Hoy, Domingo XXXIV del "Tiempo ordinario y Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo", finaliza el Año litúrgico en el ciclo C.
Se retoma, con continuidad y de manera progresiva, el Domingo próximo, primero de Adviento, en el ciclo A.
Cada Domingo, el día "señorial", celebramos, hasta que Él vuelva, la realeza de Jesucristo, manifestada en su Resurrección.
Es por causa y a partir de la Resurrección que celebramos la gloria del Señor; gloria que posee con el Padre y el Espíritu, Trinidad consustancial e indivisible.
La Resurrección de Cristo lo manifiesta como Rey de todo el universo, "Alfa y Omega" de los tiempos, clave y fundamento del universo, redentor nuestro y Esposo de la Iglesia.
Toda la Liturgia de la Iglesia celebra la realeza de Cristo este Domingo, tanto en las Horas santas como en la "sinaxis" eucarística.
La Iglesia, con su Liturgia, también con su vida, teologal y apostólica, manifiesta al mundo la realeza de Cristo.
Misa: 2 Sam 5, 1-3; Sal 121, 1bc-2. 4-5; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43
El ciclo C ha asumido el esquema litúrgico más originario de la solemnidad, presentando la realeza de Cristo como una vivencia interna y amorosa de los elegidos de Dios y predestinados al Reino "de su Hijo amado".
En la primera lectura, la semblanza davídica vinculada a la inmolación del rey hasta el supremo sacrificio de la Cruz.
Jesucristo, que paradójicamente no se dejó proclamar rey a lo largo de su vida pública, permite en las horas de su Pasión que sea proclamada su realeza.
He aquí que el ajusticiado a su lado, el buen ladrón, reconoce la realeza de Cristo, y es salvado.
El "hoy" que allí es pronunciado se abre y se proyecta en todos los tiem pos.
El Himno al Primogénito de toda la creación es, sin duda, la revelación más profunda y diáfana de la condición perso nal de Cristo Rey en relación al Padre, al cosmos, y a la Iglesia, de la cual Él es Guía y Pastor supremo.
De la mistagogia de los Santos
"Tú eres el Cristo, Hijo del Dios vivo.
Tú eres el revelador de Dios invisible, el primogénito de toda criatura, el fundamento de todo.
Tú eres el Maestro de la humanidad.
Tú eres el Redentor: naciste, moriste y resucitaste por nosotros.
Tú eres el centro de la historia y del mundo.
Tú eres quien nos conoce y nos ama.
Tú eres el compañero y amigo de nuestra vida.
Tú eres el hombre del dolor y de la esperanza.
Tú eres aquel que debe venir y que un día será nuestro juez y, así esperamos, nuestra felicidad.
Nunca acabaría de hablar de ti. Tú eres luz y verdad; más aún: tú eres el camino, la verdad y la vida [...].
Tú eres el principio y el fin: el alfa y la omega.
Tú eres el rey del nuevo mundo.
Tú eres el secreto de la historia.
Tú eres la clave de nuestro destino.
Tú eres el mediador, el puente entre la tierra y el cielo.
Tú eres por antonomasia el Hijo del hombre, porque eres el Hijo de Dios, eterno, infinito.
Tú eres nuestro Salvador.
Tú eres nuestro mayor bienhechor.
Tú eres nuestro libertador.
Tú eres necesario para que seamos dignos y auténticos en el orden temporal y hombres salvados y elevados al orden sobrenatural. Amén".
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