SOPORTAR
CON PACIENCIA A LOS “BRASAS” DE TURNO
Esa típica persona que
procuras evitarla cuando la ves de lejos. A veces el que te cansa porque no
para de hablar y no deja meter baza. Muchas veces también es esa persona que,
aunque no tengas nada en su contra, solo su presencia te pone nervioso y te
cuesta aguantarla.
Porque a una persona así
que solo te la cruzas ocasionalmente, es más bien fácil aguantarla. Pero surge
el problema cuando hay que compartir un espacio con ella habitualmente, sea en
el trabajo, en los estudios e incluso en el ambiente familiar. Y la realidad es
que estas personas molestas están por todos los lados y ambientes de nuestra
vida.
Y ¿Qué hacemos ante esta
realidad? Pues la reacción suele ser casi siempre la misma, porque nos
imaginamos que nuestra clase, si fulanit@ no estuviese ahí sería perfecta, que
si menganit@ no estuviera en el trabajo todo iría mucho mejor, pues solo hace
que tener líos con todo el mundo y está todo el personal harto.
Pero esto normalmente no es
cierto, pues si esa persona desaparece, siempre hay alguien que antes o después
ocupa su lugar. Y otra trampa que nos podemos encontrar con este pensamiento es
que siempre ponemos el foco del problema fuera de nosotros. Pensamos que el
problema lo tiene la otra persona sin que se nos pase por la cabeza la idea de
que también nosotros somos molestos para otros y quizá … algunos piensen que
todo iría mucho mejor si no estuviéramos en el grupo.
Y si a todo esto le
añadimos el factor cristiano la cosa se complica.
Ya no se trata solo de una
convivencia pacífica, sino que sabemos que el pesado de turno es mi hermano (y
a veces esto parece mucho más difícil que amar a los enemigos …). Pero pensemos
que como cristianos nos jugamos mucho precisamente en las pequeñas luchas de
cada día, como soportar con paciencia a los pesados.
Y ¿Cómo hacerlo? Puede que
nos ayude (aunque esto no signifique que solucione el tema), pensar que si
Jesús ocupó el último lugar en todo, también ocupó el del pesado.
Si, me diréis que es mucho
más fácil imaginar a Jesús como un pobre mendigo al que no conocemos que como
esa persona que nos saca de quicio todos los días, pero lo cierto es que Él
está también en el que nos da la brasa cada día.
Pensarlo de vez en cuando
tratamos con esa persona que nos pone de los nervios y rezar por ella en algún
momento, puede que nos haga más fácil la relación e incluso nos pueda ayudar a
quererla un poco más.
Seguro que todos tenemos a
nuestro alrededor a personas con estas características, así que a no mucho
tardar, podremos poner en práctica estas sugerencias. Espero que nos ayuden y
nos hagan ser mejores personas y cristianos, que en el fondo, es de lo que se
trata.
A.M.G.R.
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