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domingo, 7 de mayo de 2017

¡AY! ESTOS CURAS




Este domingo es el del Buen Pastor y se nos pide a todos rezar por las vocaciones. Los curas somos cada vez menos y más octogenarios, en consonancia con la edad de nuestra sociedad de estas tierras de la diócesis de Teruel y Albarracín. También son mayores  las personas que acuden a la iglesia.  Somos una población anciana, hay menos hijos y además la educación en la fe, que recibíamos fundamentalmente en nuestras familias, está desapareciendo, y  donde no se cultiva la fe, difícilmente nace cualquier tipo de vocación. Aunque el Señor, como siempre, vaya disponiendo otros medios y otros cauces.  En la carta encíclica Evangelii Gaudium, el Papa nos dice: “Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de toda la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva, ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración” (EG 107).

En este momento, en nuestra diócesis no alcanzamos el centenar.  El movimiento de jubilación va parejo al aumento de ancianos en nuestra sociedad y a  la despoblación de nuestros pequeños pueblos. En este momento hay tres seminaristas, uno en los cursos institucionales, otros dos en el año de pastoral, que serán ordenados diáconos el domingo 25 de junio en la catedral de Albarracín a las 7 de la tarde, y un diácono, Luis Fernando, que si Dios quiere, le ordenaré el próximo domingo día 13 de mayo en Alcorisa, a las 12 del mediodía. Demos gracias a Dios.

Las comunidades parroquiales de pequeñas poblaciones comienzan a tener dificultades de atención. El problema surge allí donde haya una persona que quiere conocer a Cristo o vivir su fe en una comunidad. Hasta no hace muchos años una gran mayoría de pueblos tenían su sacerdote, (están en la memoria de todos) muchas otras personas marcharon [maestros, farmacéuticos, guardia civil, pequeños empresarios...] excepto nosotros. Aún hoy, en cantidad de pueblos muy pequeños, hay un sacerdote manteniendo la presencia viva de la misión de la Iglesia, como Cristo "peregrino y compañero en el camino".  Aunque es evidente que la distribución de los sacerdotes no permite que toda comunidad puedan ya celebrar la Eucaristía todos los domingos.

Por todo esto, llevamos algunos años pensando una redistribución racional de los sacerdotes en el mapa diocesano, acompañado de un nuevo planteamiento de la tarea pastoral, marcando prioridades y estando abiertos a la creatividad y la innovación, que tiene mucho que ver con el impulso renovador del Espíritu. Además, es necesario el cuidado afectivo y efectivo de los sacerdotes, algunos de ellos atienden ya bastantes pueblos, viven en soledad y con unos medios mínimos. Es verdad que ninguno suele exigir nada. También es necesaria la formación de los seglares y su  implicación en las tareas que les corresponden. Por otra parte muchas parroquias están siendo integradas en Unidades Parroquiales, manteniendo y cuidando sólo algunas iglesias para el culto, donde los fieles se desplacen de unos sitios a otros –como lo hacen para otros servicios: médico, compras, etc.– para celebrar la Eucaristía.  (También algunas comunidades son tan pequeñas que no pueden sostener su iglesia, ni siquiera pagar la luz) Y finalmente, también se hace necesaria una adecuada distribución de los "servicios religiosos" en las iglesias de la capital. Todos los católicos debemos  implicarnos de una manera ilusionante en estos proyectos a corto plazo.


El Papa Francisco dijo, estos años atrás, a los sacerdotes en la Misa Crismal: “Para nosotros sacerdotes las historias de nuestra gente no son un noticiero: nosotros conocemos a nuestro pueblo, podemos adivinar lo que les está pasando en su corazón; y el nuestro, al compadecernos (al padecer con ellos), se nos va deshilachando, se nos parte en mil pedacitos, y es conmovido y hasta parece comido por la gente: «Tomad, comed». Esa es la palabra que musita constantemente el sacerdote de Jesús cuando va atendiendo a su pueblo fiel: «Tomad y comed, tomad y bebed...». Y así nuestra vida sacerdotal se va entregando en el servicio, en la cercanía al pueblo fiel de Dios... que siempre, siempre cansa”. Pues eso. ¡Ánimo y adelante!

+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Teruel y Albarracín

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