PÁGINA PRINCIPAL

domingo, 29 de junio de 2025

SAN PEDRO Y SAN PABLO


 

Todas las Iglesias celebran unánimemente la solemnidad del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo.

La fiesta de   los apóstoles procede de la Iglesia aún indivisa y debe celebrarse con un gran sentido ecuménico.

Esta fiesta es pues antigua y universal, no sólo en Roma, sino en todo el mundo cristiano.

Ciertamente, la Iglesia celebró esta fiesta antes  que la Navidad del Señor.

Realmente es   un tesoro teológico y litúrgico en todos    los Ritos.

La Liturgia de los apóstoles se revela festiva y, al mismo tiempo, se reviste de una cierta gravedad y ponderación.

Celebramos el fundamento apostólico de la fe cristiana.

Sobre esta fe el   Señor edifica su Iglesia.

El Prefacio es bello y denso y revela el "sensus theologicus" de la fiesta.

En el Rito bizantino precede a la solemnidad "el ayuno de los apóstoles".

El Papa León, en el año 461, explicaba que este  ayuno es lo que los apóstoles hicieron, según la tradición de las Iglesias, para que el Espíritu Santo los asistiera antes de iniciar la misión universal.

Los textos eucológicos y las lecturas propuestas vienen de la más antigua  tradición litúrgica.

                                                   

Misa del día: Hch 12, 1-11; Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9; 2 Tim 4, 6-8. 17-18; Mt 16, 13-19

 

En un momento crítico del ministerio   de Jesús, propiamente fuera del territorio palestinense, en Cesarea de Fili po, el Señor escucha la profesión de fe   de Pedro.

Sobre su fe y la de los discípulos, el Señor puede  edificar su Iglesia   dándole, por el ministerio de los apóstoles, los medios de salvación.

Desde ahora ya puede ir a Jerusalén, a la Cruz.

El    nombre de Simón, el primer apóstol, es   cambiado por el nombre de Pedro, "Ke- fas", que significa "roca" y es gratificado   por la bienaventuranza de la revelación:

"¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!"

Es la roca de la fe apostólica, el primado   de Pedro, en el sentido eclesiológico más   profundo y esencial.

El Señor necesita de   nuestra fe para edificar la Iglesia.

La comunidad, como escuchamos en la  primera lectura, deberá rezar por él  "insistentemente".

Pedro será liberado de la noche de la prisión y deberá ir al encuentro de los hermanos y hermanas para confirmar su fe.

Adviértase que los verbos de la "teofanía" son importantes "Date prisa, levántate; Ponte el cinturón y las sandalias; Envuélvete en el manto y sígueme" porque indican la futura suerte de Pedro y su martirio, como le fue dicho (Jn 21,18ss).

Ahora sabe que él debe continuar el camino del seguimiento hasta el final.

La segunda lectura está dedicada al testamento espiritual de Pablo.

Toda su vida queda contenida en aquello que escribe: es como la síntesis gloriosa    y humilde de   la vida del siervo del Señor.

Ha sido una     vida entregada, ofrecida: "Yo estoy a punto de ser derramado en libación", el bello    combate de la paz y del Evangelio ha terminado, la carrera ha llegado a la meta, y él ha conservado el don más grande, su fe.

El Apóstol termina la carta con una "doxología" que, en cierto modo, es su  última palabra a la Iglesia, a nosotros.

Es     la victoria sobre la muerte, es la vida de  la fe que suspira por la Vida divina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario