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miércoles, 25 de diciembre de 2024

LA AURORA DE NAVIDAD

 

Is 62, 11-12; Sal 96, 1 y 6. 11-12; Tit 3, 4-7; Lc 2, 15-20.

 

La antífona de entrada de la Misa canta: "Hoy brillará una luz sobre nosotros".

Esta luz, los pastores la vieron    resplandecer en el rostro del Niño Jesús  tras el anuncio del ángel.

El Evangelio de   esta Misa de la aurora es continuación  del Evangelio de la Misa de medianoche de ayer: los pastores confirman con su ida a Belén la palabra-evento que les      había sido anunciada, "conforme a lo que    se les había dicho".

Habiendo recibido la confirmación, se convierten en los primeros misioneros del Niño y participan del  ministerio de los ángeles, no sólo anunciando el evento, sino con su alabanza  Dios.

Como pastores, prefiguran el ministerio apostólico.

En el sentir, lo que hacían  los ángeles ahora lo hacen los pastores.

Como lo habían hecho ellos, ahora también todos se admiraban de lo que decían los pastores.

La Navidad de Jesús llena todos de estupor en sentido teológico.

De manera sorprendente Lucas menciona a María: "conservaba estas cosas, meditándolas en su corazón".

Nada referido         al Hijo es olvidado por ella, ya que todo      tiene un significado para ella y su misión.

Ella es el inicio de la memoria, "shemá" de la Iglesia.

La contemplación cristiana  versará siempre sobre la humanidad del    Hijo.

San Pablo, en la segunda lectura, hace comprender que el nacimiento de Jesús es, de hecho, la revelación del Dios  vivo, ya que "cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor     al hombre", lo hizo gratuitamente, no por las obras que nosotros podíamos haber hecho.

El oráculo de Isaías se aplica a la Iglesia: ella es la hija de Sión que, llena de júbilo, puede escuchar hoy: "Mira     a tu salvador, que llega".

De esta manera    "amanece la luz para el justo", como can tamos en el Salmo: es el día que la Luz resplandece para nosotros, porque nos ha nacido el Salvador.

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