
Ante
ti, Virgen de la Calle,
Madre
de Dios y Madre de los hombres,
agradecidos
por tu inmensa bondad,
por
tu intercesión por nosotros
ante
tu Hijo Jesús –Nuestro Señor-,
humildemente
postrado a tus pies
imploro
tu protección y amparo
cada
día de mi vida,
y
tu auxilio en la hora de mi muerte.
¡Oh!
clementísima, ¡oh! piadosa,
¡oh!
dulce Virgen María,
no
tengas en olvido a todos los que amo...
Vela
por la iglesia y sus ministros,
socorre
a los necesitados, a los hambrientos,
consuela
a los afligidos, a los que sufren.
Atiende
a los que padecen la guerra, la injusticia,
muévenos
a respetar a la persona, la vida, la libertad.
Sé
la abogada de nuestros pecados, líbranos del mal.
Tú,
María, la llena de gracia.
Amén.
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