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domingo, 6 de julio de 2025

LA MISIÓN


Como un ensayo de la misión general que vendrá después, a semejanza  de Moisés, Jesús organiza una misión con setenta y dos discípulos: ellos deben        ser heraldos de su presencia.

Los envía de dos en dos para que su testimonio sea válido.

Los envía sin nada y a cambio de nada.

Irán inermes, "como corderos en medio de lobos", para que participen       de la identidad de quien es el Cordero de Dios.

La pobreza más absoluta será su credencial.

No tienen nada que sea suyo, todo lo han recibido.

Su riqueza es el Evangelio que proclamarán.

Deberán proclamar la paz mesiánica, "Shalom",    y los hijos de la paz los recibirán en su casa.

Su presencia será una bendición para sus habitantes.

Acompañarán el anuncio del Reino con obras de misericordia y tendrán  autoridad sobre el mal.

Si no los reciben tendrán que ir a otro lugar, y dejar a los habitantes del lugar al juicio de Dios, sin que quede en su corazón ningún resentimiento, por eso hay que quitar el polvo del calzado.

La misión parece exitosa, vuelven   llenos    de alegría y explican a Jesús todo lo que   les ha sucedido, al Señor hay que explicárselo todo.

Jesús hace una revelación     determinante: "Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo".

Cuando el Evangelio es anunciado, el Mal radical, el Maligno, es derrotado.

La alegría de los   discípulos no debe radicar sólo en esto, sino en que sus nombres están inscritos   en el cielo.

La misión de los discípulos  y   el anuncio de la paz son el cumplimiento   de la profecía delIII Isaías, primera lec tura.

Desde el seno de la Iglesia fluye el amor de Dios, manifestado como paz   para el mundo: "como un torrente en crecida".

Con un deseo de paz y de misericordia divina Pablo concluye la carta a los Gálatas, que escuchamos hoy.

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