Primer contacto con el resto de jóvenes
provenientes de otras partes del mundo. Entrada a Cracovia con cantos, alegría
y entusiasmo.
Y qué bonito es gritar a coro con tantos
otros millones de jóvenes que somos creyentes, que somos los jóvenes de Cristo,
que somos la juventud del Papa. Que estamos aquí por, y para él.
Y luego de repente te giras, y alguien
desconocido tiene un papel que sostiene "abrazos gratis", y lo
abrazas, abrazas a tu hermano con una energía que ambos sabéis que proviene de
ahí arriba. Y te regala una sonrisa, y otro un grito de amor, y otro corre y te
pide que simplemente choques. Todo es inquietud, las ganas de dar y recibir nos
desbordan, sentimos que unidos, no hay quien nos pare.
Llega la noche y el cansancio se hace
presente, durante todo el día hemos recorrido las calles de Cracovia expresando
con todas nuestras fuerzas restantes lo agradecidos que estamos con Dios por
todo esto, por lo que nos ha dado. Pero después lo que necesitamos es silencio,
necesitamos calma para reflexionar sobre este día con los demás, sobre lo que
nos ha pasado y lo que hemos sentido. Y sobretodo, necesitamos nuestro momento
a solas con el Señor. Sin duda no hay mejor manera de terminar el día.
Mañana recibimos al Papa, mañana aunque
imposible parezca los nervios crecerán, el entusiasmo, esa alegría de la que no
dejamos de hablar durante todo el día va a tocar su máximo. Pero ahora toca
descansar, reponer fuerzas para seguir compartiendo mañana el maravilloso don
que se nos ha dado de ser cristianos, de ser jóvenes cristianos y bendecidos,
de ser los llamados por el Padre para cambiar el mundo.
Marta Ortín Soriano
Delegación de Pastoral Juvenil
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