Is 52, 7-10; Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18; (forma breve: Jn 1, 1-5. 9-14)
Desde los inicios de la configuración del Año litúrgico en Occidente no se conoce otro Evangelio para la "Misa del día" de Navidad sino el Prólogo de san Juan.
Aunque se permitan los otros Evangelios del nacimiento del Señor, no se deben preferir a éste.
El prólogo del IV Evangelio es la gran proclamación de la verdad fundamental de la fe cristiana: el Verbo de Dios, coeterno con el Padre, se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros.
"Nosotros hemos contemplado su gloria", en el don del Espíritu Santo, revelada como gracia y verdad: "De su plenitud, "pleroma" hemos recibido gracia tras gracia".
El pueblo cristiano tiene derecho a escuchar el día de Navidad el más alto y sublime texto referente a la Encarnación del Verbo.
Es esto lo que celebramos y por lo que inmensamente nos alegramos.
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