"Santa María Madre de Dios".
Desde los primeros siglos, la Iglesia formuló en su oración la esencia de su fe en la Madre de Jesús, Concilio de Éfeso, 431 dC.
Pero tardó siglos en ir descubriendo, asombrada y poco a poco, las maravillas de la gracia contenidas en estas palabras que brotan de los labios del pueblo cristiano.
San Ireneo tuvo un presentimiento de la Inmaculada concepción de María, cuando descubrió en ella "la nueva Eva".
No fue hasta el siglo XV que la Iglesia cantó adecuadamente en el Prefacio de la fiesta de hoy estas palabras: "Porque preservaste a la santísima Virgen María de toda mancha de pecado original, para preparar en ella, enriquecida con la plenitud de tu gracia, la digna madre de tu Hijo".
Se manifiesta así la simbiosis entre la "lex orandi" y la "lex credendi".
La fórmula es tan completa que tuvo que repetirse casi palabra por palabra en la definición dogmática del Papa Pío IX de 1854.
Como su Asunción, la inmaculada concepción de María se fundamenta en su maternidad divina.
María es, en su inmaculada concepción, la imagen anticipada de la Iglesia, la bella esposa, "sin mancha ni arruga, santa e inmaculada" (Ef 5,27).
También el Prefacio canta que la Inmaculada Concepción muestra el comienzo de la Iglesia.
Ciertamente: ella es la primera cristiana, la primera que cree en Jesucristo.
El primer sí al Señor.
El "Hágase" de María en la Anunciación va por delante de la fe de todos los cristianos.
Ella inaugura la fe del Nuevo Testamento.
En 1760, el Papa Clemente XIII, a petición de Carlos III, declaró a la Virgen María en el misterio de su Purísima Concepción como Patrona de los reinos de España.
En la Liturgia de la Palabra se proclama el relato de los orígenes.
Desde el principio la humanidad es pecadora, pero también desde el principio hay una promesa de salvación.
La primera Eva anuncia ya el misterio de la segunda Eva.
Como dice el conocido texto de San Ireneo: "Lo que la Virgen Eva había atado en la incredulidad, la Virgen María lo ha desatado por la fe".
Pablo, exultante, entona un himno de alabanza al Padre: "nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos para alabanza de la gloria de su gracia que nos ha concedido en el Amado".
La predestinación de María desde el primer momento de su concepción anticipa este misterio y en ella se realiza perfectamente (CCE 492).
En el Evangelio se proclama la Anunciación.
María es principalmente el Arca de la Nueva Alianza cubierta con la gloria de Dios: "La fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra".
La anunciación del Señor es el primer icono de la Trinidad del Padre que envía a su Hijo en el Espíritu Santo.
Y María es el "Nobile totius triclinium Trinitatis", palabras inscritas como título en el insuperable cuadro de Fray Angélico.
María da la respuesta humilde de la fe: "Hágase en mi según tu palabra". Esa misma respuesta es la que debe dar la Iglesia y cada uno de los creyentes.
Ensuconocida oración "Elevación a la Santísima Trinidad", la santa carmelita sor Isabel de la Trinidad exclamará: "Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, desciende sobre mí para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio".
¡Oh Virgen, por tu bendición queda bendita toda criatura!
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