primera oración, en un cierto
sentido, ha sido el vagido que acompañó la primera respiración. En ese llanto
de recién nacido se anunciaba el destino de toda nuestra vida: nuestra continua
hambre, nuestra continua sed, nuestra búsqueda de felicidad. Jesús, en la
oración, no quiere apagar lo humano, no quiere anestesiar. No quiere que
modifiquemos las preguntas y peticiones aprendiendo a soportar todo. En cambio,
quiere que cada sufrimiento, cada inquietud, se lance hacia el cielo y se
convierta en diálogo. Tener fe, decía una persona, es acostumbrarse al grito.
La oración no solo precede a la salvación,
sino que, de alguna manera, la contiene ya, porque libera de la desesperación
de quien no cree en una vía de salida de tantas situaciones insoportables.
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Ninguna preocupación, ningún temor logrará
jamás quitarnos la serenidad que proviene de saber que Dios guía amorosamente
nuestra vida, siempre”, incluso en medio de los problemas y los sufrimientos,
“esta certeza alimenta la esperanza y el valor”.
Buenas tardes queridos
hermanos, con mucho cariño les adjunto las palabras del Papa Francisco
referentes al Padrenuestro.
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