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viernes, 12 de agosto de 2016

OBRAS DE MISERICORDIA



Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7: Hb 13, 3). Las obras de misericordia son 14 y se dividen en 7 Espirituales y 7 Corporales.

Las Obras de Misericordia Espirituales

Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. (Catecismo)

1. Enseñar al que no sabe.

Es una bonita obra de misericordia, pero a veces nos encariñamos tanto con ella que queremos dar lecciones a todo el mundo. Esta misericordia debemos practicarla con moderación. A lo mejor es preferible que te dejes enseñar. Esto también es obra de misericordia: saber escuchar y agradecer lo que has aprendido. Todos necesitamos aprender unos de otros, incluso el profesor del alumno, y el padre del hijo, y el empresario del obrero. Enseña, sí, al que no sabe, pero sin humillarle. Enséñale a saber. Y –no hace falta decirlo- para que sea obra de misericordia se necesita una condición: la gratuidad.

2. Dar buen consejo al que lo necesita.

Da un consejo, pero sin paternalismo. Da un consejo, pero cuando el otro te lo pida o lo quiera o de verdad lo necesite. Da un consejo, pero siempre que estés tú dispuesto a recibirlo. Un buen consejo, una palabra orientadora, puede ser luz en la noche, puede ahorrar muchos tropiezos y caídas, puede salvar una vida del fracaso y la desesperación

3. Corregir al que se equivoca.

También la corrección fraterna es una obra de misericordia, pero cuando se hace desde la humildad y desde el amor. Desde la humildad, reconociendo que también nosotros nos equivocamos. No queramos sacar la paja en el ojo ajeno, sin darnos cuenta de nuestra viga. Desde el amor, no para herir al hermano sino para ayudarle y dignificarle... Y hacerlo además cariñosa, delicada y simpaticamente.

4. Perdonar al que nos ofende.


Es de lo más difícil. Somos tan propensos a la venganza y el resentimiento. Por eso Jesús nos dio un ejemplo maravilloso, y nos cogió la palabra en la oración que puso en nuestros labios. Esta es una de las obras de misericordia más cristiana. Perdona, aunque la ofensa te duela mucho. Perdona setenta veces siete. Perdona, si puedes, hasta olvidar. Perdona y ama. Y perdonarte también a ti mismo.

5. Consolar al triste.

Son muchas las personas que sufren la tristeza, a veces por cosas bien pequeñas. ¡Resulta tan fácil y tan bonito hacer felices a los demás!. Podría bastar una palabra, una sonrisa, una explicación, un desahogo, un gesto de cariño. El que consuela se parece a Dios, que se dedica a enjugar las lágrimas de todos los rostros..

6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.

Damos por supuesto que todos tenemos flaquezas. La convivencia es fuente de alegría y enriquecimiento, pero es también una llamada al vencimiento y el vaciamiento. Lleva con paciencia las flaquezas del prójimo –y las tuyas-. Te ayudarás a crecer en el amor y la misericordia. Como Dios, que tiene paciencia infinita con nosotros. Y llévalas también con humor.

7. Rogar a Dios por los vivos y los difuntos.

Rezar no es una rutina. Rezar es amor. Cuando rezas por alguien te solidarizas con él, lo quieres como a ti mismo. No rezas para ablandar el corazón de Dios, sino para agrandar el tuyo. Rezar es llenar tu corazón de nombres. Rezar por los demás te hace bien a ti mismo, porque te ayuda a amar y te compromete para hacer realidad, en la medida de tus fuerzas, aquello que pides.


Las Obras de Misericordia Corporales


Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf. Mt 25, 31-46). Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf. Tb 4,5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna: es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cf. Mt 6, 2-4). (Catecismo)

1. Visitar a los enfermos.

No es una visita desde lejos, una visita por cumplir. Algo que signifique cercanía y compasión. Una visita que suponga comunicación, ayuda, cuidado, ternura, consuelo, confianza. Son partecitas del cuerpo doliente de Cristo. Hay muchas clases de enfermedades y de enfermos. No están sólo en los hospitales; los hay también en casa, en el trabajo y en la calle. Todos tenemos alguna enfermedad o alguna dolencia. Por eso tenemos que tratarlos comprensiva y compasivamente.

2. Dar de comer al hambriento.

¡Hay tantas personas necesitadas a nuestro lado! Hay que hacerse pan y pan partido, como hizo Jesucristo. El pan es fraternidad y es vida. El pan partido y compartido es amor. Dice Jesús en el Evangelio que no sólo de pan vive el hombre sino de toda la Palabra que sale de sus labios, por tanto también hemos de dar de comer la Palabra de Dios.

3. Dar de beber al sediento.

Dar un vaso de agua es fácil y es bonito, pero se puede tener sed de seguridad, de esperanza, de compañía, de amistad…. De Dios. Saciar la sed de Dios es difícil. Pero alguien puede hacer brotar en las entrañas una fuente de agua viva, gozosa, inagotable. Podemos ayudar a hacer posible el milagro del agua.

4. Dar posada al peregrino.

Hoy no es fácil abrir la puerta de la casa, cada vez más defendida. Son muchos los peregrinos que llaman a nuestra puerta: mendigos, transeúntes, extranjeros, refugiados, drogadictos… Toda una herida abierta, que exige soluciones no sólo personales sino estructurales. Acojamos al que llama a la puerta de nuestra casa, pero no sólo materialmente sino cordialmente. Todo el que se acerca a nosotros es un peregrino, que a lo mejor sólo te pide una palabra, una sonrisa o una escucha.

5. Vestir al desnudo.

Aquí, entre nosotros, no encontrarás muchos desnudos que vestir. Suelen estar muy lejos. Quizá haya otro tipo de vestiduras que sí debemos poner: la vestidura del honor, del respeto, de la protección. Siempre tendrás que cubrir la desnudez del prójimo con el manto de la caridad. Hay otro problema relacionado con esta obra de misericordia. Hay algo mucho más grave que no vestir al desnudo; es el desnudar al vestido. Esto es ya tema de justicia. Y atentos, son los muchos millones a los que estamos desnudando. “Si, pues, ha de ir al fuego eterno aquel a quien le diga: estuve desnudo y no me vestiste, ¿qué lugar tendrá en el fuego eterno aquel a quien le diga: estaba vestido y tú me desnudaste?” (San Agustín).

6. Visitar a los encarcelados.

No está en nuestras manos sacar a los presos de la cárcel; pero sí podemos aliviar y orientar a los presos que están en la cárcel. No podemos quitar las esposas de las muñecas; pero sí podemos quitar las cadenas del alma. Hay muchas cárceles y esclavitudes íntimas. Es tarea nuestra, es obra de misericordia, liberar a todos los cautivas: desde el preso al drogadicto, desde el avaricioso al consumista, desde el lujurioso al hedonista, desde el materialista al….

7. Enterrar a los muertos.

Podemos pensar que de esto ya se encargan las funerarias. Nosotros debemos envolver a los difuntos en la oración esperanzada, en el amor y el agradecimiento. Nosotros hemos de pedir perdón por los errores que hayan podido cometer los difuntos. La muerte de un ser querido deja casi siempre heridas sangrantes. Es una obra de misericordia estar cerca de los que sufren por estas muertes. Cuando damos el pésame o “acompañamos en el sentimiento”, que no sea una rutina o una palabra vacía.

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