Evangelio según San Juan 20:19-23
Al atardecer de aquel día,
el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas
del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de
ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
Dicho esto, les mostró las
manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez:
«La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.»
Dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo.
A quienes perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.»
La
fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después
de la Pascua. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y,
posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí,
cincuenta días después de la salida de Egipto.
Hay que insistir que, la
fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico
en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la
relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida
del Espíritu Santo.
Es bueno tener presente,
entonces, que todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo,
Espíritu que es fruto de la Pascua, que estuvo en el nacimiento de la Iglesia y
que, además, siempre estará presente entre nosotros, inspirando nuestra vida,
renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la
realidad que nos corresponde vivir.

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