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sábado, 11 de octubre de 2025

EL PRÓXIMO DOMINGO

 

La Liturgia de la Palabra de hoy no está     centrada en la virtud de la gratitud, ciertamente hay que ser agradecidos con el Señor y los demás.  El Señor con la curación de los diez leprosos expresa la universalidad de su salvación.

El samaritano   purificado es profecía y primicia de la misión universal.

La misión de la Iglesia va más allá del pueblo de Israel, es uno de los postulados  característicos de la teología redaccional de Lucas.

El Señor manda a los leprosos que acudan a los sacerdotes, al templo, a certificar su  purificación.

Sólo uno, y aún samaritano, un extranjero, vuelve atrás alabando a Dios a grandes gritos: "Se postró a los pies de Jesús, rostro en     tierra, dándole gracias".

Con la postración   adoradora y litúrgica el samaritano reconoce en Jesús la presencia de Dios  en medio de los hombres, y aún más, reconoce   que Él era el verdadero templo de Dios.

Su  gesto es una liturgia y una confesión de     fe.

El Señor le dice: "Levántate, vete; tu fe te   ha salvado".

Es la fe en Cristo, Hijo de Dios, que salva.

Los otros nueve fueron a buscar a los sacerdotes, sólo éste reconoce al Li bertador.

En la primera lectura, Naamán, el sirio, es también primicia de la salvación     de Dios dada a los extranjeros.

La escena del Jordán fue empleada en la catequesis     mistagógica sobre el Bautismo.

La universalidad de la salvación es cantada en el Salmo: "El Señor da a conocer  su salvación, revela a las naciones su   justicia".

En la segunda carta de san Pablo a Timo teo encontramos la quinta  esencia de la     vida cristiana: toda la Liturgia es hacer memoria de Jesucristo: "Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos".

Los últimos   versículos catequizan sobre el Bautismo: "Si   morimos con Él, también viviremos con Él; si   perseveramos, también reinaremos con Él.

Ese morir en Cristo se realiza en el Bautismo, inicio del camino de la fe.

El Apóstol   afirma como "palabra digna de crédito" que   Dios permanece fiel, aunque nosotros no   le seamos fieles, "porque no puede negarse a  mismo", ni su amor.

La fidelidad de Dios   no puede fallar, ni el cumplimiento del designio de Dios, ya que toda la Escritura se         cumple con Él (Hch 6,18).

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