La solemnidad del Corazón de Jesús es una celebración y una contemplación de la infinita caridad de Cristo, sacerdote y víctima.
Su corazón es santuario de gracia y de perdón.
Se podría pensar que las solemnidades que vienen después de Pentecostés son simplemente devotas y representan un declive, pero esto sería no reconocer la contemplación litúrgica de la Iglesia que celebra la sobreabundancia del amor de Dios Trinidad, que se da en Cristo y por el Espíritu Santo.
El Padre nos da el Hijo en la Eucaristía, "Corpus" y en su Corazón traspasado, Sagrado Corazón.
Por Él tenemos acceso al corazón del Padre, siempre en virtud del don de Pentecostés.
Son solemnidades del Señor que celebran lo que conmemoramos cada Domingo y en cada Eucaristía: su Pascua.
Si la solemnidad del "Corpus" se relaciona con el Jueves Santo, la del Corazón de Jesús se relaciona con el Viernes Santo, a manera de prolongación y contemplación de los misterios de Cristo que nos salvan.
Lo último que queda de Jesús en este mundo a manera de icono es su Corazón traspasado en la Cruz: un corazón abierto de donde fluyen sangre y agua, Eucaristía y Bautismo.
Esta fuente de amor viva fluye, inagotable, en la vida de la Iglesia.
En su corazón abierto, la humanidad encuentra para sus heridas el consuelo de la misericordia.
"He aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres", escuchó Santa Margarita María de Alacoque.
El origen, la historia y el contexto de la fiesta del Sagrado Corazón son sumamente interesantes.
La reforma litúrgica revalorizó y perfeccionó la solemnidad.
En el Corazón de Jesús traspasado se evidencia la suprema auto revelación de Dios a la humanidad: "Dios es Amor" (1Jn 1,49).
Jesús ha reparado la humanidad ante Dios, y la Iglesia se une a esta su reparación con la fe, la esperanza y el amor.
Con las obras de la caridad, que procuran la justicia.
No es una evasión de la realidad mediante prácticas de votas, es un fuego de amor que enardece a las almas hasta entregar la propia vida en favor de los más débiles.
Misa: Ez 34, 11-16; Sal 22, 1b-3a. 3b-4. 5.6; Rom 5, 5b-11; Lc 15, 3-7
Tal vez es en el Ciclo C donde las lecturas alcanzan el máximo enriquecimiento para la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Se presenta el Corazón de Jesús en su semblanza evangelizadora: el Corazón del Buen Pastor.
Es una contemplación que expresa el anhelo divino, directo, personal, concreto por la salvación de cada hombre y cada mujer.
La acción primordial de Jesús es buscar a la oveja perdida, a la persona alejada o degradada: su corazón es el del "Pastor bonus".
De este Corazón brota y vive el quehacer pastoral de la Iglesia.
Las imágenes de Ezequiel aplicadas a Dios se realizan en Cristo, primera lectura.
El Salmo no puede ser otro sino el 22: el Buen Pastor conduce a la Iglesia a las aguas del Bautismo, la unge con el perfume crismal y prepara ante ella la mesa más sublime, la Eucaristía.
Con amor y misericordia, la conduce finalmente a la casa del Señor, donde quiere que habite
"por años sin término".
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