Domingo de la visita de María a Isabel
El IV Domingo de Adviento es casi una fiesta mariana.
En el ciclo C se proclama el Evangelio de la Visitación.
El día de Navidad podremos cantar verdaderamente: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
María es felicitada con toda la fe del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Ella es el Arca de la Divina Presencia, verdaderamente es el Arca de la Nueva Alianza.
Es el encuentro de las dos alianzas, personificadas en ambas mujeres, una joven y otra anciana, pero las dos fecundas por la gracia del Espíritu.
Este mismo Espíritu hace presentir la venida del Señor e incluso el niño que ha de nacer profetiza desde el seno materno.
También el mismo Espíritu convierte el gozo del encuentro en alabanza.
La carta a los Hebreos, en la segunda lectura, expresa una profunda meditación teológica sobre la Encarnación: "Hemos sido santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre", en la Cruz y en la gracia eucarística.
Con el Salmo 79, "Qui pascis Israel", típico de la Liturgia de Adviento, cantamos: "Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve".
Es la luz que contemplaremos en el rostro Niño Jesús.
La oración para después de la comunión expresa que el pueblo cristiano "sienta el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de tu Hijo al acercarse la fiesta de Navidad".
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