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domingo, 14 de mayo de 2017

MARÍA, LA MADRE DE JESÚS RESUCITADO, TAMBIÉN RESUCITADA Y GLORIOSA




Todo es gracia de Dios, y este año, cuatro Domingos del tiempo de Pascua coinciden con el mes de mayo, el mes de María.

La memoria, el recuerdo gozoso, de la Madre lo contemplamos y celebramos en el ciclo anual de los misterios del Hijo.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia (SC), habla del Año litúrgico y dice: "En la celebración de este círculo anual de los misterios del Hijo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser" (SC 103).

Hoy, contemplando y celebrando a Jesús, el Señor Resucitado y glorioso, contemplamos y celebramos a su Madre, gloriosa, asunta al cielo, en cuerpo y alma.

El gozo eclesial por la resurrección de Jesús es prolongación del gozo de María, Madre del Resucitado.

Ella quedó llena de "inefable alegría" por la victoria del Hijo.

 El Papa Pablo VI, escribió un documento muy importante sobre el "culto a Maria", "Marialis cultus". Indica con toda claridad que celebrando al Hijo celebramos a la Madre, y celebrando a la Madre celebramos al Hijo. Que no se puede separar a la Madre del Hijo ni al Hijo de la Madre.

"La devoción a la Santísima Virgen, insertada en el cauce del único culto que justa y merecidamente de llama "cristiano" -porque en Cristo tiene su origen y eficacia, en Cristo halla plena expresión y por medio de Cristo conduce en el Espíritu al Padre-, es un elemento cualificador de la genuina piedad de la Iglesia" (Marialis cultus, Introducción).


El amor y el culto a María nos llevan al único culto que la Iglesia tiene, el culto a Jesús el Hijo de María. Y lo que cualifica, lo que hace verdadero todo lo que hacemos para honrar y amar a María, es ver y experimentar que nos lleva al conocimiento y al amor de Jesús, el Hijo de María. Por eso en toda celebración litúrgica y en los diferentes tiempos del Año litúrgico podemos honrar y celebrar a María, que junto con su Hijo la encontramos en toda celebración cristiana.

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