En esta sociedad en la que vivimos
el silencio es un valor poco
cotizado.
El vértigo del trabajo,
de los ruidos de los motores en las calles,
de los sonidos de los aparatos
de radio y T.V., de los discos…
y de mil y mil ruidos
que martillean nuestros oídos,
nos envuelven de tal modo
que es muy difícil callar.
Sin embargo el silencio es un valor
que muchos hombres hoy
están deseando encontrar.
Es pues de gran importancia
descubrir este valor
e intentar educarlo en los niños,
en nuestros hijos.
Ayudarles a crear momentos,
espacios de silencio,
para descubrir aquellas cosas
que permanecen ocultas
detrás de la muralla del ruido.
Para el niño,
que acaba de adueñarse de la palabra,
y que es feliz haciendo uso de ella,
es también imprescindible
que descubra la importancia del silencio.
El silencio nos ayuda a
recoger nuestros sentidos
y adentrarnos en el interior
de nuestro corazón.
Allí encontramos y escuchamos
y nos preparamos para responder
a su llamada.
Así enseñamos a rezar a nuestro hijos.
Así irán aprendiendo
a dialogar con Dios,
como nosotros,
desde el fondo de su corazón.
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