La perícopa evangélica
forma parte de la predicación y del ministerio de Jesús en el templo, que había
purificado, expulsando a los mercaderes, y en Jerusalén, donde había entrado
como Mesías aclamado por el pueblo.
Cuando le discuten con qué
autoridad habla, Jesús les explica la parábola de los dos hijos que el padre
envía a trabajar en la viña.
Con esto nos enseña que la verdad cristiana
"no se dice, sino que se hace".
La parábola está dirigida
"a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo", lo que hace aún
mayor el contraste con "los publicanos y las prostitutas" que les
pasan delante hacia el Reino de Dios.
Estos últimos se han
arrepentido, pero los otros: después de ver la obra de la gracia, ni se
arrepienten ni quieren creer.
Por eso la parábola es una
invitación a la conversión del corazón, que en la liturgia de la Palabra de
este Domingo va acompañada del fragmento de Ezequiel donde se dice que Dios perdona
en el silencio, que el pasado no cuenta.
Sólo cuenta el presente
lleno del perdón de Dios.
Los cristianos debemos
pedir perdón por las veces que hemos afirmado que iríamos a trabajar a la viña
del Señor y no hemos ido; por las veces que hemos hablado y no hemos hecho.
También de tantas otras
muchas veces que hemos ido a la viña y allí hemos molestado: ni hemos hecho ni
hemos dejado hacer.
El Papa Francisco predicó a
los jóvenes: "No seáis cristianos de sofá, salid a buscar a Dios en el
hambriento, en el enfermo, en el preso, en el inmigrante o en el vecino que
está solo" (JMJ Panamá 2019).
Estos son los que están
verdaderamente en la viña del Padre.
Los cristianos no debemos
perder el tiempo en teorias, aunque sean pastorales, y menos aún en
lamentaciones.
Tenemos mucho trabajo por
hacer y poco tiempo para llevarlo a cabo.
Por eso necesitamos mirar a
Jesucristo que proclama el himno "kenótico", altísimo y densísimo
para la revelación cristiana.
La fortaleza de ánimo, el
amor que consuela, los dones del Espíritu Santo, el afecto entrañable y de
compasión, todo ello, Pablo nos dice, segunda lectura, que los cristianos lo
encontramos en Jesucristo crucificado.
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