Cada
Domingo, "el día señorial",
celebramos, hasta que Él vuelva, la
realeza de Jesucristo, manifestada en su Resurrección.
Es
por causa y a partir de la
Resurrección que celebramos la gloria del
Señor; gloria que posee con el Padre
y el Espíritu, Trinidad consustancial e
indivisible.
La
Resurrección de Cristo lo manifiesta
como Rey de todo el universo, "Alfa y Omega" de
los tiempos, clave y
fundamento del universo, redentor nuestro
y Esposo de la Iglesia.
Toda la Liturgia de la Iglesia celebra
la realeza de Cristo este
Domingo, tanto en las Horas santas
como en la "sinaxis" eucarística.
La Iglesia, con su Liturgia, también con su vida, teologal y apostólica, manifiesta al mundo la realeza de Cristo.
ElSeñor,indefensoeinerme ante Pilatos, proclama su realeza: "Tú lodices, soy rey".
Él mismo inmediatamente aclara que es Rey en tanto que testigo de la
Verdad.
La
paradoja no puede ser más fuerte:
alguien entregado a la merced de Pilatos, que podía disponer de su vida y de su muerte, proclama su realeza.
La cualnotieneparangón con ninguna realeza de este mundo ya que su reino no es de aquí ni como los de aquí.
Es la realeza del amor, ver el Prefacio, no una realeza fundamentada en el poder de lo
bélico, económico o ideológico.
Está fundamentada en la Verdad de Dios, que es
amor (1Jn 4,8).
Jesús,
hasta la hora de su Pasión, no proclama
su realeza.
Pero
ahora ya no importan los
malentendidos que quiso evitar
(Jn 6,15):sabequePilatono la comprenderá y que los judíos la rechazará.
La
"verdad" que viene a testimoniar es Dios Trinidad: la del Padre que
ha entregado al Hijo en el amor del Espíritu Santo.
Así
ha amado Dios al mundo.
Todo el que es "de la verdad" oye su voz, es decir: "todo el que ama puede
entender algo".
La lectura del Apocalipsis es magnífica,
como un colofón hímnico a Cristo Resucitado
en el último Domingo del Año litúrgico:
"Él es el testigofiel,elpríncipedelos reyes de la tierra, el que nos ama, el quenos ha liberado de nuestros pecados por susangre, el primogénito deentre los muertos, alfa y omega", y
quien, al final del tiempo, se manifestará (esto es conmovedor) como "el que
traspasaron".
Su advenimiento glorioso será al mismo tiempo gloria y lamentación.
"Gloria"
porque es nuestra salvación y "lamentación" por no haberlo
amado más.
Su
reinado fundado en su Cruz
es supra temporal y sobre todo lo
creado.
Más
todavía: el Señor glorioso nos
asocia a su realeza: nos ha hecho "reyes
y sacerdotes para Dios", su Padre.
Es Cristo,humillado y exaltado, que finalmentedesvela el enigma de la profecía de Daniel sobre el Hijo del hombre (primera lectura).
EnelSalmo92,"El Señorreina,vestido demajestad" cantamos la realeza de Cristo.
Es uno de los siete Salmos del Reino (92-96), que empiezan con la clásica aclamación
"YHVH malak, ¡el Señor reina!", que es lo mismo que
afirmar: "¡El Señor ha Resucitado!".
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