25 DE ABRIL
Marcos no fue directamente
discípulo de Jesús, porque era un niño cuando Él murió; pero seguramente le
conoció, porque la comunidad primitiva se reunía en Jerusalén en casa de María,
su madre (Hch 12,12). Parece que fue testigo del prendimiento de Jesús en el
huerto de los olivos (Mc 14,51-52).
Era primo de Bernabé (Col
4,10), levita procedente de Chipre al que encontramos entre los primeros
discípulos (Hch 4,36). Este Bernabé fue quien reclutó a Pablo para el
ministerio (Hch 11,25). Pronto asoció a Juan Marcos a los viajes apostólicos en
compañía de Pablo (Hch 12,24). En cierto momento, sin que sepamos las causas,
Marcos regresa a Jerusalén (Hch 13,13). Cuando Pablo y Bernabé vuelven a
Jerusalén para presentar a los apóstoles sus trabajos, Bernabé quiere recuperar
a Marcos, pero Pablo se opone, por lo que se pelean entre ellos y Bernabé se va
por un lado con Marcos mientras que Pablo se va por otro con Silas (Hch 15,37ss).
De todas formas, con el tiempo se reconciliaron y volvemos a encontrar a Marcos
entre los colaboradores de Pablo, que incluso lo manda llamar desde la cárcel
(2Tim 4,10, Col 4,10, Fil 24).
Su relación con Pedro fue
tan estrecha, que le llama «mi hijo» (1Pe 5,13). La tradición ha reconocido
unánimemente a Marcos como el que recogió la predicación de Pedro. De hecho, es
el evangelistas que más habla de él (25 veces cita su nombre), sin idealizarlo
nunca, contando todas sus debilidades. En su forma de exponer las cosas
encontramos muchos paralelismos con los discursos de Pedro que recogen los
Hechos 1,21ss y 10,27ss.
Marcos es el primero que
escribió un «evangelio», hacia el año 60 de nuestra era. Ya por entonces
algunos creyentes habían recogido escritos parciales con dichos de Jesús, o con
parábolas suyas, o sobre sus milagros, o sobre los acontecimientos de la última
semana de su vida en Jerusalén. De algunas de estas colecciones harán uso tanto
Marcos como los otros evangelistas.
Marcos escribe con un
estilo vivo, usando normalmente el presente, narrando los viajes y las
actividades de Jesús con soltura, deteniéndose en los detalles concretos, que
hacen más atrayente el relato. Continuamente dice «luego», «después», «de
repente» y expresiones similares que dan unidad a su relato, que se puede leer
todo seguido, de una sentada. Sin embargo no se detiene en discursos, que son
siempre muy breves (excepto el escatológico, que parece haberlo copiado entero
de una fuente anterior).
Podemos dividir el
evangelio de Marcos en dos partes bien diferenciadas, igual de largas entre sí,
acompañadas por una introducción y un apéndice canónico y unidas entre sí por
una escena central. Quedando así el esquema:
- Introducción (1,1-13):
Título de la obra, bautismo y tentaciones de Jesús.
- Primera parte
(1,14-8,26): Narra la actividad de Jesús en Galilea como predicador itinerante
de la Buena Noticia: «Ha llegado el Reino de Dios». Presenta a Jesús como un
profeta poderoso, que enseña con autoridad, que hace signos portentosos y que
expulsa demonios.
- Mc 8,27-30 es la escena
central, que une las dos partes. En ella se plantea la pregunta de la identidad
de Jesús. Quién dice la gente que es Él y quién es Él para los discípulos.
Primera respuesta: Es el Mesías.
- Segunda parte
(8,30-16,8). Narra el camino de Jesús hacia Jerusalén, sus enseñanzas sobre el
servicio y la entrega, y lo que le sucede por el camino y una vez allí.
Precisamente en el camino de la cruz y en la muerte de Jesús se descubre su
identidad más profunda. Respuesta definitiva: Es el Hijo de Dios.
- Apéndice canónico
(16,9-20). Resumen de las apariciones de Jesús resucitado.
San Marcos comienza su obra
así: «Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (1,1); o mejor traducido: «Buena
noticia, que es Jesús, que es el mesías, que es el Hijo de Dios». En su escrito
intenta demostrar que Jesús es el mesías y el Hijo de Dios, y que esto es una
buena noticia para todos.
Su símbolo es el león y su
cuerpo se conserva en Venecia, de donde es patrón.
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