Esta fiesta se celebra en las diócesis españolas desde 1973: no se encuentra en el calendario de la Iglesia univer sal.
Es fruto de la doctrina del Concilio Vaticano II sobre el sacerdocio de Cristo, que se manifiesta en la Iglesia en el doble sacerdocio, el ministerial y el de los fieles, que se distinguen no por una diferencia de grado, sino de esencia.
En mu chas diócesis es una jornada sacerdotal.
Misa: Jer 31, 31-44 (o bien: Heb 10, 11-18); Sal 109, 1bcde. 2. 3; Mc 14, 12a.25, 36-42
Se proclama la institución de la Eucaristía según Marcos.
El Señor ciertamente "no volverá a beber del fruto de la vid en este mundo", pero la Iglesia "beberá el vino nuevo en el Reino de Dios" en la Eucaristía.
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía ya está en el Reino de Dios, "sub sacramento".
Un Reino que es realidad por la Resurrección de Cristo.
En la Eucaristía el Señor ejerce su sacerdocio sumo y eterno.
La Eucaristía es el sacramento por el cual va perfeccionando definitivamente a los que van a ser santificados, según la carta a los Hebreos proclamada.
Los hermanos que han recibido el sacramento del Orden, presbíteros y obispos, significan "in medio ecclesiae" el sacerdocio de Cristo.
El sacramento del Orden pertenece a la Nueva Alianza que Cristo selló con su sangre y que Jeremías, citado en la misma carta a los Hebreos, había anunciado.
La respuesta del Salmo proclama el sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec.
La carta a los Hebreos da una bella e interesante interpretación de estas palabras (Heb 7,1-3): Melquisedec, junto a Abel y Abraham, son nombrados en el "Canon romano" para significar que la ofrenda eucarística es la plenitud de todos los sacrificios.
Una ofrenda que se hace presente en la Mesa eucarística.
La Eucaristía, según la teología dogmática, es presencia y sacrificio.
Los ministros ordenados dan corazón, palabra y gesto al mismo Señor, que toma el pan, da gracias al Padre (anáfora), lo parte (fracción) y lo da a su Iglesia (comunión).
Esto implica participar de la obediencia del Hijo y tener parte en sus sufrimientos, como canta el verso aleluyático.
Con el Bautismo, Confirmación) y Eucaristía se constituye y se manifiesta el sacerdocio real y profético de toda la Iglesia.
La solemnísima antífona de entrada (Heb 7,24) lo proclama: "Cristo, mediador de una nueva alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa".
Es digno de meditarse el Prefacio de la Misa, es el "Prefacio de las Ordenaciones" por la belleza teológica de su contendido.
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