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jueves, 26 de junio de 2025

BODAS DE ORO SACERDOTALES

 


El próximo jueves, 26 de junio, tendrá lugar el homenaje de las bodas de oro sacerdotes en nuestra diócesis.

Desde las 10:30, en el Colegio Diocesano «Las Viñas» de Teruel, será la celebración con oración, charla, homenaje, misa y comida.

Una jornada festiva en la que los sacerdotes diocesanos acompañarán a don Jesús Mateo Guillén en la celebración de sus bodas de oro sacerdotales.

miércoles, 25 de junio de 2025

DISCURSO DEL PAPA

 DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

AL CLERO DE LA DIÓCESIS DE ROMA 


Aula Pablo VI


Jueves, 12 de junio de 2025


Quiero pedir un fuerte aplauso para todos los que están aquí y para todos los sacerdotes y diáconos de Roma.

Queridos presbíteros y diáconos que prestan su servicio en la diócesis de Roma, queridos seminaristas, ¡les saludo a todos con afecto y amistad!

Agradezco a Su Eminencia, el cardenal vicario, sus palabras de saludo y la presentación que ha hecho, contando un poco de su presencia en esta ciudad.

He deseado encontrarme con ustedes para conocerlos de cerca y comenzar a caminar juntos. Les doy las gracias por su vida entregada al servicio del Reino, por sus esfuerzos cotidianos, por tanta generosidad en el ejercicio del ministerio, por todo lo que viven en silencio y que, a veces, va acompañado de sufrimiento o incomprensión. Realizan servicios diferentes, pero todos ustedes son preciosos a los ojos de Dios y en la realización de su proyecto.

La diócesis de Roma preside en la caridad y en la comunión, y puede cumplir esta misión gracias a cada uno de ustedes, en el vínculo de gracia con el obispo y en la fecunda corresponsabilidad con todo el pueblo de Dios. La nuestra es una diócesis muy particular, porque muchos sacerdotes llegan de diferentes partes del mundo, especialmente por motivos de estudio; y esto implica que también la vida pastoral —pienso sobre todo en las parroquias— está marcada por esta universalidad y por la acogida recíproca que ello conlleva.

A partir precisamente de esta mirada universal que ofrece Roma, quisiera compartir cordialmente con ustedes algunas reflexiones.

La primera nota, que me está particularmente cerca, es la de la unidad y la comunión. En la oración llamada «sacerdotal», como sabemos, Jesús pidió al Padre que los suyos sean uno (cf. Jn 17, 20-23). El Señor sabe bien que solo unidos a Él y entre nosotros podemos dar fruto y dar al mundo un testimonio creíble. La comunión presbiteral aquí en Roma se ve favorecida por el hecho de que, según una antigua tradición, se suele vivir juntos, en rectorías, colegios u otras residencias. El presbítero está llamado a ser hombre de comunión, porque él es el primero en vivirla y alimentarla continuamente. Sabemos que esta comunión se ve hoy obstaculizada por un clima cultural que favorece el aislamiento o la autorreferencialidad. Ninguno de ustedes está exento de estas insidias que amenazan la solidez de nuestra vida espiritual y la fuerza de nuestro ministerio.

Pero debemos vigilar porque, además del contexto cultural, la comunión y la fraternidad entre nosotros también encuentran algunos obstáculos, por así decirlo «internos», que afectan a la vida eclesial de la diócesis, a las relaciones interpersonales y también a lo que habita en el corazón, especialmente ese sentimiento de cansancio que sobreviene porque hemos vivido fatigas particulares, porque no nos hemos sentido comprendidos y escuchados, o por otras razones. Quisiera ayudarles, caminar con ustedes, para que cada uno recupere la serenidad en su ministerio; pero precisamente por eso les pido un impulso en la fraternidad presbiteral, que hunde sus raíces en una vida espiritual sólida, en el encuentro con el Señor y en la escucha de su Palabra. Alimentados por esta savia, logramos vivir relaciones de amistad, compitiendo en estimarnos unos a otros (cf. Rom 12,10); sentimos la necesidad del otro para crecer y alimentar la misma tensión eclesial.

La comunión también debe traducirse en compromiso en esta diócesis; con carismas diferentes, con itinerarios formativos diferentes y también con servicios diferentes, pero único debe ser el esfuerzo por sostenerla. Pido a todos que presten atención al camino pastoral de esta Iglesia, que es local, pero, por quien la guía, es también universal. Caminar juntos es siempre garantía de fidelidad al Evangelio; juntos y en armonía, tratando de enriquecer a la Iglesia con el propio carisma, pero teniendo en el corazón el ser el único cuerpo del que Cristo es la Cabeza.

La segunda nota que deseo entregarle es la de la ejemplaridad. Con motivo de las ordenaciones sacerdotales del pasado 31 de mayo, en la homilía recordé la importancia de la transparencia de la vida, basándome en las palabras de San Pablo a los ancianos de Éfeso: «Ustedes saben cómo me he comportado» (Hch 20,18). Se lo pido con corazón de padre y de pastor: ¡comprometámonos todos a ser sacerdotes creíbles y ejemplares! Somos conscientes de los límites de nuestra naturaleza y el Señor nos conoce en profundidad; pero hemos recibido una gracia extraordinaria, se nos ha confiado un tesoro precioso del que somos ministros, servidores. Y al servidor se le pide fidelidad. Ninguno de nosotros está exento de las sugestiones del mundo y la ciudad, con sus mil propuestas podría incluso alejarnos del deseo de una vida santa, induciendo una nivelación a la baja en el que se pierden los valores profundos del ser presbíteros. Déjense atraer una vez más por la llamada del Maestro, para sentir y vivir el amor de la primera hora, el que les impulsó a tomar decisiones difíciles y a hacer renuncias valientes. Si juntos intentamos ser ejemplares en una vida humilde, entonces podremos expresar la fuerza renovadora del Evangelio para cada hombre y cada mujer.

Una última nota que deseo entregarles es la de mirar los desafíos de nuestro tiempo con clave profética. Estamos preocupados y afligidos por todo lo que sucede cada día en el mundo: nos hieren las violencias que generan muerte, nos interpelan las desigualdades, las pobrezas, tantas formas de marginación social, el sufrimiento difundido que toma los rasgos de un malestar que ya no perdona a nadie. Y estas realidades no solo ocurren en otros lugares, lejos de nosotros, sino que también afectan a nuestra ciudad de Roma, marcada por múltiples formas de pobreza y por graves emergencias como la de la vivienda. Una ciudad en la que, como señalaba el papa Francisco, a la «gran belleza» y al encanto del arte debe corresponder también «el simple decoro y la normal funcionalidad de los lugares y de las situaciones de la vida ordinaria, cotidiana. Porque una ciudad más habitable para sus ciudadanos es también más acogedora para todos» (Homilía en las vísperas con Te Deum, 31 de diciembre de 2023).

El Señor nos ha querido precisamente en este tiempo lleno de desafíos que, a veces, nos parecen más grandes que nuestras fuerzas. Estamos llamados a abrazar estos desafíos, a interpretarlos evangélicamente, a vivirlos como ocasiones de testimonio. ¡No huyamos ante ellos! Que el compromiso pastoral, como el del estudio, se convierta para todos en una escuela para aprender a construir el Reino de Dios en el hoy de una historia compleja y estimulante. En tiempos recientes hemos tenido el ejemplo de santos sacerdotes que supieron conjugar la pasión por la historia con el anuncio del Evangelio, como don Primo Mazzolari y don Lorenzo Milani, profetas de paz y justicia. Y aquí en Roma hemos tenido a don Luigi Di Liegro que, ante tanta pobreza, dio su vida para buscar caminos de justicia y promoción humana. Bebamos de la fuerza de estos ejemplos para seguir sembrando semillas de santidad en nuestra ciudad.

Muy queridos, les aseguro mi cercanía, mi afecto y mi disponibilidad para caminar con ustedes. Encomendemos al Señor nuestra vida sacerdotal y pidámosle que crezcamos en la unidad, en la ejemplaridad y en el compromiso profético para servir a nuestro tiempo. Nos acompañe la sentida exhortación de san Agustín, que dijo: «Amar esta Iglesia, permanecer en esta Iglesia, ser esta Iglesia. Amar al buen Pastor, al Esposo hermoso, que no engaña a nadie y no quiere que nadie perezca. Oren también por las ovejas descarriadas: que también ellas vengan, también ellas reconozcan, también ellas amen, para que haya un solo rebaño y un solo pastor» (Discurso 138, 10).

¡Gracias!

martes, 24 de junio de 2025

JORNADA MUNCIAL DE LA CARIDAD DEL PAPA

 

La Iglesia celebra el 29 de junio el Óbolo de San Pedro, “Jornada mundial de la caridad del Papa”


a Iglesia celebra el 29 de juniosolemnidad de los santos Pedro y Pablo, el "Óbolo de San Pedro”. Un día en el que todos estamos invitados a rezar de manera especial por el Papa y a manifestar el sentido de pertenencia a la Iglesia y de amor y confianza en el Santo Padre.

Pero, además de ser un signo concreto de comunión con Pontífice, el Óbolo de San Pedro también es una llamada a contribuir económicamente con el fin de apoyar la misión del Santo Padre de anunciar el Evangelio, sostener sus iniciativas de caridad y ayudar en las emergencias humanitarias. De hecho, el 29 de junio también se denomina “Jornada mundial de la caridad del Papa”.

lunes, 23 de junio de 2025

ESPIRITUALIDAD LAICA

 

«El Reino no se anuncia sólo desde los ambones, sino también desde los escenarios, los despachos, los andamios, los quirófanos, las redes sociales y los bancos del parque»

Los Ejercicios Espirituales se asemejan a unas tablas de gimnasia interna que nos ayudan a exponernos a la acción de Dios y a asumir su llamada a vivir la plenitud de vida que nos ofrece en medio del mundo.

A partir de pautas para la oración personal y en ambiente de silencio, se ofrecerán pistas o puntos de oración y varias pláticas que complementarán, ampliarán e iluminarán lo que se ora por parte de los ejercitantes. Los protagonistas son el ejercitante y el Espíritu, la persona que los hace y Cristo.

Uniendo la oración y la vida en el mundo, se buscará libremente la voluntad de Dios en nuestra situación personal y social pudiendo ser ayudados por algún acompañante.

En esta ocasión un matrimonio también acompañará los ejercicios, por lo que animamos especialmente a matrimonios para que compartan juntos una experiencia personal que invita a transformar la vida.

Serán del 27 al 31 de agosto, en la Casa de Espiritualidad Madre Rafols. Los acompañantes son: José Luis Pinilla, SJ; Manuel de Tena Dávila y Maluque Sarmentero Vidal, matrimonio (Comunidad Grupos Católicos Loyola). Para más información e inscripciones: Rosaura: 619 84 49 46.

¡No pierdas esta oportunidad de encuentro con el Señor!

domingo, 22 de junio de 2025

CORPUS

 SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

 

"Lauda, Sion, Salvatorem".

La nueva Sión, Jerusalén espiritual, donde se reúnen los hijos e hijas de Dios de todos   los pueblos, lenguas y culturas, alaba al  Salvador con himnos y cantos, "cum hymnis et  canticis".

En efecto, son inagotables   el estupor y la gratitud de la Iglesia por el don de la Eucaristía.

Este don supera   toda alabanza: "Jamás podrás alabarle lo bastante" (Secuencia del Corpus).

La   bellísima antífona del "Magnificat" de las   II Vísperas expresa admirablemente el misterio eucarístico: "O sacrum convivium in quo Christus sumitur;   recolitur memoria passionis eius, mens impletur gratia, et futurae gloriae nobis pignus datur", "¡Oh sagrado banquete en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura! Aleluya".

Cada vez que nos reunimos para celebrar la Eucaristía "proclamamos la muerte del    Señor hasta que vuelva", "donec venias".

El fruto precioso es la unidad del Cuerpo   místico: "la Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía" (Ecclesia de Eucharistia n. 26).

Ciertamente, sin el Bautismo y la Eucaristía, la Iglesia no sería.

En la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber: Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por su carne, que da la vida a los hombres, vivificada  y vivificante por  el Espíritu Santo.

La Secuencia termina con esta súplica: "tuos ibi commensales, cohæredes et sodales, fac sanctorum civium", "admítenos en el Cielo entre tus comensales y haznos  coherederos en       compañía de los que habitan la ciudad de los santos".

Tanto la Misa como el Oficio fueron compuestos por santo Tomás de Aquino.

Reclamamos la atención sobre el segundo responsorio del Oficio de lectura:

"Reconoced en el pan  al mismo      que pendió en la Cruz; reconoced en el cáliz la sangre que brotó de su costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de    Cristo;  tomad y bebed  su sangre. Sois   ya miembros de CristoR. "Comed el vínculo que os mantiene unidos,  no sea que os disgreguéis; bebed el precio de vuestra redención, no sea que os despreciéis". "Despreciarse" significa aquí "envilecerse".

 

Misa: Gén 14, 18-20; Sal 109, 1bcde. 2. 3. 4; 1 Cor 11, 23-26; (Secuencia [forma larga/forma breve]); Lc 9, 11b-17

 

La segunda lectura, tomada de la Primera carta de san Pablo a los Corintios, es el relato escriturístico  más antiguo sobre la institución de la Eucaristía.

Es una  tradición que el Apóstol ha recibido del    mismo Señor y ha trasmitido a la comunidad.

Con la institución de la Eucaristía,  Jesucristo fundó la Iglesia, ya que ambas  no pueden existir una sin la otra.

Celebrarla es proclamar que Él ha muerto por   nosotros y que volverá porque ha Resucitado.

En el Evangelio, la narración de la    multiplicación de los panes según Lucas prefigura el banquete eucarístico.

Con ello se insiste, particularmente en este ciclo C, en que la Eucaristía  es un convite   sacrificial y vivificante; también la riqueza     del misterio eucarístico la dimensión comunitaria.

La comunión real con el Cuerpo y la Sangre del Señor crea la Iglesia, simbolizada en la multitud sentada por grupos en la multiplicación de los panes   y los peces.

La comunión eucarística, encuentro personal con Cristo, es siempre un encuentro    comunitario.

La Eucaristía   nunca se agotará, "Comieron todos y se saciaron" y será siempre un don sobreabundante, "cogieron las sobras: doce cestos".

Es importante subrayar la relación entre   Eucaristía y caridad en este ciclo C: la palabra del Señor nos compromete a todos: "Dadles vosotros de comer".

El Salmo y la  primera lectura son una misma cosa: el sacerdocio de Jesús según el orden de Melquisedec es eterno.

Por ello, la Liturgia es el ejercicio del Sacerdocio eterno   de Jesucristo en la Iglesia.

Jesús asume los sacrificios de la antigua Alianza, recordemos el "Ut supradel Canon Romano, y los     lleva a su plenitud definitiva.