Intentemos en estas líneas
ofrecer un manual de recetas para sobrevivir en el verano. Aunque eso de
sobrevivir puede tener alguna connotación negativa. Quizás se trate de sacarle
el máximo provecho familiar y educativo a una época del año que necesita ser
repensada.
1.- Horario flexible, pero
horario
Una casa, incluso el lugar
de vacaciones elegido, no se puede convertir en un sitio en el que desaparezcan
los relojes. Tampoco se puede caer en el otro extremo: “venga, corre que
llegamos tarde”.
Ya apuntábamos, en días
anteriores, el por qué de esta necesidad. Se trata ahora de ofrecer pautas
concretas. Y para no perderos con demasiadas posibilidades, nada mejor, en un
verano, que respetar el horario de comidas, incluido el desayuno. Quizás, todo
el secreto psicológico y filosófico de esta cuestión se puede resumir en este
sencillo punto.
Padre y madre, reflexionad
sobre lo que se propone: os sorprenderéis de los resultados.
Recuerdo que un padre me
comentaba que no sabía qué hacer para que su hijo no llegara tan tarde a casa
por las noches. “¿Y a qué hora se levanta al día siguiente?”, pregunto
invariablemente siempre que me plantean esta cuestión. “Pues sobre las dos o
las tres”.
Pues ahí está el problema.
El horario de una casa lo ponen los padres y no los hijos. A ese padre le
decía: “qué tu hijo llega tarde, bien de acuerdo, pero a las diez fuera de la
cama; verás como se arregla el asunto”. Y todo esto conseguido sin montar
numeritos y sin gritos.
Las horas de llegadas de
los hijos no es un problema de hora de llegada, es un problema de hora de
levantada.
Horario flexible pero
horario: en las comidas, en las horas de levantarse. No como durante el curso
pero sí algo, por favor.
¿Y las cenas por libre en
el verano? Como te descuides, si tu hijo o hija ya tiene más edad, no le ves la
cara en todo el día: seamos prudentes. Verse las caras es, en ocasiones, un
seguro de vida.
Con estos referentes de
horas, agarraderas del tiempo, conseguiremos centrar, y bastante, los interminables
meses del verano.
Un cierto horario centra mi
condición temporal de ser humano evitando la sensación de vacío. Tener cosas
que hacer me hace sentirme bien conmigo mismo y afianza mi autoestima.
A este segundo aspecto,
llenar el verano de contenidos, dedicamos esta segunda entrega de recetas
veraniegas.
2.- Un verano no se
improvisa sino que se llena de contenidos
Y esto es una tarea
ineludible de los padres. Con los hijos pequeños y adolescentes no se improvisa
una etapa de descanso tan amplia. Hay que llenarles los días, evitando la
ociosidad crónica como la ansiedad de no parar de hacer cosas.
3.- El verano no es una
continuación de la actividad del Colegio
Seguramente que para
algunos niños, será necesario repasar materias o preparar algún que otro examen
para septiembre. Si esto es así, lógicamente esta actividad llenará un tiempo
importante de la jornada diaria.
Pero en los demás casos, no
podemos pensar que el verano sólo se aprovecha ampliando conocimientos. Para
eso ya está el curso escolar.
La necesaria preparación
profesional para el futuro de los hijos debe evitar un efecto rebote dañino:
pensar que el verano es la época ideal para repasar idiomas, afianzar el
dominio de las nuevas tecnologías y no se sabe cuántos tipos de cursos más.
No se está diciendo que
esto sea malo. Lo que quizás no sea conveniente es pensar que eso sea lo
prioritario.
Y es que lo esencial del
verano para un crío pequeño es jugar; y para los más crecidos es hacer planes
con los amigos.
Creo, sinceramente, que
esto es así y no deberíamos olvidarlo. Un verano lleno de contenidos no
significa planificar distintos master de especialización para los hijos.
4.- El verano no es tomar
el sol como plan único
Aunque haya que hacerlo y
sea estético y agradable el tener buenos colores. Y, aquí como en todo lo
demás, huyamos de las modas o de los convencionalismos sociales.
Vaya verano que te habrás
pegado, te dice el compañero de trabajo a la vuelta de las vacaciones,
observando tu negro de piel aún intacto.
Esa afirmación, de tópica,
queda lejos de ser una realidad palmaria. Y es que, posiblemente, haya más
posibilidades. El verano es buen momento para ejercitar la imaginación
5.- Que los hijos tengan
más tiempo para jugar o hacer planes con sus amigos es una buena manera de llenar
de contenidos el verano.
Quizás lo interesante esté
en que esos juegos se alejen de las pantallas de los ordenadores o de la
televisión y que los planes con los amigos estén llenos de deporte al aire
libre. Estos mínimos referentes que se ofrecen son útiles en el día a día con
los hijos.
6.- Buenas son actividades
formativas en los que los niños aprendan jugando.
Hay muchas instituciones
educativas o clubes familiares que facilitan una gran variedad de ofertas
lúdico – formativas.
7.- Llena el tiempo de tus
hijos haciéndoles partícipes de tareas domésticas.
Se quejarán porque son
niños pero se sentirán más útiles. No se trata sólo de que hagan la cama o
tengan su cuarto en orden. Anímales a algo más según el sentido común.
8.- Una cuestión de mínimos:
Proponeros padres que, al
menos una vez por semana, seáis capaces de sacar un plan familiar con toda la
familia. Aunque sólo se consiga tomar unos refrescos en alguna plaza.
Si estos planes se preparan
con gracia y buen hacer, los hijos mayores terminarán agradeciéndolo. La clave
está en no rendirse y poner empeño para conseguirlo.
Importante es olvidar, en
estos encuentros, problemas o pequeños desencuentros familiares. Se trata de
pasar el tiempo juntos y con buenas caras por parte de todos.
9.- Según las edades y el
tiempo disponible, fomenta en tus hijos actividades solidarias.
Para eso, todo momento del
año es ideal pero en verano puede resultar más fácil. Infórmate, pregunta
porque en todas las ciudades y pueblos hay posibilidades para ayudar a los que
más lo necesiten. Con sentido común y sabiendo dónde te metes, pensar el verano
como tiempo para que los hijos aprendan el valor del compromiso y la
solidaridad es garantía de felicidad para sus vidas.


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