El II Domingo del Tiempo ordinario participa en los tres ciclos del resplandor de la Epifanía.
Idealmente con las Bodas de Caná, en el Ciclo C, el texto evangélico se corresponde al substrato más originario de la celebración de la Epifanía, que conmemoraba en la misma solemnidad los tres acontecimientos, "tria miracula".
Las primeras manifestaciones de Jesús revelan su gloria como Mesías.
Las antífonas de entrada y de comunión evocan todavía el misterio de la manifestación del Señor.
Es característico que los Evangelios, en los tres ciclos, pertenezcan al IV Evangelio: "el Evangelio de los signos y de la gloria”.
Misa: Is 62, 1-5; Sal 95, 1-2a. 2 b-3. 7- 8 a. 9-10a y c; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11
Domingo de las bodas de Caná.
Jesús manifiesta su gloria en el banquete de las bodas de Caná.
Se cumple la profecía del cántico del II Isaías, que escuchamos en la primera lectura: "La alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo".
Cristo es el Esposo que celebra el banquete de boda con la humanidad y le da el vino mejor, el don del Espíritu Santo.
En esta boda, la Iglesia, en la persona de María, se convertirá en mediadora.
Jesús se manifiesta como el Esposo del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y comienza una alianza nueva de amor.
El Evangelio anuncia ya la hora de Jesús, el momento supremo en que el Hijo nos dará el Espíritu Santo y con él todos los dones.
María, la Iglesia, estará presente en esa hora.
El Salmo 95 confirma que la Liturgia del Domingo es eco todavía de la Epifanía: "Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor".
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