Consuela: saber que Jesús
ora por nosotros, ora por mí, por cada uno de nosotros para que nuestra fe no
falle.
… Incluso la muerte del
Mesías está inmersa en una atmósfera de oración, de modo que las horas de la
pasión aparecen marcadas por una calma sorprendente: Jesús consuela a las
mujeres, ora por sus crucificadores, promete el paraíso al buen ladrón y
respira diciendo:
«Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lucas
23, 45).
…La primera parte de esta
enseñanza es precisamente el Padre Nuestro. Oren así: «Padre, que estás en el
cielo».
«Padre»: esa hermosa
palabra para decir. Podemos quedarnos todo el tiempo de la oración solo con esa
palabra: «Padre». Y sentir que tenemos un padre: no un padre autoritario o un
padrastro. No: un padre. El cristiano se dirige a Dios llamándolo por encima de
todo «Padre».
…¿Cuántas veces hemos
pedido y no hemos obtenido, todos lo hemos experimentado, cuántas veces hemos
llamado y encontrado una puerta cerrada?.
Jesús nos insta, en esos momentos, a insistir y no rendirnos. La oración
siempre transforma la realidad, siempre.
Si las cosas no cambian a
nuestro alrededor, al menos nosotros
cambiamos, cambiamos nuestro corazón. Jesús prometió el don del Espíritu Santo
a cada hombre y a cada mujer que reza.
Podemos estar seguros de que Dios responderá.
Sí, él hará justicia, nos
escuchará. ¡Qué día de gloria y resurrección será! Orar es ahora la victoria
sobre la soledad y la desesperación. Rezar. La oración cambia la realidad, no la olvidemos. O cambia las cosas o cambia
nuestros corazones, pero siempre cambia. Orar es ahora la victoria sobre la
soledad y la desesperación…
Papa Francisco – Catequesis del Padre nuestro.
9 – 01 – 2019

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