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miércoles, 6 de agosto de 2025

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

       Los Padres de la Iglesia, especialmente los de Oriente, así como la exégesis actual,   interpretan el sentido teo lógico de la Transfiguración del Señor   como anticipación del Misterio  Pascual    y  como  confirmación  de  la misión que   Jesús había recibido en el   bautismo del  Jordán.

Al mismo tiempo, como anuncio de la transfiguración de nuestra    humanidad a semejanza de su cuerpo   glorioso.

Tal como el Prefacio canta: "Y manifestar que, en el cuerpo de la Iglesia entera, se  cumplirá lo que, de modo   maravilloso, se realizó en su Cabeza".

Una vez más todas las Iglesias celebran unánimemente esta fiesta y reencuentran,  al menos en la celebración litúrgica, la unidad.

Gozan de la Luz increada, el Espíritu Santo, que se manifiesta en    la luz resplandeciente y procedente del   interior del cuerpo del Señor, en la voz   del Padre y en el testimonio de la Ley y   los profetas.

El Padre revela al Hijo, y el Hijo revela al Padre y sólo el Espíritu de ambos nos  introduce en su misterio de     Amor y en la "luz tabórica".

La clave de interpretación es siempre la misma: la   Resurrección del Señor.

 

Misa: Dan 7, 9-10. 13-14 (o bien: 2 Pe 1, 16-19); Sal 96, 1-2. 5-6. 9; Lc 9, 28b-36


 

Lucas presenta algunas peculiaridades en el relato de la Transfiguración que merecen  ser analizadas.

Entre  ellas, la   finalidad del ascenso: "subió a lo alto del    monte para orar".

Una oración que en Jesús   es inmensa y total.

Justamente fue "mientras oraba" que Jesús asumió otro aspecto, "éidos": resplandeció con la divinidad sub sistente en su Persona, asumió la Forma final, que es la  de la Resurrección.

Más   todavía, al lado de Jesús están presentes  Moisés y Elías, la Ley y los profetas, que     Dios muestra con la gloria del Hijo amado.

"Hablaban de su muerte, que Él iba a  consumar en Jerusalén", literalmente: "de  su  éxodo".

Todo se orienta ya al éxodo  pascual del Señor; desde allí resplandece   la Luz increada del Señor de la gloria.

La Transfiguración del Señor es teofanía de la santa, gloriosa y vivificante Trinidad: la voz del Padre: "Éste es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo" y la Nube del Espíritu Santo lo inundan todo.

Es la Nube de la Divina Presencia que "los cubrió con su sombra", "episkiázô":  al Señor y a los discípulos.

Como   la sombra que cubrió a la Madre de Dios   en la Anunciación (Lc 1, 35), provoca estupor y confusión.

El mensaje nuclear es que los discípulos deben "escucharle", verbo que bíblicamente significa "obedecerle".

Acto seguido, "se encontró Jesús     solo".

En Getsemaní lo abandonarán, y en   la Cruz permanecerá "solo" con el Padre y el   Espíritu Santo.

Será la última y definitiva     transfiguración.

"Por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto", luego lo referirán a todo el mundo.

En la Transfiguración, prenda de gloria,   canta la Iglesia el Salmo 96: "El Señor reina, la tierra goza".

En el Señor, se alegra la   tierra entera.

Y toda la naturaleza participa en una alegría cósmica, ya que todo el universo va a ser bendecido con el reinado del Señor.

 

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