En
este recién estrenado Año de la Misericordia, la Iglesia nos brinda una
invitación apremiante para el reencuentro con el Padre.
¿Quién
no se ha visto retratado en ese hijo inconsciente y alocado que huye de la casa
paterna, lleno de ansias de libertad y de nuevas experiencias?
¿Y
quién no ha experimentado luego el vacío y la frustración de aquello que
esperábamos nos saciase de felicidad?
Como
Buen Padre que es, quiere que sus hijos sean libres y su corazón sabe lo que
esa libertad le va a hacer sufrir, pero solo quiere ofrecer amor que pueda ser
recibido libremente.
Por
eso, en el Evangelio hay siempre abierto un camino de retorno, un camino de
esperanza. Y los brazos amorosos de un Padre que espera con ansiedad infinita
redescubrir en el horizonte la silueta
del hijo amado que un día se fue.
Rembrandt
inmortalizó para siempre ese instante de la acogida y el reencuentro. Pero…
¿Habéis observado que las dos manos del Padre sobre los hombros del hijo
pródigo son diferentes? La izquierda es mano fuerte y amplia; los dedos cubren
casi todo el hombro; es de brazo masculino. La otra es de perfil afilado y
blando, no sujeta ni sostiene, quiere acariciar, consolar, como signo del
corazón femenino.
¡El
misterio íntimo de un Dios Padre y Madre! La infinita y tierna comprensión de
un Dios perdonador que nos ama con locura a pesar de todas nuestras traiciones
e infidelidades.
Y
como no, es también la puerta de la Misericordia, de la Reconciliación, que
debe estar siempre abierta en una Iglesia que sea fiel a su misión de acogida
universal y de maternal llamada. En nuestra Catedral de Teruel, tenemos una
hermosísima catequesis sobre ello; creo que es un lugar para pasar
tranquilamente y poder hacer un buen rato de oración que nos ayude a nuestra
constante conversión y rencuentro con el Padre.
Como
nos ha podido pasar en otras ocasiones a lo largo de nuestra vida, no
desaprovechemos esta ocasión extraordinaria que la Iglesia, a través del Papa
Francisco, nos brinda durante todo este Año Santo. Yo voy a intentar hacerlo,
¿Y tú?
A.M.G.R.
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