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miércoles, 5 de marzo de 2025

MIÉRCOLES DE CENIZA

 

La Cuaresma, antiguamente, comenzaba   el  Domingo,    pero   en   Roma    se  añadieron cuatro días feriales para completar el número sagrado de los cuarenta  días de ayuno, ya que en el rito latino          los  Domingos  nunca se han considerado         días  penitenciales.

Hoy el Papa, siguiendo una costumbre secular, inicia la Cuaresma en la antiquísima basílica de Santa    Sabina, en la montaña del Aventino, en       la Urbe.

El sistema "estacional" fue llenando todos los días de Cuaresma.

El Misal   recomienda que se conserve y se fomente la antigua costumbre de reunirse     la Iglesia local, siguiendo el ejemplo de   las estaciones romanas   (cf. Misal   Romano pág. 182).

La imposición de la ceniza, en  el inicio reservado únicamente a los          penitentes públicos, que habían de ser  reconciliados por Pascua, pasó a todos  los fieles.

La Cuaresma empieza con la     espléndida antífona de entrada: "Te compadeces de todos,  Señor, y no aborreces   nada de lo que hiciste".

Con la ceniza impuesta, todos los fieles son constitui dos, en el sentido teológico.

Toda la Iglesia se convierte, mira hacia, el Señor.

Una Iglesia que es santa en sí misma, y sin embargo pecadora en sus miembros.

El sentido teológico de la segunda fórmula de la imposición de la ceniza: "Acuérdate  de que eres polvo y al polvo  volverás", casi en desuso, no es fúnebre.

El que ha de morir es el "hombre viejo", desde su situación de "carne", de "pecado (Rom 6,6), para que resucite el "hombre     nuevo" a la vida pascual.

Esta vida pascual    no se improvisa, se acoge como un don a lo largo de toda una vida.

La Liturgia cuaresmal nos  acompaña  cotidianamente  en el  crecimiento  de  la  vida teologal.

"Cristo tomó de ti Su carne, pero te da de  tu Salvación; tomó de ti la muerte, pero te da de Sí tu Vida; tomó de ti la humillación, pero te da de Sí tu gloria; tomó de ti Su tentación y te da de Sí tu victoria", afirma San Agustín (Enarrationes in Psalmos 60).

En la primera lectura, el profeta invita  a todo el pueblo a la conversión y a renovar la alianza, incluso los sacerdotes   deben llorar "entre el atrio y el altar", por  sus pecados y por los del pueblo.

San Pablo, en la segunda lectura, nos    exhorta    a    la    reconciliación    y   anuncia   que  "ahora es  tiempo de gracia; ahora es tiempo de salvación".

En el Evangelio, el Señor enseña los instrumentos espirituales de la Cuaresma: la oración, el ayuno y la limosna, "servicio".

El Salmo "Miserere" expresa el corazón    orante de la Iglesia, la cual pide al Señor  un corazón y un espíritu fuerte.

El mismo Salmo se repite mientras los fieles reciben la imposición de la ceniza.

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