EL
AYUNO, JUNTO CON LA ORACIÓN Y LA CARIDAD,
SON SIGNOS
DE UNA CONVERSIÓN INTERIOR
En la
Palabra de Dios encontramos que el ayuno puede ser señal de penitencia, de
expiación de los pecados, de oración intensa o voluntad firme de conseguir
algo. Otras veces subraya la preparación para un acontecimiento importante,
como en los cuarenta días de Moisés en el Sinaí o de Elías en el desierto o de
Jesús antes de empezar su misión. A finales del siglo I, la Didaché ya habla
del sentido de preparación y de culto del ayuno cuando lo prescribe para el que
ha de bautizarse (adultos), durante uno o dos días, y lo recomienda al ministro
y a los que le acompañan. Es en la Cuaresma, desde el siglo IV, cuando más
sentido ha tenido para los cristianos el ayuno como privación voluntaria de la
comida: hacer al día una sola comida fuerte en días determinados.
El ayuno, junto con la oración y la caridad, son, desde muy antiguo, una práctica cuaresmal como signo de una conversión interior a los valores fundamentales del Evangelio y una relativización de otros valores materiales. Actualmente nos abstenemos de comer carne todos los viernes de cuaresma que no coincidan con alguna solemnidad. Hacemos abstinencia y además ayuno el Miércoles de ceniza y el Viernes santo.
El ayuno, junto con la oración y la caridad, son, desde muy antiguo, una práctica cuaresmal como signo de una conversión interior a los valores fundamentales del Evangelio y una relativización de otros valores materiales. Actualmente nos abstenemos de comer carne todos los viernes de cuaresma que no coincidan con alguna solemnidad. Hacemos abstinencia y además ayuno el Miércoles de ceniza y el Viernes santo.
Liturgia
viva, p. 10
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