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jueves, 24 de noviembre de 2016

ADVIENTO




DEL 27 DE NOVIEMBRE AL 24 DE DICIEMBRE DEL 2016



El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, empieza el domingo más próximo al 27 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.
El término "Adviento" viene del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia.
El adviento es el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Su duración puede variar de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad. Los fieles lo consideran un tiempo de reflexión y de perdón.


Durante el adviento, se coloca en las iglesias y también en algunos hogares una corona de ramas de pino, llamada corona de adviento, con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Hay una pequeña tradición de adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe. 


NOTA DE ESPIRITUALIDAD DEL ADVIENTO

El Prefacio II de Adviento dice: “A quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”, marca la espiritualidad en este tiempo. Es como un volver al tiempo en el cual todavía no hubiésemos conocido al Señor. Por tanto, la Iglesia debe rehacer el camino de Israel. Ella también debe escuchar las palabras del Profeta que animan su esperanza y le abren el horizonte de los tiempos del Mesías.

En las primeras lecturas se proclaman fragmentos del libro de Isaías. Éste es el “Profeta mayor” de los tiempos del Mesías. El tiempo presente, marcado por el dolor, no se agota en sí mismo, sino que se abre al futuro de Dios y a su manifestación.

Por otra parte, si Israel tuvo que ir al Jordán para escuchar al último y al más grande de los profetas, que es Juan el Bautista, también la Iglesia debe ir al Jordán de la conversión para que el Señor encuentre un pueblo bien dispuesto para Él. Debe sumergir cada existencia en el Jordán, santificado por el Bautismo del Señor, para salvar el precipicio existente entre Dios y los hombres, a causa del pecado. Juan es un profeta de fuego y su palabra denuncia los pecados contra la alianza.

El Adviento es un pórtico de luz, de una luz intensa que proviene de su interior, en ambos lados de este pórtico están flanqueados por dos figuras: la primera la de Juan el Bautista, que nos invita a la conversión del corazón. No una conversión teórica, sino real, dando los frutos de una verdadera conversión: “Dad el fruto que pide la conversión” (Lc 3,8). Y la segunda figura es la Virgen de Nazaret, la cual nos dice simplemente que para acoger al Señor basta decir: “Hágase en mí, según tu palabra” (Lc 1,38).

Cuando vivimos estas actitudes ya no hay distancia entre el cielo y la tierra. Entonces es posible la Navidad. Es desde ahí que se puede desarrollar toda la teología del Adviento cristiano y retomar el hilo de la predicación de San Bernardo que habla del triple advenimiento de Jesús en el mundo, en la historia en el misterio de su Natividad, en las almas, en su venida en la gracia y al final de los tiempos, cuando el Señor venga en la majestad de su gloria. Ya que creemos que vendrá a “juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin”. Celebrando la Navidad, tomamos conciencia viva del retorno glorioso del Señor.

Mientras esperamos su venida gloriosa nuestra esperanza, realmente teologal, es inconmovible y la alegría cristiana nace de esa esperanza. Por eso, durante el tiempo de Adviento en su alma más íntima la Iglesia clama incansablemente: “ Maranatà, ¡Ven Señor Jesús!, (Ap 22,20).

NORMAS LITÚRGICAS

1. Durante la primera parte de Adviento, hasta el 16 de diciembre, si la Misa no tiene un prefacio más propio, se dice cada día el pref. I o III de Adviento.

2. En la Liturgia de las Horas, tanto dominical como ferial, son propios del tiempo de Adviento el Invitatorio, los himnos del Oficio de lectura, Laudes y Vísperas, y en todas las horas (excepto en Completas) todos los elementos desde la lectura breve hasta el final de la hora.

3. En Tercia, Secta y Nona los tres Salmos se dicen con una sola antífona.

4. Para la Misa de los días feriales, hasta el 16 de diciembre, puede escogerse entre:

a) La Misa ferial.

b) La Misa de una memoria libre.

c) La Misa de un santo inscrito en el Martirologio.

d) Una Misa especial (no cotidiana) de difuntos.

5. No se permiten las Misas por diversas necesidades ni las cotidianas de difuntos, a no ser que lo requiera la utilidad pastoral de los fieles (IGMR núm. 376).

6. El altar puede adornarse con flores y puede tocarse música instrumental, pero ambas cosas con mayor moderación que durante el resto del año (Cf. IGMR, núm. 305 y Caer. Episc., núm. 236).


RECOMENDACIONES


1. La Corona de Adviento es un signo muy popular de este tiempo, pero no es un signo litúrgico, por lo menos en un sentido fuerte, y no es obligatoria. En España, en el Bendiciona l (núms. 1235-1242, pp. 553-556) figuran dos formularios para su bendición (en la familia y en la iglesia respectivamente) y por ello la Corona de Adviento, en nuestra nación, adquiere un cierto carácter litúrgico. Ha de procurarse que la Corona esté colocada estéticamente pero en ningún caso debe resaltar más que el altar, la sede o el ambón. Es sugestivo disponerla de tal forma que durante el ciclo navideño se convierta en el lugar donde se ubique la imagen del Niño Jesús en medio de las cuatro velas encendidas.

2. Las velas de la Corona de Adviento pueden encenderse sucesivamente en cada uno de los cuatro domingos, sea al inicio de la Misa dominical después de la salutación del celebrante, sea (en los monasterios especialmente) antes de las I Vísperas del primer Domingo de Adviento.

3. Durante la semana, tanto en la Misa como en Laudes y Vísperas, pueden estar encendidos los respectivos cirios iluminados los Domingos anteriores.

4. Durante todo el tiempo de Adviento es oportuno colocar en un lugar destacado una imagen de María discretamente adornada e iluminada.

5. Para la Oración de los fieles durante los domingos se pueden utilizar los formularios que figuran en el libro Roguemos al Señor con las oraciones conclusivas del ciclo A (págs. 43-50); para los días no festivos, hasta el 16 de diciembre, las ferias (págs. 51-55), complementados en las memorias de los santos con las peticiones propias (págs.49-50).


6. Durante la primera parte de Adviento (desde el I Domingo al 16 de diciembre), los ministros de la Palabra y los contemplativos, sobre todo, deberían subrayar especialmente el rico contenido de las lecturas bíblicas del Oficio de lectura y de los responsorios propios que las comentan (Cf. IGLH, nn. 28.55). Estas lecturas constituyen la principal y más completa lectura litúrgica de la Escritura con referencia a la espiritualidad de estos días. Desde el Domingo I hasta el sábado se hace una lectura continua del mensaje del I Isaías. De este mismo libro se leen, en la Misa, unas breves perícopas hasta el 13 de diciembre. Desde el Domingo II hasta el jueves II se lee en el Oficio de lectura, el libro de Rut, en el cual se presenta la ascendencia humana de Jesús hasta Jesé, padre de David (conviene subrayar la importancia de este libro como preparación para Navidad).

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