A las 12 de la mañana, la Eucaristía con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi, presidida por el Obispo de la Diócesis de Teruel y Albarracín. Seguidamente será la Procesión del Santísimo Sacramento por la calles de la Ciudad.
DIA DE LA CARIDAD
Los
obispos que integran la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia
Episcopal, de la que depende Cáritas, nos invitan en su mensaje con motivo del
Día de Caridad de este año –que se celebra el 23 de junio, en la festividad del
Corpus Christi— a “hacer de nuestra vida una entrega creíble en todo momento a
los `heridos por la vida´”.
Este es el
mensaje íntegro de la CEPS:
«Y
RENUEVAS LA FAZ DE LA TIERRA» (Sal.103)
La celebración de la fiesta del Corpus Christi nos
ofrece una vez más la oportunidad de agradecer y alabar a Dios por el don de la
creación, y, sobre todo, el regalo de su Hijo Jesucristo sobre el ara del
altar.
1) La creación alaba a su Creador.
La creación es bella porque ha salido de las
entrañas del Creador. Dios en su amor infinito nos ha donado el reflejo de su
Hermosura: “Y vio Dios que era bueno” (Gn 1). Y hoy en la solemnidad del Corpus
Christi, las calles de pueblos y ciudades se engalanan con el color y la
fragancia de flores y plantas, tomillo y hierbabuena…lo mejor de nuestros
campos y jardines para el Cuerpo de Cristo. Él nos bendice pasando por donde
vivimos y nosotros lo alabamos con los frutos y semillas de la tierra que nos
sustenta. Ancianos, enfermos, niños, jóvenes y adultos, todo el Pueblo de Dios
irá caminando y cantando al Amor de los amores. Adoro y confío.
También es verdad que la belleza de la creación
está siendo maltratada, contaminada, expoliada y sometida a la cultura del
descarte. Nos exhorta el Papa Francisco: “El desafío urgente de proteger
nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en
la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas
pueden cambiar” (Francisco, Encíclica Laudato Si, 13). Es
reconfortante saber que el amor de Dios, nuestro Creador, no nos deja: camina y
trabaja junto a nosotros dándonos su luz y su fuerza para encontrar nuevos
caminos que aviven el gozo de la esperanza. Y hoy miramos el cielo y la tierra
con una mirada contemplativa y comprometida para colaborar con Dios en la
restauración de la belleza de la creación “porque la creación, expectante, está
aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). De este modo
podremos acercarnos sin miedo, con valentía y coraje, a los desiertos
materiales y espirituales por los que estamos atravesando y que, con
frecuencia, nos lleva a beber en aljibes agrietados.
Eucaristía y creación van estrechamente unidas. Al
celebrar hoy la Eucaristía se puede “experimentar intensamente su carácter
universal y, por así decir, cósmico. ¡Sí, cósmico! Porque también cuando se
celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se
celebra en cierto sentido, sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la
tierra. Abarca e impregna toda la creación” (Benedicto XVI. Exhortación
Apostólica Postsinodal Sacramentum caritatis, 29).
2) Tus criaturas custodiamos la belleza y la
dignidad humana.
Los hombres de hoy y de mañana necesitamos asombro
y entusiasmo para afrontar los desafíos que estamos viviendo, y que se
vislumbran en el horizonte, para que la humanidad reanude su camino con buen
ánimo y mucho sentido común, buscando siempre el bien, convencidos de que: “El
Creador no nos abandona, nunca dio marcha atrás en su proyecto de amor, no se
arrepiente de habernos creado” (Francisco. Encíclica Laudato Si, 13). Dios cuida y alimenta a su pueblo como lo
hizo con el pueblo de Israel, ofreciéndole el maná para que no desfallezcan.
Ahora es Jesucristo el que se nos ofrece como Pan de Vida cuando celebramos la
Eucaristía, memorial del sacrificio en la Cruz y de la Resurrección.

3) La caridad defiende la faz de los pobres.
Al celebrar el Cuerpo de Cristo experimentamos su
entrega “hasta el extremo” (Jn 13,1) y somos enviados al mundo para ser
testigos de la compasión y la misericordia del Señor por cada hermano. Vamos
hacia ellos con los mismos sentimientos de Jesús.
Hoy, día de la Caridad, la Iglesia nos recuerda que
la Eucaristía sin caridad se convierte en culto vacío, tantas veces denunciado
en la Sagrada Escritura y por el Magisterio de la Iglesia. S. Juan Pablo II nos
decía: “No podemos engañarnos: por el amor recíproco y, en especial, por el
desvelo por el necesitado seremos reconocidos como discípulos auténticos de
Cristo (Cf Jn 13.35; Mt 25,31-46). Este es el criterio básico merced al cual se
comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas (San Juan
Pablo II. Carta apostólica Mane nobiscum domine, 28).
Damos gracias a la Trinidad Santa por las manos
generosas al servicio de la caridad que dedican su tiempo y entregan su persona
al servicio de los necesitados en Cáritas y en otras instituciones de la
Iglesia. Pedimos al Espíritu Santo que haga de nuestra vida una entrega creíble
en todo momento a los “heridos por la vida”: pobres; sedientos de Dios;
transeúntes; emigrantes con sus adversidades; refugiados; familias desestructuradas;
marginados; personas atrapadas y esclavizadas por las drogas, el alcohol u
otras dependencias; la trata de mujeres en la esclavitud de la prostitución;
las estrecheces por las que pasan los desempleados; ancianos solos; enfermos
mentales; necesitados de compasión.
La Venerable Madeleine Delbrêl nos enseña:
“Nosotros tenemos un corazón para compadecer, manos para cuidar, piernas para
ir hacia todos los que sufren” (Delbrel, M., Gilles F. y Pitaud, B., “El bello
escándalo de la caridad”. Narcea, 2016). Esto quiere decir que, cuando la
Palabra y la caridad van juntas se anuncia a Cristo. La Palabra sin caridad
corre el riesgo de ser pronunciada solo a flor de los labios. La caridad sin la
Palabra se arriesga a silenciar su origen.
El Cuerpo de Cristo nos urge a acompañar a los
pobres y construirles andamios de esperanza en un futuro mejor, como Dios
quiere. No olvidemos que Jesús mismo nos ha dicho en una página solemne del
Evangelio, que lo que hagamos o dejemos de hacer con los necesitados, a Él
mismo se lo hacemos (cf. Mt25)
Ponemos bajo el amparo de la Virgen María, consuelo
de los afligidos, toda la creación y a todo hombre y mujer, para que nos lleve
a Cristo, Luz de los pueblos, con el fin de que se renueve la faz de la tierra
y la faz de los pobres.
Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral
Social
No hay comentarios:
Publicar un comentario