Aunque sólo este Domingo lleve su nombre, todos los Domingos del Año litúrgico son Domingos de la Trinidad.
En este sentido, es un Domingo ejemplar.
La Resurrección de Cristo nuestro Señor ha manifestado la gloria de la Trinidad de Dios: el Padre ha glorificado al Hijo en el amor del Espíritu Santo.
La Iglesia católica cada Domingo glorifica a Dios Uno y Trino, subsistente en tres personas.
Pentecostés, al coronar el misterio cristológico, clausura en cierta manera el acontecimiento pascual.
Desde ahora cada Domingo trata de actualizar "el Día del Señor" en su triple dimensión de fe, esperanza y caridad.
Al mismo tiempo, la Iglesia se reconoce a sí misma y en cada asamblea, como una comunidad de creyentes "reunida en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4).
La solemnidad de la Santa Trinidad encierra en sí misma una doxología de la salvación ya consumada y prometida.
Con razón la antífona de introducción de la Misa empieza con un solemnísimo "Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo".
La fiesta se impuso en Occidente por causa de los invasores germánicos que invadieron la Galia, Hispania y el norte de África.
El arrianismo conllevaba el adopcionismo.
De ahí la necesidad de una festividad que celebrase y profesase la perfecta unidad trinitaria y la perfecta igualdad de las tres persones: véase el antiguo Prefacio de hoy.
Se trata de vivenciar el Bautismo que hemos recibido en el nombre de la Trinidad; también del origen y, al mismo tiempo, del destino trinitario de la Iglesia (LG 1,4).
La Liturgia hoy se manifiesta más que nunca como una "Liturgia adorante".
Todos debemos interiorizar el misterio trinitario en la vida cristiana, en la oración, en el apostolado y en la caridad. La Eucaristía es obra de toda la Trinidad: "totius Trinitatis".
Misa: Prov 8, 22-31; Sal 8, 4-5. 6-7. 8-9; Rom 5, 1-5; Jn 16, 12-15 (Leccionario I (C) Domingos y fiestas del Señor, pág. 413).
Sólo desde la revelación trinitaria podemos entender el "Elogio que la sabiduría hace de sí misma", primera lectura.
Esa sabiduría presente en Dios desde antes de la creación del mundo es el Verbo preexistente según algunos Padres, o el Espíritu Santo según otros, sobre todo los Padres orientales.
El Evangelio de Juan, con palabras densísimas, describe la misión del Espíritu que procede del Padre y del Hijo, "ex Patre Filioque".
Un Espíritu que "guiará hasta la verdad plena" a los creyentes.
Esta "verdad plena" no es de orden intelectual, es Dios Trinidad, Dios Amor.
En el seno de la Trinidad tenemos que vivir en el tiempo y en la eternidad.
El salmista, contemplando un bello cielo nocturno, se admira de la grandeza de Dios y de su nombre: "Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!"
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