Pío de Pietrelcina, de la
Orden Menor de los Frailes Capuchinos, fue agraciado con grandes carismas
místicos interiores que se reflejaban exteriormente en su cuerpo; entre ellos,
destacan los estigmas de la Pasión de Cristo y el don taumatúrgico.
Su vida fue un reflejo vivo
del carisma de san Francisco de Asís.
Su espacio vital se
estableció durante toda su vida entre el altar y el confesionario.
Se distinguió por el
conocimiento de espíritus, el discernimiento espiritual y una exigencia que
llevaba siempre al gozo de la conversión.
La devoción a San Pío
promueve el amor a los pobres y una vida de oración muy intensa.
Murió en San Giovanni
Rotondo, Apulia, el año 1968.
¿De dónde le viene la santidad
a este fraile? ¿De sus estigmas? No, de su unión e identificación con Cristo en
la pobreza, la penitencia y el amor a los que sufren.
A su canonización, en 2002,
asistió una multitud ingente de fieles, como no se había visto nunca.
Los pequeños del Reino
saben reconocer a sus pastores: aquellos que se muestran dispuestos a escuchar
con entrañas de madre.
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