PAPAS
DE LA IGLESIA CATÓLICA QUE HAN EJERCIDO
SU MINISTERIO DESDE EL INICIO DE LA IGLESIA DE SAN LEÓN MAGNO
JUAN
XXIII
Angelo
Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881, en Sotto il Monte, pueblito
que dista 12 kilómetros de Bérgamo, al norte de Italia.
Pappa
Angelo
era "hijo del viñador Roncalli". En efecto, él era descendiente de
una familia campesina, profundamente católica, humilde y a la vez muy numerosa:
eran trece hermanos, de los cuales él era el tercero.
El
10 de agosto de 1904 es ordenado sacerdote, y su primera Misa la ofició al día
siguiente en la Basílica de San Pedro.
En
1905 el Padre Roncalli vuelve a Bérgamo para trabajar al lado de su Obispo,
Mons. Giacomo Tedeschi (1857-1914), quien lo nombró su secretario personal. El
Padre Roncalli aprendió mucho de la vida ejemplar de su Obispo, con quien
trabajó hasta el día en que éste fue llamado a la casa del Padre, el año 1914.
De él escribió una intensa biografía, cuya primera edición apareció en Bérgamo
el año 1916. En su época de secretario (1905-1914) enseñaba también en el
seminario de Bérgamo, dictando clases de Historia de la Iglesia y de
Apologética.
Con
el estallido de la primera guerra mundial, en 1914, se incorpora en Bérgamo al
ejército, ofreciendo su servicio primero en la pastoral sanitaria, y a partir
de 1916 como capellán militar.
En
marzo de 1925 el Sucesor de Benedicto XV, Pío XI, lo nombra Visitador
Apostólico en Bulgaria, una nación mayoritariamente ortodoxa y con un Estado
confesional ortodoxo, donde los católicos apenas bordeaban las 40.000 personas.
Después de siete siglos Bulgaria contaría nuevamente con un representante
oficial de la Santa Sede en su territorio. Mons. Roncalli era enviado
prácticamente a "tierra de misión". El 19 de marzo de 1921, dos
semanas después de este nombramiento, Guiseppe Roncalli era consagrado Obispo,
y un mes después se encontraba ya en Sofía, capital búlgara.
En
1934 es nombrado Delegado Apostólico para Turquía y Grecia, por lo que se
traslada a Estambul primero, y en 1937 a Atenas.
El 6
de diciembre de 1944, en un momento muy delicado que exigía de gran tacto y
habilidad diplomática, el Papa Pío XII lo nombra Nuncio en París, a donde llega
el 1 de enero de 1945.
En
enero de 1953 el Nuncio de París, cuando contaba ya con 71 años, es nombrado
por el Papa Pío XII Cardenal y Patriarca de Venecia, una Diócesis pequeña pero
muy importante.
II.
Su pontificado
El
cardenal Angelo Giuseppe Roncalli contaba con 76 años cuando el 28 de octubre
de 1958 era elegido para suceder en la sede petrina a S.S. Pío XII. El nuevo
Papa quiso asumir el nombre del Apóstol Juan, el discípulo amado.
A
pesar de su edad —por la que muchos quisieron considerar su pontificado como
uno "de transición" el Pontífice Juan XXIII se preparaba para asumir
un gran reto: convocar un nuevo Concilio Ecuménico, lo que tomó por sorpresa a
más de uno. Ya en tiempos de su predecesor el Papa Pio XII se había venido
preparando un concilio universal, pero por diversas razones el proyecto quedó
interrumpido.
S.S.
Juan XXIII supo acoger la inspiración del Espíritu Santo, y, mostrando una vez
más su paternal bondad y su gran energía y vitalidad llevó adelante la
convocatoria del Concilio Vaticano II. Por su humilde deseo de ser un buen
"párroco del mundo" supo ver la necesidad de que la Iglesia reflexionara
sobre sí misma para poder responder adecuadamente a las necesidades de todos
los hombres y mujeres pertenecientes a un mundo en cambio que se alejaba cada
vez más de Dios.
El
espíritu de su pontificado fue definido por él mismo en junio de 1959, con el
término: aggiornamento, que se esclarecerá mejor en el radiomensaje Ecclesia
Christi lumen gentium, del 11 de setiembre de 1962, en vísperas de la apertura
Concilio. Era el deseo del nuevo Papa y de la Iglesia toda prepararse para
responder con fidelidad a los nuevos desafíos apostólicos del mundo hodierno.
Así,
pues, el "Papa bueno", un 25 de enero de 1959 (poco más de dos meses
de iniciado su pontificado), tomaba por sorpresa a propios y extraños
convocando a todos los obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano
II. La tarea primordial era la de prepararse a responder a los signos de los
tiempos buscando, según la inspiración divina, un aggiornamiento de la Iglesia
que en todo respondiese a las verdades evangélicas. «¿Qué otra cosa es, en
efecto, un Concilio Ecuménico —decía el Papa Bueno— sino la renovación de este
encuentro de la faz de Cristo resucitado, rey glorioso e inmortal, radiante
sobre la Iglesia toda, para salud, para alegría y para resplandor de las humans
gentes?» Para esto planteaba el famoso aggiornamento hacia adentro, presentando
a los hijos de la Iglesia la fe que ilumina y la gracia que santifica, y hacia
afuera presentando ante el mundo el tesoro de la fe a través de sus enseñanzas.
Estas dos dimensiones se manifestarían constantemente en su pontificado.
La
apertura eclesial al mundo se muestra con claridad en sus encíclicas, siempre
dejando en claro que ello no significaba en absoluto ceder en las verdades de
fe. «Esta doctrina es, sin duda, verdadera e inmutable, y el fiel debe
prestarle obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según las
exigencias de nuestro tiempo. Una cosa, en efecto, es el depósito de la fe o
las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta es el
modo como se enuncian estas verdades, conservando, sin embargo, el mismo
sentido y significado».
Dentro
de este espíritu de apertura en fidelidad a la doctrina de siempre, el Papa
Juan XXIII se esforzó también en buscar un mayor acercamiento y unión entre los
cristianos. Su encíclica Ad Petri cathedram (1959) y la institución de un
Secretariado para la Promoción de la Unión de los Cristianos fueron hitos muy
importantes en este propósito.
El
Concilio Vaticano II
Para
S.S. Juan XXIII cuatro habían de ser los principales propósitos de este gran
Concilio:
-
Buscar una profundización en la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma.
-
Impulsar una renovación de la Iglesia en su modo de aproximarse a las diversas
realidades modernas, mas no en su esencia.
-
Promover un mayor diálogo de la Iglesia con todos los hombres de buena voluntad
en nuestro tiempo.
-
Promover la reconciliación y unidad entre todos los cristianos.
Su
legado
El
segundo Concilio Vaticano, luego de una larga y concienzuda preparación, se
inició el 11 de octubre de 1962, aunque él mismo no sería el elegido para
llevarlo a su feliz término. Pronto el Papa Juan XXIII se enteraba de su mortal
enfermedad que, asociándolo a la Cruz del Señor, le llevaría por un largo
camino de pasión, ofrecido por toda la Iglesia.
Juan
XXIII fue llamado a la casa del Padre el 3 de junio de 1963, a poco de haberse
iniciado el Concilio Vaticano II.
Su
muerte suscitó una profunda tristeza en el mundo entero, lo que manifestó LA
manera en que este Papa se hizo querer en tan poco tiempo. Ciertamente, su
extraordinaria bondad y simpatía le permitió ganarse la amistad y el respeto de
gente muy diversa, lo que con justicia le mereció el calificativo de "Il
Papa buono", el Papa bueno.
III.
Sus principales documentos
·
Eclesiología:
Gaudet
Mater Ecclesia (1962)
Credo
unam, sanctam, catholicam
Ecclesiam (1962)
·
Evangelización:
Princeps
Pastorum (1959)
Ecclesia
Christi lumen gentium (1962)
·
Convivencia social:
Ad
Petri Cathedram (1959)
Mater
et Magistra (1961)
Pacem
in terris (1963)
·
Medios de comunicación:
La
grave obligación de todos (1959)
PABLO VI
Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista
Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde
pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor
al estudio.
Acogiendo la llamada sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19
años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del Señor el 29 de mayo de
1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí
sus estudios teológicos.
Allí mismo realizó estudios
también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al
servicio papal como miembro de la Secretaría de Estado. En mayo de 1923 se le
nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo
que abandonar a finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando
nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre Montini dedicó
gran parte de sus esfuerzos apostólicos al movimiento italiano de estudiantes
católicos (1924-1933), ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931,
a sus 32 años, le era asignada la cátedra de Historia Diplomática en la
Academia Diplomática.
En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien
por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de
servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que la Santa
Sede brindó a numerosos refugiados y presos de guerra.
Arzobispo y cardenal preparando el Concilio Vaticano II En
1944 , ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos
eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.
En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán.
En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII
quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del
Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente. Durante estos años previos al
Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados
Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).
Sumo Pontífice con apretado programa apostólico
Su pontificado El Cardenal Montini contaba con 66 años
cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de
1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres días antes de su coronación,
realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de
su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y
puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor. Además
de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad
de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en
el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial
preocupación pastoral.
En
torno al Concilio Vaticano II El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II
El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al
Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación.
En su primera encíclica, la "programática"
Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio,
planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a
conducir a la Iglesia, respondiendo a los "vientos de renovación" que
desplegaban las amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el día
anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es
espiritual; se refiere a la conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de
sí misma. El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica,
canónica, que la Iglesia necesita para conformarse a la conciencia mencionada,
para ser pura, santa, fuerte, auténtica. Y el tercer camino es apostólico; lo
hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este
camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe infundir en su actividad
ministerial en el concierto disonante, voluble y complejo del mundo
contemporáneo. Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se
abren ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la encíclica».
Sesiones del Concilio Vaticano II y varios viajes
apostólicos
Cronología del Concilio bajo su pontificado
El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del
Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la promulgación de la
Constitución sobre la Sagrada Liturgia.
En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin
precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con
Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.
El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica
programática Ecclesiam suam.
La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre
hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de la
Constitución sobre la Iglesia. En aquella ocasión proclamó a María como Madre
de la Iglesia.
Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre
1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico
Internacional.
El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del
Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un histórico
llamado a la paz mundial ante los representantes de todas las naciones.
El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran
Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración
conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas
—pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental y Occidental en
Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento culminante del cisma entre
las Iglesias de oriente y la de occidente—.
El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los
decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al
29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda la Iglesia a la luz
de las grandes enseñanzas conciliares.
El Post-Concilio La aplicación del Concilio: la época
post-conciliar Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se
iniciaba el difícil periodo de su aplicación. Ello exigía un hombre de mucha
fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de
profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por
donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo
proceso de cambio, de adecuación, de renovación... propias también de la furia
del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre la Iglesia de Cristo.
Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal
de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo
testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su
actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como
su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado.
Como timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una tranquilidad y
un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos, cuando parecía
que ella era sacudida desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en
su compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).
Otras tareas y en primer Papa en América Otras labores de
su pontificado
El Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la
unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así
los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.
Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración
colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo
las más significativas el proceso de consilidación de las Conferencias
Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos Sínodos locales y
también los Sínodos internacionales trienales. Durante su pontificado los temas
tratados en estos Sínodos episcopales fueron:
el sacerdocio (1971);
la evangelización (1974);
la catequesis (1977).
Otro hito importante de su pontificado lo constituye el
viaje realizado al continente americano para la inauguración de la II
Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo ésta la primera vez
que un Sucesor de Pedro pisaba tierras americanas.
Su peculiar doctrina Las enseñanzas al Pueblo de Dios
S.S. Pablo VI ha dejado un rico
legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la
encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo
integral de la persona. Esta encíclica fue la base para la Conferencia de los
Obispos latinoamericanos en Medellín. También merece ser especialmente
mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización,
que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de
la Iglesia. Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y
profundizar la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de fondo de la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.
Iluminando la plenitud humana de vida próximo ya a su
muerte .Su tránsito a la casa del Padre
Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en favor
de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su presencia por el
Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de la Transfiguración (que
curiosamente fue también la fecha de la publicación de la encíclica que
anunciaba el programa de su pontificado).
III. Su magisterio pontificio
Encíclicas:
Ecclesiam suam (6-8-1964), sobre los caminos que la Iglesia
Católica debe seguir en la actualidad para cumplir con su misión.
Mysterium fidei (3-9-1965), sobre la doctrina y culto de la
Santa Eucaristía.
Populorum progressio (26-3-1967), sobre la necesidad de
promover el desarrollo de los pueblos.
Sacerdotalis caelibatus (24-6-1967), sobre el celibato
sacerdotal.
Humanae vitae (25-7-1968), sobre la regulación de la
natalidad.
Exhortaciones apostólicas:
Marialis cultus (2-2-1974), sobre la recta ordenación y
desarrollo del culto a la Santísima Virgen.
Petrum et Paulum
Gaudete in Domino (9-5-1975), sobre la alegría cristiana
Evangelii nuntiandi (8-12-1975), acerca de la evangelización
en el mundo contemporáneo.
Cartas apostólicas:
Octogesima adveniens (1971), con ocasión del 80 aniversario
de la encíclica Rerum novarum.
Declaraciones:
Persona humana (29-12-1975), acerca de algunas cuestiones de
ética sexual.
Inter insigniores (15-10-1976), sobre la cuestión de la
admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial.
Otros:
Constitución apostólica Paenitemini (17-2-1966), sobre el
valor de la penitencia individual.
El "Credo del Pueblo de Dios" (30-6-1968)
JUAN PABLO I
Albino Luciani nació el 17 de octubre de 1912, en Forno di
Canale (hoy Canale d´Agordo), por entonces un pueblecito de poco más de mil
habitantes al norte de Italia, en la diócesis de Belluno.
Albino pertenecía a una familia
humilde y de escasos recursos. Su padre, un hombre de carácter amable, era
obrero. Habiendo enviudado en su primer matrimonio, se casó en segundas nupcias
con una mujer muy piadosa y de firmes principios católicos.
Albino era el mayor de cuatro hermanos. Después de estudiar
en el seminario local de Belluno, fue ordenado sacerdote del Señor el 7 de
julio de 1935. Posteriormente se dirigió a Roma para continuar sus estudios
teológicos en la universidad Gregoriana.
En 1937 regresó a su pueblo natal, donde fue nombrado
coadjutor de la parroquia. Pronto sería nombrado vicerrector del Seminario
Gregoriano de Belluno y allí, por espacio de diez años, se dedicó a enseñar
diversas materias: teología dogmática, moral, derecho y arte sacro. Su perfil
como maestro lo describiría uno de sus alumnos de este modo: «el padre Albino
era sumamente apreciado por su capacidad de síntesis, de ir a lo esencial.
(...) Como superior, unía una cierta firmeza con mucha benevolencia, con lo cual
convertía en una persona activa a todo aquel que le faltaba entusiasmo».
En 1947 fue nombrado Pro-vicario de la diócesis de Belluno,
y dos años más tarde le fue encomendada la organización del Congreso
Eucarístico de Belluno. De la experiencia de todos esos años, y como director
de la oficina de Catequesis, publicó por entonces un libro titulado: Catequesis
en migajas. En efecto, el campo de su especial interés era la catequesis. Había
nacido para ser maestro.
El año 1954 es nombrado vicario general de Belluno, y cuatro
años más tarde el Papa Juan XXIII, en Roma, lo consagraba Obispo para la
diócesis de Vittorio Veneto, cerca de Venecia.
En 1969 el Papa Pablo VI lo nombra patriarca de Venecia, y
en 1973 es creado cardenal por el mismo Papa.
A la muerte de todo papa se declara vacante la Sede de
Pedro. Este es emblema del Cardenal Camarlengo y de la Sede vacante.
Durante tres años (1973-76), será vicepresidente de la
Conferencia Episcopal Italiana.
Su breve pontificado
El Papa Juan Pablo I se proyectaba como un hombre de
diálogo, de escucha, y se mostraba en todo momento cercano, dialogante, tan
conciliador como coherente, muy humilde y sonriente. Su tarea —así lo entendía
él— era la del pastoreo de la Iglesia en fidelidad a lo que el Espíritu había
ido suscitando ante los «signos de los tiempos». Para el la responsabilidad de
gobierno era servicio: «Nosotros los obispos gobernamos sólo si servimos:
nuestro gobierno es adecuado si se concreta en servicio o se ejerce con miras
al servicio, con espíritu y estilo de servicio». Y servir es eseñar, exhortar,
es guiar, ejercer la sacra potestad.
Sin embargo, Juan Pablo I, elegido por el Espíritu Santo
para ser «párroco del mundo» en la sucesión de la cátedra de San Pedro, por los
misteriosos designios de Dios sería llamado pronto a la Casa del Padre, el 28
de septiembre de 1978, habiendo transcurrido escasamente un mes de su
pontificado.
JUAN PABLO II
Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su
elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a
50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres
hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su
hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del
ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la
Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los
18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la
escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad
Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la
Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego
en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a
Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio,
siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido
por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo,
fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también
clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el
seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología
de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1
de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés
Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema
de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum
Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el
ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas
parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando
reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la
Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la
posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max
Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en
el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo
titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28
de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del
Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia
por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de
San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965),
con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et
spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los
Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978.
Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su
ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido
uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable
espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo
omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó
104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país.
Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los
responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las
1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye
las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones
de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles
que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en
el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de
gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738
audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con
Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las
Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a
lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo.
Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros
mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de
las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración
por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se
acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las
líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y
se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta
apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del
tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió
la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para
mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a
los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las
que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos.
Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno
"in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9
consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales
ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria
(1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas,
15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas
apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la
Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó
el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales;
y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de
la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996);
"Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003);
“¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37,
mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y
domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias
del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a
Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la
basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años
de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización
de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini,
vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
BENEDICTO XVI
El cardenal Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, nació en
Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (Sábado
Santo), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la gendarmería,
provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera, de
condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de artesanos de
Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó de cocinera en varios
hoteles.
Pasó su infancia y su
adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con
Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese marco, que él mismo ha
definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana, humana y cultural.
El período de su juventud no fue fácil. La fe y la educación
de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos
en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la
Iglesia católica. El joven Joseph vio como los nazis golpeaban al párroco antes
de la celebración de la Santa Misa.
Precisamente en esa compleja situación, descubrió la belleza
y la verdad de la fe en Cristo; para ello fue fundamental la actitud de su
familia, que siempre dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una
arraigada pertenencia a la Iglesia.
Hasta el mes de septiembre de 1944 estuvo enrolado en
los servicios auxiliares antiaéreos.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela
superior de filosofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en
Baviera.
Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951.
Un año después, inició su actividad como profesor en la
Escuela superior de Freising.
En el año 1953 se doctoró en teología con la tesis: “Pueblo
y casa de Dios en la doctrina de la Iglesia en san Agustín”. Cuatro años más
tarde, bajo la dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb
Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre:
“La teología de la historia de san Buenaventura”.
Tras ejercer como profesor de teología dogmática y
fundamental en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising,
prosiguió su actividad docente en Bona, de 1959 a 1963; en Muñiste, de 1963 a
1966; y en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático
de dogmática e historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó
también el cargo de vicerrector de la Universidad.
De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones al Concilio
Vaticano II como “experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph
Frings, arzobispo de Colonia.
Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar
importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la
Comisión Teológica Internacional.
En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de
Lubac y otros grandes teólogos, fundó la revista de teología “Communio”.
El 25 de marzo de 1977, el Papa
Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo recibió la
Ordenación episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años,
que asumió el gobierno pastoral de la gran archidiócesis bávara. Escogió como
lema episcopal: “Colaborador. de la verdad” y él mismo lo explicó: “Por un
lado, me parecía que expresaba la relación entre mi tarea previa como profesor
y mi nueva misión. Aunque de diferentes modos, lo que estaba y seguía estando
en juego era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí este
lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi
totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin
embargo, si falta la verdad todo se desmorona”.
Pablo VI lo creó cardenal, con el título presbiteral de
“Nuestra Señora de la Consolación en el Tiburtino”, en el consistorio del 27 de
junio del mismo año.
En 1978, el Cardenal Ratzinger participó en el
Cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual
lo nombró su Enviado Especial al III Congreso mariológico internacional, que
tuvo lugar en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de
octubre del mismo año, participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo
II.
Fue Relator en la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de
los Obispos, de 1980, sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el
mundo contemporáneo”, y Presidente delegado de la VI Asamblea general
ordinaria, de 1983, sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la
Iglesia”.
Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, y Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la
Comisión Teológica Internacional, el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero
de 1982 renunció al gobierno pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising
El 5 de abril de 1993, lo elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede
suburbicaria de Velletri-Segni.
Fue Presidente de la Comisión para la preparación del
Catecismo de la Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo
(1986-1992), presentó al Papa el nuevo Catecismo.
Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección
del cardenal Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por
los Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó
su elección como Decano; con dicho cargo le fue asignada, además, la sede suburbicaria
de Ostia.
En 1999 fue Enviado Especial del Papa a las celebraciones
con ocasión del XII centenario de la creación de la diócesis de Paderborn,
Alemania, que tuvieron lugar el 3 de enero.
Desde el 13 de noviembre de 2000 fue Académico honorario de
la Academia Pontificia de las Ciencias.
En la Curia romana, fue miembro
del Consejo de la Secretaria de Estado para las Relaciones con los Estados; de
las Congregaciones para las Iglesias Orientales, para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, para los Obispos, para la Evangelización de los
Pueblos, para la Educación Católica, para el Clero y para las Causas de los
Santos; de los Consejos pontificios para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos y para la Cultura; del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica;
y de las Comisiones pontificias para América Latina, “Ecclesia Dei”, para la
Interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico y para la Revisión del
Código de Derecho Canónico Oriental.
Entre sus numerosas publicaciones ocupa un lugar destacado
el libro: "Introducción al Cristianismo", recopilación de lecciones
universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica;
"Palabra en la Iglesia" (1973), antología de ensayos, predicaciones y
reflexiones dedicadas a la pastoral.
Tuvo gran resonancia el discurso que pronunció ante la
Academia bávara sobre el tema “¿Por qué sigo aún en la Iglesia?”, en el que,
con su habitual claridad, afirmó: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano
y no al margen de la Iglesia”.
Sus publicaciones fueron abundantes a lo largo de los años,
constituyendo un punto de referencia para muchas personas, especialmente para
los que querían profundizar en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista
“Informe sobre la fe” y, en 1996 “La sal de la tierra”. Asimismo, con ocasión
de su 70° cumpleaños, se publicó el libro: “En la escuela de la verdad”, en el
que varios autores ilustran diversos aspectos de su personalidad y de su obra.
FRANCISCO
El primer Papa americano es el jesuita argentino Jorge Mario
Bergoglio, de 76 años, arzobispo de Buenos Aires. Es una figura destacada de
todo el continente y un pastor sencillo y muy querido en su diócesis, que ha
visitado a lo ancho y a lo largo, incluso trasladándose en medios de transporte
público, en los quince años de ministerio episcopal.
«Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos», ha dicho más de
una vez para explicar la opción de vivir en un apartamento y de prepararse la
cena él mismo. A sus sacerdotes siempre les ha recomendado misericordia,
valentía apostólica y puertas abiertas a todos. Lo peor que puede suceder en la
Iglesia, explicó en algunas circunstancias, «es aquello que De Lubac llama mundanidad
espiritual», que significa «ponerse a sí mismo en el centro». Y cuando cita la
justicia social, invita en primer lugar a volver a tomar el catecismo, a
redescubrir los diez mandamientos y las bienaventuranzas. Su proyecto es
sencillo: si se sigue a Cristo, se comprende que «pisotear la dignidad de una
persona es pecado grave».
Su biografía oficial es de pocas líneas, al menos hasta el
nombramiento como arzobispo de Buenos Aires. Llegó a ser un punto de referencia
por sus fuertes tomas de posición durante la dramática crisis económica que
devastó el país en 2001.
En la capital argentina nació el 17 de diciembre de 1936,
hijo de emigrantes piamonteses: su padre, Mario, era contador, empleado en
ferrocarril, mientras que su madre, Regina Sivori, se ocupaba de la casa y de
la educación de los cinco hijos.
Se diplomó como técnico químico, y eligió luego el camino
del sacerdocio entrando en el seminario diocesano de Villa Devoto. El 11 de
marzo de 1958 pasó al noviciado de la Compañía de Jesús. Completó los estudios
de humanidades en Chile y en 1963, al regresar a Argentina, se licenció en
filosofía en el Colegio San José, de San Miguel. Entre 1964 y 1965 fue profesor
de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe y en 1966
enseñó las mismas materias en el Colegio del Salvador en Buenos Aires. De 1967
a 1970 estudió teología en el Colegio San José, y obtuvo la licenciatura.
El 13 de diciembre de 1969 recibió la ordenación sacerdotal
de manos del arzobispo Ramón José Castellano. Prosiguió la preparación en la
Compañía de 1970 a 1971 en Alcalá de Henares (España), y el 22 de abril de 1973
emitió la profesión perpetua. De nuevo en Argentina, fue maestro de novicios en
Villa Barilari en San Miguel, profesor en la facultad de teología, consultor de
la provincia de la Compañía de Jesús y también rector del Colegio.
El 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de los
jesuitas de Argentina, tarea que desempeñó durante seis años. Después reanudó
el trabajo en el campo universitario y entre 1980 y 1986 es de nuevo rector del
colegio de San José, además de párroco en San Miguel. En marzo de 1986 se
traslada a Alemania para ultimar la tesis doctoral; posteriormente los
superiores le envían al colegio del Salvador en Buenos Aires y después a la
iglesia de la Compañía de la ciudad de Córdoba, como director espiritual y
confesor.
Es el cardenal Antonio Quarracino quien le llama como su
estrecho colaborador en Buenos Aires. Así, el 20 de mayo de 1992 Juan Pablo II
le nombra obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio
recibe en la catedral la ordenación episcopal de manos del purpurado. Como lema
elige Miserando atque eligendo y en el escudo incluye el
cristograma ihs, símbolo de la Compañía de Jesús.
Concede su primera entrevista como obispo a un pequeño
periódico parroquial, «Estrellita de Belén». Es nombrado enseguida vicario
episcopal de la zona de Flores y el 21 de diciembre de 1993 se le encomienda
también la tarea de vicario general de la arquidiócesis. Por lo tanto no
sorprendió que el 3 de junio de 1997 fuera promovido como arzobispo coadjutor
de Buenos Aires. Antes de nueve meses, a la muerte del cardenal Quarracino, le
sucede, el 28 de febrero de 1998, como arzobispo, primado de Argentina. El 6 de
noviembre sucesivo fue nombrado Ordinario para los fieles de rito oriental
residentes en el país y desprovistos de Ordinario del propio rito.
Tres años después, en el Consistorio del 21 de febrero de
2001, Juan Pablo II le crea cardenal, asignándole el título de san Roberto
Bellarmino. En esa ocasión, invita a los fieles a no acudir a Roma para
celebrar la púrpura y a destinar a los pobres el importe del viaje. Gran
canciller de la Universidad Católica Argentina, es autor de los libros
Meditaciones para religiosos (1982), Reflexiones sobre la vida apostólica
(1986) y Reflexiones de esperanza (1992).
En octubre de 2001 es nombrado relator general adjunto para
la décima asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, dedicada al
ministerio episcopal, encargo recibido en el último momento en sustitución del
cardenal Edward Michael Egan, arzobispo de Nueva York, de presencia necesaria
en su país a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre. En el
Sínodo subraya en particular la «misión profética del obispo», su «ser profeta
de justicia», su deber de «predicar incesantemente» la doctrina social de la
Iglesia, pero también de «expresar un juicio auténtico en materia de fe y de
moral».
Mientras, en América Latina su figura se hace cada vez más
popular. A pesar de ello, no pierde la sobriedad de trato y el estilo de vida
riguroso, por alguno definido casi «ascético». Con este espíritu en 2002
declina el nombramiento como presidente de la Conferencia episcopal argentina,
pero tres años después es elegido y más tarde reconfirmado por otro trienio en
2008. Entre tanto, en abril de 2005, participa en el cónclave en el que es
elegido Benedicto XVI
Como arzobispo de Buenos Aires —diócesis de más de tres
millones de habitantes— piensa en un proyecto misionero centrado en la comunión
y en la evangelización. Cuatro los objetivos principales: comunidades abiertas
y fraternas; protagonismo de un laicado consciente; evangelización dirigida a
cada habitante de la ciudad; asistencia a los pobres y a los enfermos. Apunta a
reevangelizar Buenos Aires «teniendo en cuenta a quien allí vive, cómo está
hecha, su historia». Invita a sacerdotes y laicos a trabajar juntos. En
septiembre de 2009 lanza a nivel nacional la campaña de solidaridad por el
bicentenario de la independencia del país: doscientas obras de caridad para
llevar a cabo hasta 2016. Y, en clave continental, alimenta fuertes esperanzas
en la estela del mensaje de la Conferencia de Aparecida de 2007, que define «la
Evangelii nuntiandi de América Latina».
Hasta el inicio de la sede vacante era miembro de las
Congregaciones para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para el
clero, para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida
apostólica; del Consejo pontificio para la familia y de la Comisión pontificia
para América Latina.
PAPAS
DE LA IGLESIA CATÓLICA QUE HAN EJERCIDO
SU MINISTERIO DESDE EL INICIO DE LA IGLESIA DE SAN LEÓN MAGNO
JUAN
XXIII
Angelo
Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881, en Sotto il Monte, pueblito
que dista 12 kilómetros de Bérgamo, al norte de Italia.
Pappa
Angelo
era "hijo del viñador Roncalli". En efecto, él era descendiente de
una familia campesina, profundamente católica, humilde y a la vez muy numerosa:
eran trece hermanos, de los cuales él era el tercero.
El
10 de agosto de 1904 es ordenado sacerdote, y su primera Misa la ofició al día
siguiente en la Basílica de San Pedro.
En
1905 el Padre Roncalli vuelve a Bérgamo para trabajar al lado de su Obispo,
Mons. Giacomo Tedeschi (1857-1914), quien lo nombró su secretario personal. El
Padre Roncalli aprendió mucho de la vida ejemplar de su Obispo, con quien
trabajó hasta el día en que éste fue llamado a la casa del Padre, el año 1914.
De él escribió una intensa biografía, cuya primera edición apareció en Bérgamo
el año 1916. En su época de secretario (1905-1914) enseñaba también en el
seminario de Bérgamo, dictando clases de Historia de la Iglesia y de
Apologética.
Con
el estallido de la primera guerra mundial, en 1914, se incorpora en Bérgamo al
ejército, ofreciendo su servicio primero en la pastoral sanitaria, y a partir
de 1916 como capellán militar.
En
marzo de 1925 el Sucesor de Benedicto XV, Pío XI, lo nombra Visitador
Apostólico en Bulgaria, una nación mayoritariamente ortodoxa y con un Estado
confesional ortodoxo, donde los católicos apenas bordeaban las 40.000 personas.
Después de siete siglos Bulgaria contaría nuevamente con un representante
oficial de la Santa Sede en su territorio. Mons. Roncalli era enviado
prácticamente a "tierra de misión". El 19 de marzo de 1921, dos
semanas después de este nombramiento, Guiseppe Roncalli era consagrado Obispo,
y un mes después se encontraba ya en Sofía, capital búlgara.
En
1934 es nombrado Delegado Apostólico para Turquía y Grecia, por lo que se
traslada a Estambul primero, y en 1937 a Atenas.
El 6
de diciembre de 1944, en un momento muy delicado que exigía de gran tacto y
habilidad diplomática, el Papa Pío XII lo nombra Nuncio en París, a donde llega
el 1 de enero de 1945.
En
enero de 1953 el Nuncio de París, cuando contaba ya con 71 años, es nombrado
por el Papa Pío XII Cardenal y Patriarca de Venecia, una Diócesis pequeña pero
muy importante.
II.
Su pontificado
El
cardenal Angelo Giuseppe Roncalli contaba con 76 años cuando el 28 de octubre
de 1958 era elegido para suceder en la sede petrina a S.S. Pío XII. El nuevo
Papa quiso asumir el nombre del Apóstol Juan, el discípulo amado.
A
pesar de su edad —por la que muchos quisieron considerar su pontificado como
uno "de transición" el Pontífice Juan XXIII se preparaba para asumir
un gran reto: convocar un nuevo Concilio Ecuménico, lo que tomó por sorpresa a
más de uno. Ya en tiempos de su predecesor el Papa Pio XII se había venido
preparando un concilio universal, pero por diversas razones el proyecto quedó
interrumpido.
S.S.
Juan XXIII supo acoger la inspiración del Espíritu Santo, y, mostrando una vez
más su paternal bondad y su gran energía y vitalidad llevó adelante la
convocatoria del Concilio Vaticano II. Por su humilde deseo de ser un buen
"párroco del mundo" supo ver la necesidad de que la Iglesia reflexionara
sobre sí misma para poder responder adecuadamente a las necesidades de todos
los hombres y mujeres pertenecientes a un mundo en cambio que se alejaba cada
vez más de Dios.
El
espíritu de su pontificado fue definido por él mismo en junio de 1959, con el
término: aggiornamento, que se esclarecerá mejor en el radiomensaje Ecclesia
Christi lumen gentium, del 11 de setiembre de 1962, en vísperas de la apertura
Concilio. Era el deseo del nuevo Papa y de la Iglesia toda prepararse para
responder con fidelidad a los nuevos desafíos apostólicos del mundo hodierno.
El
Concilio Vaticano II
Para
S.S. Juan XXIII cuatro habían de ser los principales propósitos de este gran
Concilio:
Su
legado
III.
Sus principales documentos
·
Eclesiología:
PABLO VI
Hijo de un abogado y de una piadosa mujer, Giovanni Battista
Montini nació en Concesio, cerca de Brescia, el 26 de septiembre de 1897. Desde
pequeño Giovanni se caracterizó por una gran timidez, así como por un gran amor
al estudio.
Acogiendo la llamada sacerdotal, Giovanni ingresó a los 19
años al Seminario de Brescia. Ordenado sacerdote del Señor el 29 de mayo de
1920, cuando tenía cumplidos 23 años, se dirigió a Roma para perfeccionar allí
sus estudios teológicos.
Allí mismo realizó estudios
también en la academia pontificia de estudios diplomáticos y en 1922 ingresó al
servicio papal como miembro de la Secretaría de Estado. En mayo de 1923 se le
nombró secretario del Nuncio en Varsovia, cargo que por su frágil salud tuvo
que abandonar a finales del mismo año. De vuelta en Roma, y trabajando
nuevamente en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, el padre Montini dedicó
gran parte de sus esfuerzos apostólicos al movimiento italiano de estudiantes
católicos (1924-1933), ejerciendo allí una importante labor pastoral. En 1931,
a sus 32 años, le era asignada la cátedra de Historia Diplomática en la
Academia Diplomática.
En 1937 fue nombrado asistente del Cardenal Pacelli, quien
por entonces se desempeñaba como Secretario de Estado. En este puesto de
servicio Monseñor Montini prestaría un valioso apoyo en la ayuda que la Santa
Sede brindó a numerosos refugiados y presos de guerra.
Arzobispo y cardenal preparando el Concilio Vaticano II En
1944 , ya bajo el pontificado de S.S. Pío XII, fue nombrado director de asuntos
eclesiásticos internos, y ocho años más tarde, Pro-secretario de Estado.
En 1954, el Papa Pío XII lo nombró Arzobispo de Milán.
En diciembre de 1958 fue creado Cardenal por S.S. Juan XXIII
quien, al mismo tiempo, le otorgó un importante rol en la preparación del
Concilio Vaticano II al nombrarlo su asistente. Durante estos años previos al
Concilio, el Cardenal Montini realizó algunos viajes importantes: Estados
Unidos (1960); Dublín (1961); África (1962).
Sumo Pontífice con apretado programa apostólico
Su pontificado El Cardenal Montini contaba con 66 años
cuando fue elegido como sucesor del Pontífice Juan XXIII, el 21 de junio de
1963, tomando el nombre de Pablo VI. Tres días antes de su coronación,
realizada el 30 de junio, el nuevo Papa daba a conocer a todos el programa de
su pontificado: su primer y principal esfuerzo se orientaba a la culminación y
puesta en marcha del gran Concilio, convocado e inaugurado por su predecesor. Además
de esto, el anuncio universal del Evangelio, el trabajo en favor de la unidad
de los cristianos y del diálogo con los no creyentes, la paz y solidaridad en
el orden social —esta vez a escala mundial—, merecerían su especial
preocupación pastoral.
En
torno al Concilio Vaticano II El Papa Pablo VI y el Concilio Vaticano II
El pontificado de Pablo VI está profundamente vinculado al
Concilio, tanto en su desarrollo como en la inmediata aplicación.
En su primera encíclica, la "programática"
Ecclesiam suam, publicada en 1966 al finalizar la segunda sesión del Concilio,
planteaba que eran tres los caminos por los que el Espíritu le impulsaba a
conducir a la Iglesia, respondiendo a los "vientos de renovación" que
desplegaban las amplias velas de la barca de Pedro. Decía él mismo el día
anterior a la publicación de su encíclica Ecclesiam suam: El primer camino «es
espiritual; se refiere a la conciencia que la Iglesia debe tener y fomentar de
sí misma. El segundo es moral; se refiere a la renovación ascética, práctica,
canónica, que la Iglesia necesita para conformarse a la conciencia mencionada,
para ser pura, santa, fuerte, auténtica. Y el tercer camino es apostólico; lo
hemos designado con términos hoy en boga: el diálogo; es decir, se refiere este
camino al modo, al arte, al estilo que la Iglesia debe infundir en su actividad
ministerial en el concierto disonante, voluble y complejo del mundo
contemporáneo. Conciencia, renovación, diálogo, son los caminos que hoy se
abren ante la Iglesia viva y que forman los tres capítulos de la encíclica».
Sesiones del Concilio Vaticano II y varios viajes
apostólicos
Cronología del Concilio bajo su pontificado
El 29 de setiembre de 1963 se abre la segunda sesión del
Concilio. S.S. Pablo VI la clausura el 4 de diciembre con la promulgación de la
Constitución sobre la Sagrada Liturgia.
En enero de 1964 (4-6), S.S. Pablo VI realiza un viaje sin
precedentes a Tierra Santa, en donde se da un histórico encuentro con
Atenágoras I, Patriarca de Jerusalén.
El 6 de agosto de 1964, S.S. Pablo VI publica su encíclica
programática Ecclesiam suam.
La tercera sesión conciliar duraría del 14 de setiembre
hasta el 21 de noviembre de 1964. Se clausuraba con la promulgación de la
Constitución sobre la Iglesia. En aquella ocasión proclamó a María como Madre
de la Iglesia.
Entre la tercera y cuarta sesión del Concilio (diciembre
1964), S.S. Pablo VI viaja a Bombay, para participar en un Congreso Eucarístico
Internacional.
El 4 de octubre, durante la cuarta y última sesión del
Concilio, viaja a Nueva York a la sede de la ONU, para hacer un histórico
llamado a la paz mundial ante los representantes de todas las naciones.
El 7 de diciembre de 1965, un día antes de finalizar el gran
Concilio, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I hacen una declaración
conjunta por la que deploraban y se levantaban los mutuos anatemas
—pronunciados por representantes de la Iglesia Oriental y Occidental en
Constantinopla en 1054, y que marcaban el momento culminante del cisma entre
las Iglesias de oriente y la de occidente—.
El 8 de diciembre de 1965 confirmaba solemnemente todos los
decretos del Concilio, y proclamaba un jubileo extraordinario, el 1 de enero al
29 de mayo de 1966, para la reflexión y renovación de toda la Iglesia a la luz
de las grandes enseñanzas conciliares.
El Post-Concilio La aplicación del Concilio: la época
post-conciliar Culminado el gran Concilio abierto al tercer milenio, se
iniciaba el difícil periodo de su aplicación. Ello exigía un hombre de mucha
fortaleza interior, con un espíritu hondamente cimentado en el Señor; hombre de
profunda oración para discernir, a la luz del Espíritu los caminos seguros por
donde conducir al Pueblo de Dios en medio de dificultades propias de todo
proceso de cambio, de adecuación, de renovación... propias también de la furia
del enemigo, cuyas fuerzas buscan prevalecer sobre la Iglesia de Cristo.
Lo que a S.S. Pablo VI le tocó vivir como Pastor universal
de la grey del Señor, lo resume el Papa Juan Pablo II en un valiosísimo
testimonio, pues él —como dice él mismo— había podido «observar de cerca» su
actividad: «Me maravillaron siempre su profunda prudencia y valentía, así como
su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado.
Como timonel de la Iglesia, barca de Pedro, sabía conservar una tranquilidad y
un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos, cuando parecía
que ella era sacudida desde dentro, manteniendo una esperanza inconmovible en
su compactibilidad» (Redemptor hominis, 3).
Otras tareas y en primer Papa en América Otras labores de
su pontificado
El Papa Montini tuvo también una gran preocupación por la
unión de los cristianos, causa a la que dedicó no pocos esfuerzos, dando así
los primeros pasos hacia la unidad de todos los cristianos.
Por otro lado, fomentó con insistencia la colaboración
colegial de los obispos. Este impulso se concretaría de diversas formas, siendo
las más significativas el proceso de consilidación de las Conferencias
Episcopales Nacionales en toda la Iglesia, los diversos Sínodos locales y
también los Sínodos internacionales trienales. Durante su pontificado los temas
tratados en estos Sínodos episcopales fueron:
el sacerdocio (1971);
la evangelización (1974);
la catequesis (1977).
Otro hito importante de su pontificado lo constituye el
viaje realizado al continente americano para la inauguración de la II
Conferencia general del Episcopado Latinoamericano, siendo ésta la primera vez
que un Sucesor de Pedro pisaba tierras americanas.
Su peculiar doctrina Las enseñanzas al Pueblo de Dios
S.S. Pablo VI ha dejado un rico
legado en sus muchos escritos. Dentro de esta larga lista cabe resaltar a la
encíclica Populorum progressio, la cual trata sobre el tema del desarrollo
integral de la persona. Esta encíclica fue la base para la Conferencia de los
Obispos latinoamericanos en Medellín. También merece ser especialmente
mencionada la exhortación Evangelii nuntiandi, carta magna de la evangelización,
que pone enfáticamente el anuncio de Jesucristo en el corazón de la misión de
la Iglesia. Para muchos, esta carta vino de algún modo, a completar y
profundizar la Gaudium et spes. Además, constituyó el telón de fondo de la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Puebla.
Iluminando la plenitud humana de vida próximo ya a su
muerte .Su tránsito a la casa del Padre
Su Santidad Pablo VI, luego de su incansable labor en favor
de la Iglesia a la que tanto amor mostró, fue llamado a su presencia por el
Padre Eterno, el 6 de agosto de 1978, en la Fiesta de la Transfiguración (que
curiosamente fue también la fecha de la publicación de la encíclica que
anunciaba el programa de su pontificado).
III. Su magisterio pontificio
Encíclicas:
Ecclesiam suam (6-8-1964), sobre los caminos que la Iglesia
Católica debe seguir en la actualidad para cumplir con su misión.
Mysterium fidei (3-9-1965), sobre la doctrina y culto de la
Santa Eucaristía.
Populorum progressio (26-3-1967), sobre la necesidad de
promover el desarrollo de los pueblos.
Sacerdotalis caelibatus (24-6-1967), sobre el celibato
sacerdotal.
Humanae vitae (25-7-1968), sobre la regulación de la
natalidad.
Exhortaciones apostólicas:
Marialis cultus (2-2-1974), sobre la recta ordenación y
desarrollo del culto a la Santísima Virgen.
Petrum et Paulum
Petrum et Paulum
Gaudete in Domino (9-5-1975), sobre la alegría cristiana
Evangelii nuntiandi (8-12-1975), acerca de la evangelización
en el mundo contemporáneo.
Cartas apostólicas:
Octogesima adveniens (1971), con ocasión del 80 aniversario
de la encíclica Rerum novarum.
Declaraciones:
Persona humana (29-12-1975), acerca de algunas cuestiones de
ética sexual.
Inter insigniores (15-10-1976), sobre la cuestión de la
admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial.
Otros:
Constitución apostólica Paenitemini (17-2-1966), sobre el
valor de la penitencia individual.
El "Credo del Pueblo de Dios" (30-6-1968)
JUAN PABLO I

Albino era el mayor de cuatro hermanos. Después de estudiar
en el seminario local de Belluno, fue ordenado sacerdote del Señor el 7 de
julio de 1935. Posteriormente se dirigió a Roma para continuar sus estudios
teológicos en la universidad Gregoriana.
En 1937 regresó a su pueblo natal, donde fue nombrado
coadjutor de la parroquia. Pronto sería nombrado vicerrector del Seminario
Gregoriano de Belluno y allí, por espacio de diez años, se dedicó a enseñar
diversas materias: teología dogmática, moral, derecho y arte sacro. Su perfil
como maestro lo describiría uno de sus alumnos de este modo: «el padre Albino
era sumamente apreciado por su capacidad de síntesis, de ir a lo esencial.
(...) Como superior, unía una cierta firmeza con mucha benevolencia, con lo cual
convertía en una persona activa a todo aquel que le faltaba entusiasmo».
En 1947 fue nombrado Pro-vicario de la diócesis de Belluno,
y dos años más tarde le fue encomendada la organización del Congreso
Eucarístico de Belluno. De la experiencia de todos esos años, y como director
de la oficina de Catequesis, publicó por entonces un libro titulado: Catequesis
en migajas. En efecto, el campo de su especial interés era la catequesis. Había
nacido para ser maestro.
El año 1954 es nombrado vicario general de Belluno, y cuatro
años más tarde el Papa Juan XXIII, en Roma, lo consagraba Obispo para la
diócesis de Vittorio Veneto, cerca de Venecia.
En 1969 el Papa Pablo VI lo nombra patriarca de Venecia, y
en 1973 es creado cardenal por el mismo Papa.
A la muerte de todo papa se declara vacante la Sede de
Pedro. Este es emblema del Cardenal Camarlengo y de la Sede vacante.
Durante tres años (1973-76), será vicepresidente de la
Conferencia Episcopal Italiana.
Su breve pontificado
El Papa Juan Pablo I se proyectaba como un hombre de
diálogo, de escucha, y se mostraba en todo momento cercano, dialogante, tan
conciliador como coherente, muy humilde y sonriente. Su tarea —así lo entendía
él— era la del pastoreo de la Iglesia en fidelidad a lo que el Espíritu había
ido suscitando ante los «signos de los tiempos». Para el la responsabilidad de
gobierno era servicio: «Nosotros los obispos gobernamos sólo si servimos:
nuestro gobierno es adecuado si se concreta en servicio o se ejerce con miras
al servicio, con espíritu y estilo de servicio». Y servir es eseñar, exhortar,
es guiar, ejercer la sacra potestad.
Sin embargo, Juan Pablo I, elegido por el Espíritu Santo
para ser «párroco del mundo» en la sucesión de la cátedra de San Pedro, por los
misteriosos designios de Dios sería llamado pronto a la Casa del Padre, el 28
de septiembre de 1978, habiendo transcurrido escasamente un mes de su
pontificado.
JUAN PABLO II

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la
Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los
18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la
escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad
Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la
Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego
en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a
Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio,
siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido
por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo,
fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también
clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el
seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología
de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1
de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés
Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema
de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum
Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el
ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas
parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando
reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la
Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la
posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max
Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en
el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo
titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28
de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del
Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia
por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de
San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965),
con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et
spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los
Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978.
Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su
ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido
uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable
espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo
omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó
104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país.
Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los
responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las
1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye
las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones
de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles
que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en
el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de
gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738
audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con
Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las
Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a
lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo.
Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros
mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de
las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración
por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se
acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las
líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y
se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta
apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del
tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió
la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para
mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a
los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las
que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos.
Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno
"in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9
consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales
ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria
(1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas,
15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas
apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la
Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó
el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales;
y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de
la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996);
"Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003);
“¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37,
mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y
domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias
del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a
Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la
basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años
de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización
de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini,
vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
BENEDICTO XVI
El cardenal Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, nació en
Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (Sábado
Santo), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la gendarmería,
provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera, de
condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de artesanos de
Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó de cocinera en varios
hoteles.
Pasó su infancia y su
adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con
Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese marco, que él mismo ha
definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana, humana y cultural.
El período de su juventud no fue fácil. La fe y la educación
de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos
en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la
Iglesia católica. El joven Joseph vio como los nazis golpeaban al párroco antes
de la celebración de la Santa Misa.
Precisamente en esa compleja situación, descubrió la belleza
y la verdad de la fe en Cristo; para ello fue fundamental la actitud de su
familia, que siempre dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una
arraigada pertenencia a la Iglesia.
Hasta el mes de septiembre de 1944 estuvo enrolado en
los servicios auxiliares antiaéreos.
De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela
superior de filosofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en
Baviera.
Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951.
Un año después, inició su actividad como profesor en la
Escuela superior de Freising.
En el año 1953 se doctoró en teología con la tesis: “Pueblo
y casa de Dios en la doctrina de la Iglesia en san Agustín”. Cuatro años más
tarde, bajo la dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb
Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre:
“La teología de la historia de san Buenaventura”.
Tras ejercer como profesor de teología dogmática y
fundamental en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising,
prosiguió su actividad docente en Bona, de 1959 a 1963; en Muñiste, de 1963 a
1966; y en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático
de dogmática e historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó
también el cargo de vicerrector de la Universidad.
De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones al Concilio
Vaticano II como “experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph
Frings, arzobispo de Colonia.
Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar
importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la
Comisión Teológica Internacional.
En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de
Lubac y otros grandes teólogos, fundó la revista de teología “Communio”.
El 25 de marzo de 1977, el Papa
Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo recibió la
Ordenación episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años,
que asumió el gobierno pastoral de la gran archidiócesis bávara. Escogió como
lema episcopal: “Colaborador. de la verdad” y él mismo lo explicó: “Por un
lado, me parecía que expresaba la relación entre mi tarea previa como profesor
y mi nueva misión. Aunque de diferentes modos, lo que estaba y seguía estando
en juego era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí este
lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi
totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin
embargo, si falta la verdad todo se desmorona”.
Pablo VI lo creó cardenal, con el título presbiteral de
“Nuestra Señora de la Consolación en el Tiburtino”, en el consistorio del 27 de
junio del mismo año.
En 1978, el Cardenal Ratzinger participó en el
Cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual
lo nombró su Enviado Especial al III Congreso mariológico internacional, que
tuvo lugar en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de
octubre del mismo año, participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo
II.
Fue Relator en la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de
los Obispos, de 1980, sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el
mundo contemporáneo”, y Presidente delegado de la VI Asamblea general
ordinaria, de 1983, sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la
Iglesia”.
Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, y Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la
Comisión Teológica Internacional, el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero
de 1982 renunció al gobierno pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising
El 5 de abril de 1993, lo elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede
suburbicaria de Velletri-Segni.
Fue Presidente de la Comisión para la preparación del
Catecismo de la Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo
(1986-1992), presentó al Papa el nuevo Catecismo.
Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección
del cardenal Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por
los Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó
su elección como Decano; con dicho cargo le fue asignada, además, la sede suburbicaria
de Ostia.
En 1999 fue Enviado Especial del Papa a las celebraciones
con ocasión del XII centenario de la creación de la diócesis de Paderborn,
Alemania, que tuvieron lugar el 3 de enero.
Desde el 13 de noviembre de 2000 fue Académico honorario de
la Academia Pontificia de las Ciencias.
En la Curia romana, fue miembro
del Consejo de la Secretaria de Estado para las Relaciones con los Estados; de
las Congregaciones para las Iglesias Orientales, para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos, para los Obispos, para la Evangelización de los
Pueblos, para la Educación Católica, para el Clero y para las Causas de los
Santos; de los Consejos pontificios para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos y para la Cultura; del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica;
y de las Comisiones pontificias para América Latina, “Ecclesia Dei”, para la
Interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico y para la Revisión del
Código de Derecho Canónico Oriental.
Entre sus numerosas publicaciones ocupa un lugar destacado
el libro: "Introducción al Cristianismo", recopilación de lecciones
universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica;
"Palabra en la Iglesia" (1973), antología de ensayos, predicaciones y
reflexiones dedicadas a la pastoral.
Tuvo gran resonancia el discurso que pronunció ante la
Academia bávara sobre el tema “¿Por qué sigo aún en la Iglesia?”, en el que,
con su habitual claridad, afirmó: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano
y no al margen de la Iglesia”.
Sus publicaciones fueron abundantes a lo largo de los años,
constituyendo un punto de referencia para muchas personas, especialmente para
los que querían profundizar en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista
“Informe sobre la fe” y, en 1996 “La sal de la tierra”. Asimismo, con ocasión
de su 70° cumpleaños, se publicó el libro: “En la escuela de la verdad”, en el
que varios autores ilustran diversos aspectos de su personalidad y de su obra.
FRANCISCO

«Mi gente es pobre y yo soy uno de ellos», ha dicho más de
una vez para explicar la opción de vivir en un apartamento y de prepararse la
cena él mismo. A sus sacerdotes siempre les ha recomendado misericordia,
valentía apostólica y puertas abiertas a todos. Lo peor que puede suceder en la
Iglesia, explicó en algunas circunstancias, «es aquello que De Lubac llama mundanidad
espiritual», que significa «ponerse a sí mismo en el centro». Y cuando cita la
justicia social, invita en primer lugar a volver a tomar el catecismo, a
redescubrir los diez mandamientos y las bienaventuranzas. Su proyecto es
sencillo: si se sigue a Cristo, se comprende que «pisotear la dignidad de una
persona es pecado grave».
Su biografía oficial es de pocas líneas, al menos hasta el
nombramiento como arzobispo de Buenos Aires. Llegó a ser un punto de referencia
por sus fuertes tomas de posición durante la dramática crisis económica que
devastó el país en 2001.
En la capital argentina nació el 17 de diciembre de 1936,
hijo de emigrantes piamonteses: su padre, Mario, era contador, empleado en
ferrocarril, mientras que su madre, Regina Sivori, se ocupaba de la casa y de
la educación de los cinco hijos.
Se diplomó como técnico químico, y eligió luego el camino
del sacerdocio entrando en el seminario diocesano de Villa Devoto. El 11 de
marzo de 1958 pasó al noviciado de la Compañía de Jesús. Completó los estudios
de humanidades en Chile y en 1963, al regresar a Argentina, se licenció en
filosofía en el Colegio San José, de San Miguel. Entre 1964 y 1965 fue profesor
de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe y en 1966
enseñó las mismas materias en el Colegio del Salvador en Buenos Aires. De 1967
a 1970 estudió teología en el Colegio San José, y obtuvo la licenciatura.
El 13 de diciembre de 1969 recibió la ordenación sacerdotal
de manos del arzobispo Ramón José Castellano. Prosiguió la preparación en la
Compañía de 1970 a 1971 en Alcalá de Henares (España), y el 22 de abril de 1973
emitió la profesión perpetua. De nuevo en Argentina, fue maestro de novicios en
Villa Barilari en San Miguel, profesor en la facultad de teología, consultor de
la provincia de la Compañía de Jesús y también rector del Colegio.
El 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de los
jesuitas de Argentina, tarea que desempeñó durante seis años. Después reanudó
el trabajo en el campo universitario y entre 1980 y 1986 es de nuevo rector del
colegio de San José, además de párroco en San Miguel. En marzo de 1986 se
traslada a Alemania para ultimar la tesis doctoral; posteriormente los
superiores le envían al colegio del Salvador en Buenos Aires y después a la
iglesia de la Compañía de la ciudad de Córdoba, como director espiritual y
confesor.
Es el cardenal Antonio Quarracino quien le llama como su
estrecho colaborador en Buenos Aires. Así, el 20 de mayo de 1992 Juan Pablo II
le nombra obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio
recibe en la catedral la ordenación episcopal de manos del purpurado. Como lema
elige Miserando atque eligendo y en el escudo incluye el
cristograma ihs, símbolo de la Compañía de Jesús.
Concede su primera entrevista como obispo a un pequeño
periódico parroquial, «Estrellita de Belén». Es nombrado enseguida vicario
episcopal de la zona de Flores y el 21 de diciembre de 1993 se le encomienda
también la tarea de vicario general de la arquidiócesis. Por lo tanto no
sorprendió que el 3 de junio de 1997 fuera promovido como arzobispo coadjutor
de Buenos Aires. Antes de nueve meses, a la muerte del cardenal Quarracino, le
sucede, el 28 de febrero de 1998, como arzobispo, primado de Argentina. El 6 de
noviembre sucesivo fue nombrado Ordinario para los fieles de rito oriental
residentes en el país y desprovistos de Ordinario del propio rito.
Tres años después, en el Consistorio del 21 de febrero de
2001, Juan Pablo II le crea cardenal, asignándole el título de san Roberto
Bellarmino. En esa ocasión, invita a los fieles a no acudir a Roma para
celebrar la púrpura y a destinar a los pobres el importe del viaje. Gran
canciller de la Universidad Católica Argentina, es autor de los libros
Meditaciones para religiosos (1982), Reflexiones sobre la vida apostólica
(1986) y Reflexiones de esperanza (1992).
En octubre de 2001 es nombrado relator general adjunto para
la décima asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, dedicada al
ministerio episcopal, encargo recibido en el último momento en sustitución del
cardenal Edward Michael Egan, arzobispo de Nueva York, de presencia necesaria
en su país a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre. En el
Sínodo subraya en particular la «misión profética del obispo», su «ser profeta
de justicia», su deber de «predicar incesantemente» la doctrina social de la
Iglesia, pero también de «expresar un juicio auténtico en materia de fe y de
moral».
Mientras, en América Latina su figura se hace cada vez más
popular. A pesar de ello, no pierde la sobriedad de trato y el estilo de vida
riguroso, por alguno definido casi «ascético». Con este espíritu en 2002
declina el nombramiento como presidente de la Conferencia episcopal argentina,
pero tres años después es elegido y más tarde reconfirmado por otro trienio en
2008. Entre tanto, en abril de 2005, participa en el cónclave en el que es
elegido Benedicto XVI
Como arzobispo de Buenos Aires —diócesis de más de tres
millones de habitantes— piensa en un proyecto misionero centrado en la comunión
y en la evangelización. Cuatro los objetivos principales: comunidades abiertas
y fraternas; protagonismo de un laicado consciente; evangelización dirigida a
cada habitante de la ciudad; asistencia a los pobres y a los enfermos. Apunta a
reevangelizar Buenos Aires «teniendo en cuenta a quien allí vive, cómo está
hecha, su historia». Invita a sacerdotes y laicos a trabajar juntos. En
septiembre de 2009 lanza a nivel nacional la campaña de solidaridad por el
bicentenario de la independencia del país: doscientas obras de caridad para
llevar a cabo hasta 2016. Y, en clave continental, alimenta fuertes esperanzas
en la estela del mensaje de la Conferencia de Aparecida de 2007, que define «la
Evangelii nuntiandi de América Latina».
Hasta el inicio de la sede vacante era miembro de las
Congregaciones para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para el
clero, para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida
apostólica; del Consejo pontificio para la familia y de la Comisión pontificia
para América Latina.
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