NAVIDAD
Misa
de medianoche:
Is
9, 1-6; Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13; Tt 2, 11-14; Lc 2, 1-14

La señal es el Niño fajado
y recostado en un pesebre.
La narración de Lucas tiene
ya como trasfondo la Resurrección del Señor.
En el icono de la Navidad,
el niño, envuelto en pañales, aparece en el fondo de la cueva oscura para
significar el sepulcro.
Los pañales prefiguran ya
el sudario del Señor en el sepulcro.
En un evento y en otro se
hace presente la "teofanía angélica".
Tanto el nacimiento como la
Resurrección del Señor son motivo de una gran alegría.
Uno y otro deben ser
anunciados. La doxología mayor de la Misa comienza con las palabras que los
ángeles cantaron en la primera noche de Navidad.
El nacimiento del Señor es
la aparición, la epifanía gloriosa "de Jesucristo, gran Dios y Salvador
nuestro" (segunda lectura) y "el pueblo que caminaba en las
tinieblas" (la historia de los hombres) "vio una luz grande"
(primera lectura).
Los Salmos reales del
“cántico nuevo” (95, 96 y 97) resuenan exultantes en las tres Misas de Navidad.
Los fieles, laeti et
triomphantes, adoramos al Señor que por nosotros ha nacido en Belén de Judá.
Misa
de la aurora:
Is
62, 11-12; Sal 96, 1 y 6. 11-12; Tt 3, 4-7; Lc 2, 15-20.
Esta luz, los pastores la
vieron resplandecer en el rostro del Niño Jesús tras el anuncio del ángel.
El Evangelio de esta Misa
de la aurora es continuación del Evangelio de la Misa de medianoche de ayer:
los pastores confirman con su ida a Belén la palabra-evento que les había sido
anunciada "conforme a lo que se les había dicho".
Habiendo recibido la
confirmación, se convierten en los primeros misioneros del Niño y participan
del ministerio de los ángeles, no sólo anunciando el evento, sino con su
alabanza a Dios.
Como pastores, prefiguran
el ministerio apostólico.
En el sentir, lo que hacían
los ángeles ahora lo hacen los pastores.
Como lo habían hecho ellos,
ahora también todos se admiraban de lo que decían los pastores.
La Navidad de Jesús llena a
todos de estupor en sentido teológico.
De manera sorprendente
Lucas menciona a María: "conservaba estas cosas, meditándolas en su corazón".
Nada referido al Hijo es
olvidado por ella, ya que todo tiene un significado para ella y su misión.
Ella es el inicio de la
memoria (shemá) de la Iglesia. La contemplación cristiana versará siempre sobre
la humanidad del Hijo.
San Pablo, en la segunda
lectura, hace comprender que el nacimiento de Jesús es, de hecho, la revelación
del Dios vivo, ya que "cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador y su amor al hombre", lo hizo gratuitamente (no por las obras que
nosotros podíamos haber hecho).
El oráculo de Isaías se
aplica a la Iglesia: ella es la hija de Sión que, llena de júbilo, puede
escuchar hoy: "Mira a tu salvador, que llega".
De esta manera
"amanece la luz para el justo", como cantamos en el Salmo: es el día
que la Luz resplandece para nosotros, porque nos ha nacido el Salvador.
Misa
del día
Is
52, 7-10; Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18 (o bien más
breve: 1, 1-5. 9-14)

Aunque se permitan los
otros Evangelios del nacimiento del Señor, no se deben preferir a éste.
El prólogo del IV Evangelio
es la gran proclamación de la verdad fundamental de la fe cristiana: el Verbo
de Dios, coeterno con el Padre, se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros.
Nosotros "hemos
contemplado su gloria", en el don del Espíritu Santo, revelada como gracia
y verdad: "De su plenitud (pleroma) hemos recibido gracia tras
gracia".
El pueblo cristiano tiene
derecho a escuchar el día de Navidad el más alto y sublime texto referente a la
Encarnación del Verbo.
Es esto lo que celebramos y
por lo que inmensamente nos alegramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario