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lunes, 25 de julio de 2016

REFLEXIÓN SOBRE EL REENCUENTRO DEL PADRE CON EL HIJO EN LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO


En este recién estrenado Año de la Misericordia, la Iglesia nos brinda una invitación apremiante para el reencuentro con el Padre.

¿Quién no se ha visto retratado en ese hijo inconsciente y alocado que huye de la casa paterna, lleno de ansias de libertad y de nuevas experiencias?

¿Y quién no ha experimentado luego el vacío y la frustración de aquello que esperábamos nos saciase de felicidad?

Como Buen Padre que es, quiere que sus hijos sean libres y su corazón sabe lo que esa libertad le va a hacer sufrir, pero solo quiere ofrecer amor que pueda ser recibido libremente.

Por eso, en el Evangelio hay siempre abierto un camino de retorno, un camino de esperanza. Y los brazos amorosos de un Padre que espera con ansiedad infinita redescubrir  en el horizonte la silueta del hijo amado que un día se fue.

Rembrandt inmortalizó para siempre ese instante de la acogida y el reencuentro. Pero… ¿Habéis observado que las dos manos del Padre sobre los hombros del hijo pródigo son diferentes? La izquierda es mano fuerte y amplia; los dedos cubren casi todo el hombro; es de brazo masculino. La otra es de perfil afilado y blando, no sujeta ni sostiene, quiere acariciar, consolar, como signo del corazón femenino.

¡El misterio íntimo de un Dios Padre y Madre! La infinita y tierna comprensión de un Dios perdonador que nos ama con locura a pesar de todas nuestras traiciones e infidelidades.

Y como no, es también la puerta de la Misericordia, de la Reconciliación, que debe estar siempre abierta en una Iglesia que sea fiel a su misión de acogida universal y de maternal llamada. En nuestra Catedral de Teruel, tenemos una hermosísima catequesis sobre ello; creo que es un lugar para pasar tranquilamente y poder hacer un buen rato de oración que nos ayude a nuestra constante conversión y rencuentro con el Padre.

Como nos ha podido pasar en otras ocasiones a lo largo de nuestra vida, no desaprovechemos esta ocasión extraordinaria que la Iglesia, a través del Papa Francisco, nos brinda durante todo este Año Santo. Yo voy a intentar hacerlo, ¿Y tú?


                                                                                                            A.M.G.R.

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