Con el bautismo del Señor
concluye la vida escondida de Jesús y da inicio a su actividad pública. Por eso
es un acontecimiento tan importante, ya que es la clave de interpretación de
todo lo que viene después en los evangelios.
En el bautismo, Jesús ha cargado sobre sus
espaldas con nuestros pecados, ha revelado el misterio de Dios Trinidad y nos
ha abierto el camino de la vida eterna. El bautismo indica las consecuencias
últimas de la encarnación; es una profecía del destino último del Señor, que se
puso en la fila con los pecadores y aceptó liberarlos del pecado y de la
muerte, ocupando su lugar.
Los santos Padres vieron en
este acontecimiento la consagración mesiánica del Señor. Como los sacerdotes,
los profetas y los reyes eran ungidos con óleo perfumado al comenzar su misión,
Jesús fue ungido por el Espíritu al comenzar la suya. El contexto explica qué
tipo de mesías (es decir, de «ungido») es Jesús y cuál es su misión: es el
siervo de Yavé que carga con los pecados del pueblo, tal como anunció Isaías.
«Betania, al otro lado del Jordán» es un lugar
profundamente simbólico, ya que por allí cruzaron los patriarcas en cada uno de
sus viajes entre Mesopotamia y Canaán. Antes de cruzar el río y entrar
definitivamente en la Tierra Prometida, Jacob luchó allí con el ángel, que le
cambió su nombre por Israel. Más tarde, por allí penetraron los judíos, guiados
por Josué, en la tierra de promisión. Desde allí el profeta Elías fue
arrebatado al cielo, al terminar su misión. Eliseo pidió a Naamán que se bañara
en el Jordán para curar su lepra. También los desterrados atravesaron el río
por el paso de Betania cuando marcharon al exilio y por allí debe atravesar la
calzada que, cruzando el desierto, llevará al pueblo de regreso a la Tierra
Santa. No es extraño que Juan Bautista eligiera ese lugar para realizar su
ministerio. Así, su bautismo relaciona la próxima manifestación del mesías con
los patriarcas, el Éxodo y los profetas.
Hoy es una buena ocasión
para renovar nuestro compromiso bautismal. Les propongo una oración en esta
fiesta del bautismo del Señor: Oh Señor, cuando fuiste bautizado se manifestó
el misterio de la Santísima Trinidad, porque la voz del Padre dio testimonio de
ti, llamándote “Hijo Amado” y el Espíritu te consagró...
Juan predicaba la
conversión, invitando a la penitencia, y la gente se hacía bautizar «confesando
sus pecados» (Mt 3,6). Jesús se somete a este rito (con escándalo del mismo
Juan) para que se cumpla todo lo que Dios ha dispuesto (cf. Mt 3,15).
Descendiendo a la profundidad de la oscuridad y de la muerte que causan
nuestros pecados, Jesús abre el camino de la luz y de la vida. Por eso, al
mismo tiempo que se abren los cielos, se derrama el Espíritu Santo y Jesús es
declarado Hijo por la voz del Padre (cf. Mt 3,16-17 y paralelos). El contexto
revela la identidad y la misión de Jesús...
No hay comentarios:
Publicar un comentario