No debemos caer en el error
de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón
que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María, se
debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la
figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue
la madre de Jesús; otro la figura simbólica, mitológica que hemos ido creando a
través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre
Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo importantes para nosotros,
pero no debemos mezclarlas.
De María real, con
garantías de historicidad no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son
extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para
aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de
que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación
durante los once o doce primeros años de su vida. El padre en la sociedad judía
del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13
años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces
se consideraban un estorbo.
De lo que el subconsciente
colectivo ha proyectado sobre María, podíamos estar hablando semanas. Solemos
caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de
expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser
intuiciones que están más allá de la lógica, que son percibidas desde lo hondo
del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy
valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que
afectan a los seres humanos.
En una sociedad machista,
en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la
manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María.
No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los
entresijos de la divinidad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las
categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre,
son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea
de Dios queda falsificada.
Durante milenios, se ha
utilizado la idea de Dios Padre, de una manera machista para identificar al
varón con Dios y de ese modo creerse el detentador del poder con relación a la
mujer. Esto sigue pasando hoy día a todos los niveles, y no tenemos más remedio
que denunciarlo como una tergiversación de la idea de Dios y una devaluación de
todo lo femenino, incluida la parte de feminidad que existe en cada ser humano
masculino.
La idea de la Madre Virgen
es un mito ancestral que no tiene en absoluto connotaciones sexuales. Se trata
de la Madre primordial que no necesita concurrencia de nadie para producir la
vida. Seguramente la “Madre”, origen de todo lo que existe, fue la primera idea
de divinidad que surgió entre los humanos. Un Dios Padre hace la creación. Un
Dios Madre da a luz, procrea. La diferencia entre estos conceptos es enorme. El
Padre puede desentenderse de lo creado. La Madre seguirá pendiente de lo que ha
nacido de ella.
El hecho de que la Asunción
sea una de las fiestas más populares de nuestra religión no garantiza que se
haya entendido correctamente. Todo lo que se refiere a María tiene que ser
tamizado por un poco de sentido común, que ha faltado a la hora de colocarle
toda clase de capisayos que la desfiguran hasta hacerla incapaz de ser
expresión de lo divino. La imagen mitológica de María será positiva, mientras
no distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad, que la convierte en
inservible para acercarnos a lo divino.
La Asunción de María fue
durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a
mediados del siglo pasado, se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como
todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el
ánimo de apuntalar los privilegios que la sociedad le estaba arrebatando.
Hay que tener en cuenta que
una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación
en que se mete esa verdad. Ni Jesús, ni María, ni ninguno de los que vivieron
en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición. Sencillamente porque
está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para
ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad
que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad.
No podemos entender
literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un
lugar, la tierra, es trasladado localmente a otro lugar, el cielo, no tiene ni
pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el
cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de
los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial
había dicho tal cosa.
Cuando el dogma habla de
“en cuerpo y alma”, no debemos entenderlo como lo material o biológico por una
parte, y lo espiritual por otra. El hilemorfismo, mal entendido, nos ha jugado
un mala pasada. Los conceptos griegos de materia y forma, son ambos conceptos
metafísicos. El dogma no afirma que el cuerpo biológico de María está en alguna
parte, sino que todo el ser de María ha llegado a identificarse con Dios.
Cuando nos dicen que fue un
privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero
después del juicio final, ¿De qué están hablando? Para los que han terminado el
curso de esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la
eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como
si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y
parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no sabemos
nada.
El dogma es un intento de
proponer que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó
su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios.
Como en el caso de la ascensión, se trata de un cambio de estado. María ha
terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud, no a base de
añadidos externos sino por un proceso interno de identificación. En esa
identificación con Dios no cabe más. Ha llegado al límite de las posibilidades.
Esa meta es la que nos espera. En lenguaje bíblico “cielos” significa el ámbito
de lo divino. María está ya en “el cielo”.
Los relatos de la infancia
son teología. No tiene sentido entenderlos literalmente. Inspirándose en el AT,
Lc nos traza los rasgos fundamentales de lo que descubrieron en Jesús los
primeros cristianos. Lo que afirma de Jesús, es lo que pensaban de él cuando ya
había desarrollado su actividad. María, una vez concebido Jesús, se convierte
en cristiana. Va a ayudar a su prima que la necesitaba. Lo que sucede entre
Jesús y Juan en el vientre de sus madres, pretende dejar claro que Jesús es más
que Juan.
Meditación
El Magníficat: resumen de las aspiraciones de una
pueblo.
Este cántico pone en boca de María estos sentimientos
y nos invita a desarrollarlos interiormente.
Su mejor obra la desplegó Dios en María, al decir
“Fiat”.
La seguirá desplegando en cada uno de nosotros,
En la medida que sepamos estar, como ella, disponibles.
Fray
Marcos
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